Los mejores libros de humor para olvidarse de la realidad por unas horas
Asomarse a la actualidad últimamente es sinónimo de evocar el comienzo de Historia de dos ciudades (“era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos”) pero quedándose en la segunda parte. En efecto, las noticias cuando no alarman, deprimen. En momentos como estos, es humano buscar una vía de escape. La literatura, que tanto nos puede ayudar desde la reflexión, también nos ofrece evasión. Por ejemplo, a través del humor.
La literatura humorística es un arte que muchas veces se considera menor, reducido por algunos a mero pasatiempo. Sin embargo, la comedia no solo nos ayuda a tolerar la vida, sino que gracias a ella podemos adquirir una distancia que nos permite ver la realidad desde una perspectiva distinta. La sátira, por ejemplo, disecciona nuestro mundo para presentárnoslo en su forma más ridículamente desnuda. Es el caso de ¡Que entre el cerdo hormiguero!, novela en la que Jessica Anthony nos presenta a un congresista conservador de EE UU cuya carrera cambia al recibir un misterioso regalo: un cerdo hormiguero disecado.
El humor, por otro lado, también es una forma de diseccionar las miserias cotidianas y hacerlas más digeribles. En Subidón, Joaquín Reyes se fija en la fama y las ansias de notoriedad tan propias de nuestro tiempo para crear situaciones que provocan hilaridad por lo que tienen de identificables.
Hay veces que el humor es indisociable de un autor, y se convierte en la manera en la que tiene de ver el mundo. Es el caso de Fran Lebowitz, periodista y escritora cuya imagen pública ha eclipsado su obra, pero que en los textos incluidos en Un día cualquiera en Nueva York demuestra su talento a la hora de desgranar la vida en la gran ciudad en situaciones llenas de comicidad.
El humor, como sabemos, también tiene colores. Shalom Auslander es de esos escritores a los que les gusta negro como el café. En Mamá para cenar lo hace de nuevo con una premisa inquietante. Unos hijos que deben cumplir la última voluntad de su madre para cobrar su herencia: comerse su cuerpo.
Otros autores buscan el humor en lugares menos escabrosos. Joaquín Bergés en Peregrinas nos presenta a tres octogenarias que se escapan de su residencia con la excusa de hacer el camino de Santiago, en una novela en la que la ternura se funde con la risa.
Para terminar, dos recuperaciones de la literatura humorística del pasado siglo. En La tesis de Nancy, Ramón J. Sender se vale de una estudiante estadounidense para reírse (y hacernos reír) de nuestras costumbres y contradicciones. En Los juicios de Rumpole, John Mortimer mezcla la intriga a través de un estrafalario abogado.
Fundamental para entender que el humor a veces no es un chiste y ya está, sino que puede ser una manera de expresar algo muy serio, que se puede educar con una sonrisa como hacemos con la Fundación Gomaespuma.