Libros para mirar el mundo con ojos de niño, recomendados por Corina Oproae
Hablamos con la autora de 'La casa limón', el último premio Tusquets de novela.

La casa limón, la novela con la que Corina Oproae se ha alzado con el premio Tusquets de novela, nace de una pregunta. En concreto, la que le hizo su hija cuando de visita al país en el que nació su madre, Rumanía, disparó una serie de recuerdos de infancia, en los últimos años de la dictadura de Ceaucescu. Así, esta poeta y traductora afincada en España desde hace más de 25 años dio forma a una novela que es a la vez crónica de un lugar y una época, y un relato de iniciación completamente universal. Hablamos con ella de su obra y nos recomienda libros para mirar el mundo con ojos de niño.
Video: entrevista y libros recomendados de Corina Oproae

La pregunta de la hija de Oproae es el equivalente a la magdalena de Proust, un disparador de recuerdos y emociones, pero también un dilema. “Con siete o ocho años, después de un viaje en el cual intuyo que hablamos mucho del comunismo con amigos, me pregunta: ‘¿De dónde cayó el comunismo?”, recuerda la autora. “Es una pregunta que te deja en silencio, en el fondo. No sabes qué explicarle a un niño. Y mirando hacia atrás, cuando casi el libro estaba acabado, me di cuenta de que ya en ese momento yo empezaba a tener ciertas ganas de acercarme a ese pasado que se había quedado un poco oculto”.

