Libros que te hacen ver la realidad con nuevos ojos, recomendados por Txani Rodríguez
Hablamos con la autora de 'La seca' del contraste entre campo y ciudad, de los hijos de la migración y de los libros que le fascinan

La protagonista de La seca, la nueva novela de Txani Rodríguez, regresa desde el País Vasco a Andalucía al pueblo de sus padres en el que pasaba la infancia. Allí, se enfrenta a varios choques. El de sus ideales con la realidad de la vida en el medio rural, y también con la relación con su madre enferma, a la que debe cuidar. Como ya hiciera en Los últimos románticos, que nos recomendó Ignacio Martínez de Pisón, la autora parte de la realidad para trazar un complejo mapa humano que busca comprender y empatizar con otras vidas. Hablamos con ella de esta nueva novela y nos recomienda libros que te hacen ver la realidad con nuevos ojos.

“Creo que de la experiencia propia he partido siempre en todo lo que he escrito”, explica Txani Rodríguez. En el caso de La seca, quizás un poco más. “La coincidencia entre Nuria, la protagonista, y yo es más clara. El punto de partida de la novela es una chica de Llodio, que es además mi pueblo, un pueblo industrial de Álava, que vuelve con su madre al pueblo al que pertenece su familia, donde están sus orígenes. Yo comparto el punto de partida y el punto de llegada. Ese pueblo al que van, que es el pueblo también de mi madre, en esta zona del Parque Natural de los Alcornocales. Y todavía hay una coincidencia más, yo como ella también soy hija única y aquel verano de la pandemia me tocó justo los meses anteriores cuidar de mi madre también".

