Libros que marcan desde la adolescencia, recomendados por Eduardo Sacheri

Una novela cambió la vida de Eduardo Sacheri. Desde que en 2005 debutase con La pregunta de sus ojos, llevada al cine como El secreto de sus ojos, el autor argentino combina su profesión, profesor de Historia, con una bibliografía que disecciona la sociedad argentina. Su última novela, Nosotros dos en la tormenta, se adentra en un tema tabú de su país, la violencia de las guerrillas justo antes del golpe de estado de 1976. Con él hablamos de violencia, silencios y los libros que marcan desde la adolescencia.
Video: entrevista y libros recomendados de Eduardo Sacheri
“Como profesor de Historia, que es mi profesión original, siempre me interesa indagar en el por qué de los silencios. Sobre todo estos silencios colectivos prolongados”, explica Eduardo Sacheri. Ese es el motivo por el que ha elegido el periodo anterior a la dictadura militar de Argentina que arranca en el 76, un momento mucho menos explorado. “La dictadura ha concitado por motivos más que válidos muchísima atención. No solo del trabajo académico, sino de la ficción, de la literatura, del cine… Pero el período anterior, y en este caso, 1975, no”, apunta. “Hay una incomodidad tácita para hablar de una época no solo muy violenta, sino en la que la violencia era vivida como una herramienta legítima”.

Nosotros dos en la tormenta cuenta el día a día de dos militantes, de dos células, de sus acciones violentas y de aquellos que se ven afectados por estas: las víctimas y sus familias,
Nosotros dos en la tormenta arranca con dos amigos, pertenecientes a dos facciones distintas de las guerrillas revolucionarias de izquierda en esos años. Una época completamente convulsa marcada por la violencia. “Los jóvenes guerrilleros de izquierda consideraban a la violencia legítima”, cuenta Sacheri. “El gobierno constitucional de Isabel Perón, que era quien gobernaba, también la consideraba una herramienta legítima y tenía una organización paramilitar secreta e ilegal para perseguir a personas de izquierda. Y los militares, que se preparan para dar el golpe el año siguiente, también la consideran una herramienta legítima. La violencia es vista como una herramienta de uso político, tanto revolucionario como conservador”.
Para adentrarse en ese periodo, Sacheri no solo se documentó, sino que también mantuvo conversaciones con antiguos guerrilleros y personas que sufrieron las consecuencias de su violencia. Para ello, explica que era fundamental “narrar con respeto, tratando de respetar el volumen de las personas. Los personajes son algo chato. Inevitablemente chato. ¿Viste que a veces en un libro se siente que los personajes adquieren volumen? Porque, de acuerdo desde dónde lo miremos, vemos una cosa o vemos otra. Me parece que construir los personajes desde ese respeto es un camino, no sé si es suficiente, pero te permite como lector, que algún punto de vista sea hospitalario para ti. Que termines la novela sin sentir que Sacheri te dijo quiénes eran los buenos y quiénes eran los malos. Disfruto cuando me pasa eso como lector. Como autor lo intento, no sé si lo logro, pero por lo menos lo intento”.
Preguntado sobre la Argentina actual, Sacheri al menos destaca un aspecto clave. “Yo creo que nuestras sociedades latinoamericanas tienen un montón de problemas hoy, pero ese de la violencia no”, apunta.”Hay hoy un consenso que dice que no sirve la violencia para resolver los dilemas del poder. Entonces, evocar el pasado un pasado donde todos los actores sí acudían a la violencia y la veían necesaria genera una incomodidad y esa incomodidad se traduce en silencio. Yo confío en la posibilidad de conversar”.
Libros que marcan desde la adolescencia, recomendados por Eduardo Sacheri
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Habitualmente yo nombro a mis escritores definitivos, los que leí en la adolescencia. Yo creo que siempre los definitivos son los de la adolescencia porque te encuentran suficientemente complejo como ser humano, como para ir a su encuentro y suficientemente tierno como para que penetren. Pienso en Julio Cortázar, en los cuentos de Cortázar. Sus cuentos, que me parecen estupendos, sobre todo por el modo en que lo fantástico y lo cotidiano habitan.
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Hay que tener en cuenta que yo tengo una formación muy argentina y latinoamericana. Entonces, en Borges, encuentra la precisión de la palabra de un poeta escribiendo cuentos, porque eso es Borges. Si en un cuento cada palabra es importante, Borges creo que lleva eso a una altura muy difícil de alcanzar.
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García Márquez fue otra influencia enorme para mí en la lectura. García Márquez es lenguaje. Por eso son tan malas sus adaptaciones cinematográficas, perdón. Porque no le encontraron el modo de que ese lenguaje que te envuelve se traduzca en imágenes.
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Y sigo con latinoamericanos y pienso en Vargas Llosa. Conversación en la catedral, que para mí es una novela que me rompió la cabeza en el mejor sentido. Pienso en esto de la literatura tratando de explicar una sociedad. Y, creo que es una obsesión muy legítima. Que ese grupo de autores latinoamericanos llevó muy a primer plano.
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Una novela que me parece un estupendo remedio contra el fanatismo, cualquier fanatismo. Que es una novela que se llama un caballero en Moscú. Narra el confinamiento de un noble ruso en un hotel de Moscú entre 1920 y los años 50 por motivos que no vienen al caso. Están por condenarlo a muerte por un equívoco, no lo mata la revolución, pero lo confina ese hotel. Tiene un juegos de personajes, de expectativas sobre la evolución de la revolución rusa, que es de una delicadeza estupenda. Y precisamente nos permite asomarnos a un gran tema desde lo minúsculo de las 10 personas que habitan en un hotel de Moscú.