Oproae lleva viviendo en España desde 1997. “Me establecí en Barcelona en el 98 definitivamente, y al inicio no tenía ninguna necesidad de contar mi pasado, todo lo contrario. Tenía ciertas ganas de dejar aquello atrás, de no mirarlo. Había escrito poesía siempre, y en poesía este tema no lo había tocado, o lo había hecho de una forma mucho más destilada. Quise situar esta pregunta como en el comienzo, esa chispa que te hace pensar que tal vez esto debería ser una historia que en algún momento tenga que contar. Entonces llegó el momento en el cual pensé que tenía una necesidad tremenda de acercarme a ese periodo. Para mí la infancia, como digo a través de la cita de Louise Glück, es un territorio muy fértil, encierra de alguna forma todo mi universo y donde está todo aquello que pone en marcha las ganas de escribir”.
Escribir desde la memoria
Explica Corina Oproae que empezó la escritura de La casa limón de una forma fragmentaria, “a trozos”. “El primer fragmento, que es el fragmento de la niña debajo de la mesa del comedor familiar, rodeada de libros, ya tiene cierta vinculación con mi propia infancia, con mi propia manera de llegar a la literatura”, recuerda. “Y a partir de ahí se genera a trozos como si fuera una especie de rompecabezas que luego, técnicamente, hay un trabajo de ponerlo todo en conjunto y de generar todo este entramado: la historia de una niña, de una familia, y de un país en el fondo”.
Pero, pese a alimentarse de su memoria, La casa limón es una obra de ficción. “Es un relato en primera persona desde el punto de vista de la niña y lo que quería conseguir con este enfoque era, primero, poder permitir ese asombro que tienen los niños y que yo creo que los escritores y escritoras también de alguna forma conservamos. Esa manera de mirar el mundo como si lo vieras por primera vez me permitía también no introducir a través de la voz narrativa ningún tipo de juicio de valor, pero también había otra idea: es una historia que se construye de manera fragmentaria. Creo que nuestro propio cerebro interpreta, más en los tiempos en los que vivimos, la realidad a base de fragmentos. Tomamos una cosa de aquí, una cosa de allá, una cosa visual, una cosa auditiva, una cosa que nos entra por los sentidos, y a partir de eso construimos el relato. En todo este juego, me ayudaba la idea de que mi propia biografía fuese una especie de pátina, como una segunda piel, que haya poca diferenciación entre todo aquello que ha sido real, cuestionando de alguna forma lo real. En el fondo no tenemos memorias reales, ya decía Borges”.
En efecto, La casa limón es una novela sobre crecer en el contexto de una dictadura, pero también es una obra sobre abrirse al mundo. “Yo creo que uno de los logros del libro es que muestra a través de la historia de una niña en un país determinado, pero si la palabra Rumanía se eliminase, y la palabra Ceausescu, podría estar situada en cualquier otro país de la Europa del Este”, defiende. “O incluso se podría pensar que podría ser, me lo han comentado lectores, la España de Franco. Pero lo que me interesaba es que tuviera el libro otra lectura, y yo creo que esto me lo propongo conseguir a través de esta voz, a través de esta mirada infantil, porque todos compartimos la infancia y todos tenemos en cierto momento la necesidad de volver hacia atrás. Es casi un mecanismo reparador, volver a la infancia y ver el mundo con esos ojos”.
Escribir en una lengua ajena
Oproae, que ha desarrollado casi toda su obra en castellano, tiene una relación singular con el lenguaje. “Yo aprendo español con 18 años, estudio filología inglesa e hispánica pero llego a la literatura española antes”, relata. “Llego, por ejemplo, a Cervantes, las Novelas ejemplares. Las leo antes de conocer el español, y luego a la generación del 27. Yo empiezo a escribir poesía en rumano y tengo cierta tendencia a huir de lo que se escribe en mi propio país, de no sentirme identificada con aquello que se hace. Entonces, me voy hacia la poesía española de la generación del 27, o luego hacia la literatura hispanoamericana”.
Ese momento está lleno de descubrimientos. “Vargas Llosa, por ejemplo, o Bioy Casares y todo ese imaginario, y cuando aprendo el español tengo cierta fascinación hacia un tipo de lenguaje poético. Es cierto que cuando una lengua que en teoría no es la propia tienes una hiperconciencia de aquello que estás utilizando, mientras que en la propia lengua no. Pero a mí me ha pasado una cosa muy curiosa; ahora yo he adquirido la conciencia del lenguaje en rumano, tengo que tener muchísimo más cuidado porque llevo muchos años sin tener un contacto directo con la lengua, yo no escribo en rumano. Mientras, en español he llegado a cierta normalidad, naturalidad, pero sí que es cierto que por debajo hay, yo siempre lo llamo como una especie de lengua primigenia y que tal vez está ligado a tus primeras impresiones en el mundo, a los primeros años de vida”.
Libros para mirar el mundo con ojos de niño, recomendados por Corina Oproae
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También tiene relación con La casa limón. Podría decir muchísimos otros libros de la escritora Gerta Müller, que también fue premio Nobel. Es una escritora rumana, pero de lengua alemana. Ella parte en sus libros desde otro punto, pero para mí ha sido muy importante. Creo que algo que he aprendido mucho con su escritura es esta mirada, esta capacidad de mirar aquello que es muy doloroso, aquello que incluso puede llegar a ser horrible, feo, pero que de tanto mirarlo y sabiendo cómo mirarlo, se vuelve bello.
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Acabo de leer El sobrino de Wittgenstein, de Thomas Bernhardt. Thomas Bernhardt, por ejemplo, es un escritor que yo nunca leí estando en Rumanía. Lo descubrí, creo que fueron los primeros años en que llegué aquí. Pensé, ¿cómo puede ser que haya vivido hasta ahora sin saber que existe Thomas Bernhardt y que escribe de esta manera?
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Creo que es el primer libro que leí de Vargas Llosa. Tiene cierta magia, digamos el realismo mágico, pero para mí en ese momento era algo tan desconocido. Casi no sabía de la existencia de todas las tribus de las que habla y la construcción del libro. Todo me pareció maravilloso. Es un libro que tengo en la memoria siempre y que todavía no he vuelto a releer. Ahora he empezado a releer libros que me han marcado en cierta etapa de formación.