Libros que convierten a los personajes históricos en protagonistas de novela

La historia y la ficción siempre han sido grandes compañeros de juego. Contar lo que sucedió en alguna época, añadiendo más o menos dosis de invención, es una recurso literario que ha dado pie a todo un género, la novela histórica, y que ha servido también para acercarnos la vida de los grandes hombres y mujeres de nuestro pasado. Pero, en algunas ocasiones, los autores y autoras van un poco más allá, y toman la vida de un personaje real para fabular, ampliar o intentar adentrarse en su mente, dando pie a obras de una originalidad y un calado diferente.
El año pasado, sin ir más lejos, se publicaron un par de títulos que se basan en acontecimientos y personajes reales para sumergirse en el terreno d ella ficción. En Hamnet, Maggie O'Farrell toma la muerte de un hijo de Shakespeare para convertir a su mujer en el centro de su novela. Por otro lado, Paul Auster se fijó en la vida del periodista y escritor Stephen Crane, breve pero repleta de experiencias, para reflejar también una época de expansión en EE UU.

Un libro muy bonito que habla de la magia y de la ciencia, de las casualidades y del destino, de la vida y de la muerte.

También hay un hijo muerte en Lincoln en el Bardo, concretamente el de Abraham, el presidente estadounidense. El pequeño Willie es el protagonista de una obra que transcurre en un limbo, el bardo al que alude el título y que viene de la tradición tibetana.

Explora la muerte con mucha irreverencia, me divirtió mucho.
Escoger caminos paralelos de la historia es un planteamiento tan sugerente para un escritor como fascinante para el lector, una estrategia que Simon Leys lleva a cabo en La muerte de Napoleón. En esta novela, el estadista y militar no muere en la isla de Santa Elena, sino que finge su defunción para escapar y volver al continente a reclamar su trono, dando pie a todo tipo de situaciones y equívocos.
En El regreso de Voltaire, Martí Dominguez se centra en los últimos años de vida del escritor, de regreso también a Francia tras veinte años en el exilio, para adentrarse en la mente de una de las figuras clave de la Ilustración. La vida de los escritores ha sido, desde luego, objeto de fascinación. En Miguel de Cervantes: Los años de Argel, Isabel Soler Quintana se fija en una de las etapas más desconocidas del autores del Quijote, sus cinco años de cautiverio antes de convertirse en un escritor universal. Y en Cielo abierto es Antoine de Saint-Exupéry y su vida como piloto el motor narrativo de la novela de Antonio Iturbe.


Los dictadores, por último, son figuras que nos producen curiosidad y pavor al mismo tiempo, y que los autores han explorado para tratar de explicar ese lado perverso de la humanidad, o para mostrarnos un tiempo con sus luces y sus sombras. Vargas Llosa lo hizo con Trujillo en La fiesta del chivo y, más recientemente, Antonio Scurati con su serie sobre Mussolini, comenzada con M. El hijo del siglo.

La vuelta a la Literatura de un Maestro.
