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Contarlo todo: El auge de las escuelas de escritura

Especial Contarlo todo: El auge de las escuelas de escritura

Carlos Rey España /

Lo decía aquí mismo Domenico Starnone: “El ser humano tiene una necesidad absoluta de contar y de ser contado. Y no se entiende bien si la necesidad de contar es más fuerte, o lo es la necesidad de ser contado”. Todos consumimos historias, en distintos formatos, pero además también queremos que se cuente la nuestra propia. Por lo menos, contarla nosotros, porque de esa manera le damos un sentido. Justo en la época en la que ha proliferado la literatura del yo tiene lógica que proliferen las escuelas de escritores. Todo el mundo tiene algo que contar o, por lo menos, ganas de contarlo.

Los talleres de escritura, que siempre han existido en gran parte del mundo, han vivido un empujón considerable desde la pandemia. Incluso cuando vivimos en confinamiento, el número de personas que querían compartir sus creaciones, comentarlas en grupo y aprender técnicas de narración aumentó. Quizás, incluso la razón era el propio momento: en aquellos instantes en el que el virus nos obligó a parar, la escritura era la única herramienta para descubrirse a sí mismo.

En este momento, escribir es visto no solo una vocación creativa, sino una manera de autoexploración, de autoconocimiento. Ahondaba en ellos Starnone: “La mayor preocupación del hombre medio y de la mujer media cultivados es encontrar una forma, algo que les dé una identidad narrada o narrable”. La proporción que haya en ello de vanidad variará en cada caso, pero no debe extrañar que, en un momento en el que gran parte de los relatos que consumimos están contados en primera persona y con la ilusión de ser un reflejo de la realidad del narrador sin filtros, proliferen los intentos de narrar la propia historia de cada uno.

¿Se puede aprender a escribir? Por supuesto, pero la pregunta más adecuada es si se puede enseñar a escribir. Aquí las opiniones difieren mucho. En efecto, se pueden enseñar técnicas, estructuras, composición de personajes o capacidad de síntesis. Sin embargo, que todo eso se ponga en práctica para transmitir algo sustancial es algo que nada puede asegurarlo. Lo explicaba aquí también Piedad Bonnett. “Yo he dirigido talleres de escritura creativa, tanto en narrativa como en poesía, y veo a estos muchachos con emociones y con dudas y con ganas y con miedos, pero no puedo garantizarles nada, porque al final van a estar solos”, explicaba. “Ahora hay una especie de fiebre de la escritura creativa.

Todo el mundo quiere escribir su propia experiencia. Yo creo que tiene que ver con los tiempos que estamos viviendo. Cualquiera cree que tiene derecho a escribir un libro, y eso está bien, lo que pasa es que hay mucha escritura, pero seguramente muy poca cosa que va a perdurar”.


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