Pero eso es solo el punto de inicio de la ficción. "Una vez que llegan al pueblo ya no tienen nada que ver, ya he elaborado una trama. Parto de una situación que conozco, no sé si para tener algo de confianza en el anclaje y luego decir cosas que también tienen mucho que ver conmigo, mi mirada y mis mensajes, pero ayudada por la ficción”.
Regresar al origen
Esa vuelta al pueblo presenta uno de los temas de la novela, el contraste entre la visión y la conciencia urbana con la realidad de una forma de ganarse la vida basada en el campo. “Yo quería invitar a una reflexión para un problema para el cual yo no tengo solución, porque no es una novela de tesis”, aclara Rodríguez. “Es una novela que está escrita desde la perplejidad y desde la preocupación. Es cierto que existen estas dos corrientes, los que quieren preservar el paisaje y los que tienen que seguir viviendo en esas zonas y no van a vivir del aire".
"Pero yo creo que no es tanto quizá la confrontación campo-ciudad, sino simplemente distintas sensibilidades", apunta la autora. "Yo creo que en el campo hay gente también que es muy sensible a determinados cambios, a determinadas políticas agrícolas más agresivas y, al igual que en la ciudad, hay gente a la que le da igual todo. Tampoco veo un campo, veo muchos campos porque los intereses son cruzados. Pienso que habría que hablar, habría que escuchar más unas partes a otras”.
Txani Rodríguez apunta a un caso paradigmático. “En la novela hay un ejemplo que yo creo que es muy ilustrativo, que es el de los aguacates, que en Málaga ha prosperado mucho y es agresivo porque no hay tanta agua. El aguacate necesita muchísima agua para crecer. Entonces se está plantando muchísimo aguacate, se están secando ríos incluso, aparte que ha habido operaciones de la Guardia Civil, pues ya por robo de agua, cosas muy tremendas. Está mal, pero luego se va a los campos y se le dice a la gente lo que tiene que hacer, pero en la ciudad seguimos consumiendo aguacate. Evidentemente, si se planta es porque se demanda. Entonces somos muy incoherentes, no hacemos nada tampoco que nos encumbre tanto como para poder ir con esa autoridad”.
Junto con esa problemática, La seca también habla de reconectar con las raíces de una generación hija de migrantes que abandonaron Andalucía, Extremadura o Castilla La-Mancha para trabajar en la industria. “En 2013 publiqué una novela que se titulaba Agosto, que justo hablaba de eso. Agosto era el mes en el que la clase trabajadora cogía vacaciones en mi pueblo, por ejemplo, que es industrial. La novela hablaba un poco de lo que supusieron también las casas regionales, los centros andaluces, extremeños… Yo he crecido en ese ambiente. Mi padre murió en 2009 y en el duelo pensé un poco en lo que se había representado en su propia vida, que es la vida de tanta gente. Y me di cuenta de lo poco que había sobre el tema. A mí me parecía de ley reconocer la enorme aportación de todas esas personas que llegaron allí a trabajar y que dieron tanto y en momentos tan duros y tan complicados. Y en esta novela sigue coleando ese asunto”.
Una de las consecuencias de esa migración, explica Txani Rodríguez, es la soledad. “Aquí hablo de un personaje que tiene miedo a la soledad y sobre qué pasa a los hijos de la migración. La migración de manera natural siempre conlleva algo de soledad, porque crecemos sin un aparato familiar. Nuria, la protagonista, lo dice en algún momento, no tiene primos, no tiene tíos. Es algo que condiciona al menos a la primera y segunda generación de la migración, se cuela en absolutamente todos los temas de los que quieras hablar”.
Libros que te hacen ver la realidad con nuevos ojos
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Yo no conocía a Yan Lianke para nada. Una vez paré en una librería de Úbeda, una de esas veces que bajo al sur, y el librero del Agente secreto me lo recomendó. Lo compré sin mayor noticia y me impresionó. Me impresionó muchísimo la historia, que habla de un caso real de venta de sangre. Se contagió mucha población con sida. Murió muchísima gente. Además, por una razón codiciosa, porque se empezó a faltar el cuidado debido para hacer este tipo de operaciones. Pero el autor consigue contar todo eso de una manera mágica, a través de la mirada de un niño ya muerto, otra víctima. Es un libro totalmente mágico. Me asombró el punto de vista, la elegancia con lo que lo cuenta. Incluso es capaz de introducir algo de humor y trascender a ese hecho tan absolutamente tremendo que aconteció. Me resultó revelador y me confirmó que hay muchas maneras de narrar y muchas formas de acercarse a temas. Que el tema nunca condiciona el tono.
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Me ha gustado este año descubrir a Víctor Catalá, que ha publicado en Nórdica La madre y la ballena. Víctor Catalá era en realidad Caterina Alberti Paradís, una autora del XIX, que me pareció al leerla muy moderna por los temas que tocaba. Ella asumió este seudónimo masculino porque ganó un premio muy conocido en Cataluña con un cuento, La infanticida, y al jurado le pareció ya de entrada duro si fuera un hombre. Pero cuando abrieron la plica y vieron que era una mujer, les pareció imperdonable. El caso de una madre que mata a un hijo. Tanto es así que le retiraron el premio. Entonces ella dijo, así vale, pues Víctor Catalá. El libro que ha publicado Nórdica toca temas que a mí me han dejado boquiabierta, porque a veces creemos que estamos continuamente descubriendo la pólvora y casi todo se ha tratado ya. En este libro de Víctor Catalá se habla del maltrato a las personas mayores, de los cuidados también. Se habla de amor entre dos mujeres. Se habla de violaciones y de qué puede hacer después una víctima. Me sorprendió mucho por esa modernidad. También por el estilo, porque creo que describe muy bien la ciudad, Barcelona. Y también ese otro mundo que no pertenece a la ciudad y que en Cataluña pertenece tanto al mar como a la tierra. Y en ambos casos, porque algunos cuentos los sitúa en la costa y otros en el interior, creo que es fascinante como la plasticidad que desprende la narrativa de esta mujer.
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Me gusta mucho Miren Agur Meabe, la autora en general. Recomiendo todo, la poesía, los relatos. Y hay un libro que me gustó particularmente que se titula Un ojo de cristal. También me gusta por el manejo del idioma y por la honestidad que transmite el libro. Es brutalmente honesto. Es la vida de una mujer, en un momento muy determinado. Y creo que también es muy revelador en muchos sentidos.
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Yo creo que el libro que más veces me he leído de la vida es La regenta, Creo que descubro cada vez el portento de narrativa que era el naturalismo y ese tipo de literatura que se hacía. Y toda la retranca del autor que me gusta mucho. Esto de decir sin decir y de mostrar tanto. No creo que sea una influencia, pero sí que me resulta muy gozoso volver a él de vez en cuando. Creo que es equiparable además al Rojo y Negro de Stendhal, o a la Cartuja de Parma, a Madame Bovary, o a Ana Karenina.