Libros para leer con los ojos de un niño, recomendados por Daniel Ruiz
El autor de 'Mosturito' nos habla de historias dramáticas, tiernas y con sentido del humor.

Mosturito es un niño feo que crece en un barrio del extrarradio de la Sevilla de los 80, y se enfrenta a muchos problemas. Por un lado las burlas y palizas de los otros niños del barrio, el peligro de que le roben los yonquis o saber por qué su madre y su padre están ausentes. Solo su tía, la tata, está a su lado, pero eso no impide que Mosturito vea la vida con sentido del humor. Todo eso se conjuga en la nueva novela de Daniel Ruiz, el escritor sevillano que, con un personalísimo estilo, refleja el difícil paso a la adolescencia con tanta crudeza como ternura. Hablamos con él sobre su nueva obra y nos recomienda libros para leer con los ojos de un niño.
Video: entrevista y libros recomendados de Daniel Ruiz

Explica Daniel Ruiz que el extrarradio es un entorno que le interesaba mucho narrativamente. “Ya lo abordé en un volumen de historias cortas anterior, que se llamaba Maleza, y tenía mucho interés en volver a contar una historia de barrio, y en este caso de historia de barrio que estuviera muy vinculada a mi propia memoria sentimental”, cuenta. “Yo crecí en un barrio en los 80, en un barrio del extrarradio de Sevilla, y como el personaje principal de la novela, Mosturito, hube de enfrentarme de pequeño a circunstancias personales algo difíciles, que poco están reflejadas en el personaje principal, que tienen que ver un poco con ciertos complejos, por considerarme una persona no excesivamente agraciada, que tuvo que soportar burlas y escarnios de los compañeros”.

