
Especial Lo que el apagón nos dice sobre cómo y cuándo leemos
Es inevitable y, llegado a este punto, da más pereza que otra cosa, pero el hecho de haber vivido otra situación inesperada (histórica, dicen algunos, cuando para otros es cotidiano) como el apagón del pasado lunes dejó cientos de lecturas de todo tipo. Entre los que buscan culpables, los conspiranoicos, los que quieren ver el lado positivo del momento y los que se visten de ingenieros para dar explicaciones, nosotros nos quedamos con un detalle: los cientos de personas que dedicaron esas horas sin electricidad a leer.
En efecto, las redes sociales nos mostraron mensajes de miles de personas que, de alguna forma, agradecían no haber tenido distracciones durante unas horas, no estar pendientes del teléfono, no poder trabajar o tener otras opciones de ocio que un libro en papel. Al igual que la radio, el medio que mantuvo informados a cientos de miles de personas durante esas horas, el libro adquirió un inusitado protagonismo una vez que todo aparato eléctrico quedaba inutilizado por unas horas.
Como en todo momento, hay muchas maneras de interpretar esta situación, desde las más bienintencionadas (situaciones como esta nos hacen ver las cosas con perspectiva y apreciar otras posibilidades) hasta las más críticas. Porque, no debería ser necesario que todo un país quede desconectado para que unos pocos descubran que pueden abrir un libro y no mirar una pantalla durante unas horas.
Esto tan sencillo, el poder de la lectura y lo que puede cambiar una mente y una vida, lo saben aquellos y aquellas que practican a diario, que buscan un resquicio en el día para leer y que desdeñan otro tipo de prácticas, desde la televisión a las redes sociales, para poder pasar tiempo inmersos en la lectura. Se puede, seguro que sí, aunque a muchos les parezca un mundo.
Quizás algunos de los que no tuvieron otro remedio que abrir un libro durante ese día, repitan ese mismo gesto ahora que la electricidad llena sus entornos de opciones diversas de entretenimiento. La mayoría de los no habituales, sin embargo, volverán a los viejos hábitos. Ese placer recuperado de la lectura habrá quedado en un mensaje cara a la galería para las redes. ¿Por qué lo sabemos? Porque los lectores, los que siempre leen, no necesitan contarlo.