En esta ocasión, Ruiz quería escribir “con una voz que fuera muy testimonial, muy de ese niño, que al final es un poco el tono de la novela. La novela está contada por un niño de 11 o 12 años, que es ese niño que tiene que aprender un poco a educarse sentimentalmente, porque al final es una novela de iniciación, y es una novela como el referente de Flaubert, sobre la educación sentimental de un niño que aprende a domesticar el miedo y a salir adelante. Es una novela que se ambienta en los años 80, con una serie de referencias muy reconocibles, pero aspiro a que sea una novela que se pueda leer sin ese contexto, y se pueda leer más bien como una historia de un niño que intenta salir adelante en un contexto difícil. Y lo hace sobre todo valiéndose de las armas del sentido del humor, muchas veces de la violencia, y muchas veces de la sentimentalidad”.
Infancia, drama y humor
En Mosturito, Ruiz quería abordar el tránsito de la infancia a la adolescencia, “porque es un momento de enormes descubrimientos en lo personal, y en este caso el niño, además de descubrir su propia relación con el mundo, va a descubrir cosas que tienen que ver con su propia historia biográfica”, relata. “Me interesa mucho ese momento, porque creo que es muy enriquecedor. Muy pocas veces, como en esa época, uno tiene tanta oportunidad de descubrir tantas cosas. En la novela he intentado un poco meterme en la cabeza, o más bien recuperar el niño que fui con 11 años, y sobre todo lo que recuerdo era una enorme agitación mental. Esa ansiedad por conocer, esa necesidad de descubrir, esa capacidad de que cada día fuera una cosa nueva y que te abriera el mundo. Por eso, la novela evita cualquier tipo de convención ortográfica y sintáctica y apuesta decididamente por la expresividad pura y dura, intentando un poco reproducir esa cabeza que bulle, que es la cabeza del niño adolescente, donde cabe absolutamente todo y donde todo realmente está por estrenar”.
Mosturito está repleto de coloquialismos, de palabras inventadas y una sintaxis tomada del habla popular. “En esta novela había una apuesta más decidida por intentar conjugar de manera lo más perfectamente posible el fondo y la forma”, resume Ruiz. “Muchas veces se tiende a pensar que escribir bien es escribir bonito, pero para mí escribir bien está muy lejos de escribir con prosas relamidas, de esas que se sabe que se gusta mucho a sí mismo, sino más bien tiene que ver con la manera más eficaz de contar una historia. En este caso, si me ponía en el pellejo de un niño, tenía que ser una historia que, desde luego, estuviera al margen un poco de la corrección en el fondo y en la forma, y en el caso de la forma, de la corrección sintáctica y ortográfica, incluso léxica. Quería construir un lenguaje propio que fuera el lenguaje con el que el niño se cuenta y cuenta su mundo. Ha sido una apuesta arriesgada porque es poco convencional y también una apuesta muy difícil porque, de todas mis novelas, ya llevo unas pocas, ha sido, sin duda, la novela que más dolores de cabeza me ha dado, porque era muy importante que esa voz no resultara falsa, que no resultara artificial, sino que se leyera de forma natural”.
Esa manera de escribir también da pie a un gran sentido del humor. “Es algo que está presente en todas mis novelas y para mí es indispensable, no solo como escritor, sino muchas veces como lector y como ciudadano del mundo. Para mí el tema del humor, en mi caso, es la espita que ha permitido muchas veces que el puchero de mi cabeza no estallara. En este caso, una de las cuestiones que me lo permitía es la propia personalidad de un niño, que yo creo que una de las bondades principales que tiene es la ausencia de gravedad. Y esa ausencia de gravedad y a vivir un poco con la sensación de juego es la que permite, al final, que un niño, a pesar de que lo esté pasando rematadamente mal, como es el caso de Mosturito, siempre tenga la tabla de salvación del humor para salir un poco de todo ese ambiente”.
Libros para leer con los ojos de un niño, recomendados por Daniel Ruiz
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La novela Mosturito está encabezada por una cita de un libro de Romain Gary que se llama La vida ante sí que realmente no es de Romain ary sino de un seudónimo que es Emile Ayar que curiosamente es el único autor que ha ganado dos veces el premio Goncourt con esta novela de seudónimo y es una novela que tiene bastante paralelismo y concomitancia con Mosturito porque cuenta la historia de un niño que tiene que sobrevivir en un entorno aciago siendo criado en una casa de citas conviviendo en un contexto muy difícil y creo que es una fabulosa novela muy expresiva, muy distinta de las que planteó Romain gary pero con un valor expresivo muy potente.
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Una segunda novela que podría recomendar sería por ejemplo otra novela que tiene que ver un poco con el tono de Mosturito que es La mala muerte de Fernando Royuela Fernando Royuela es un autor madrileño valiosísimo y creo que no del todo reivindicado y en esta historia cuenta también una historia de un personaje fascinante que recoge también la herencia de la tradición española de la picaresca que es un personaje que padece de enanismo y que se ve obligado a superar circunstancias adversas valiéndose un poco de su ingenio y a través de su mirada conocemos los últimos 50 años de la historia de España y también es una novela con un hallazgo expresivo muy potente.
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Como tercera novela recomendaría por haberla leído recientemente la novela de Eduardo Mendoza, Tres enigmas para la organización, que es una novela policiaca donde se puede encontrar con el Eduardo Mendoza más desvergonzado y llama la atención que esa novela la planteé cuando el autor ha cumplido 80 años y es una novela de la serie de las novelas desvergonzadas de Eduardo Mendoza que brilla a enorme altura y proporciona un rato muy agradable.
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Una cuarta lectura recomendaría también una especie de ensayo que está a medio camino entre el ensayo y el libro memorialístico que se llama Descampados que está escrito por Manuel Calderón donde cuenta de qué manera los descampados nos han formado como ciudadanos siendo uno de los paisajes de nuestra infancia en Mostruito también están muy presentes los descampados y en este libro el autor se vale un poco de su vivencia personal para contar de qué manera los descampados los han formado sentimentalmente y de qué manera ya las nuevas generaciones han perdido esa referencia porque ya las nuevas generaciones ya no viven de cerca los descampados.