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Manuel Alejandro: los libros detrá de una vida llena de canciones

El compositor de algunas de las canciones más famosas del último medio siglo en español publica su libro de memorias.

Manuel Alejandro (Foto: Librotea)
Manuel Alejandro (Foto: Librotea)
Guillermo Arenas España /

Incluso los que no reconozcan su nombre han oído, e incluso cantado, alguna de sus canciones. Manuel Alejandro es el hombre detrás de algunos de los grandes éxitos de la canción en español desde hace más de medio siglo: Yo soy aquel, Como yo te amo, Soy rebelde o Manuela son algunas de ellas, escritas para los grandes nombres de la canción popular, desde Raphael a Rocía Jurado o Julio Iglesias, en España y América latina. Ahora, a sus 93 años, publica un libro de memorias, Vibraciones y elucubraciones de un escribidor de canciones, en los que no solo cuenta su experiencia, desde un niño en Jerez que crecía con la influencia de la música, sino que también reflexiona sobre el propio arte de la canción. Con él hablamos de una vida llena de canciones y algunos de sus libros favoritos.V, en los que no solo cuenta su experiencia, desde un niño en Jerez que crecía con la influencia de la música, sino que también reflexiona sobre el propio arte de la canción. Con él hablamos de una vida llena de canciones y algunos de sus libros favoritos.

Video: entrevista y libros recomendados de Manuel Alejandro

Manuel Alejandro: entrevista y libros recomendados
Manuel Alejandro (Foto: Librotea)


Cuenta Manuel Alejandro que Vibraciones y elucubraciones de un escribidor de canciones era un libro que tenía que escribir ya, apremiado por el tiempo. “Llega este libro porque estoy viendo que esto se acaba y quería contar algunas cosas. Porque lo mismo que habrá fans que hayan seguido mis canciones, creo que les gustará saber qué me ha movido a todo eso”, confiesa. “En este libro cuento qué es lo que ha hecho, qué es lo que me ha formado el carácter para llegar a escribir todas estas canciones”.

Esas elucubraciones, como él las llama, él las define: “No son reflexiones, porque las reflexiones son ideas formales del ser y las elucubraciones son fantasías, por lo general, del ser, que precisamente es lo que me ha hecho escribir canciones, la fantasía de figurarme cosas”. Cuenta el compositor que, desde muy pronto, sabía que la música era su destino. “Lo he tenido muy claro desde pequeño, por dónde nací, porque nací con la influencia de mi padre tocando desde que nací prácticamente el piano con sus obras clásicas, sinfónicas, que fue lo que me formó. Yo nací oyendo a Jorge Negrete y a Antonio Machín, y también a Juan Sebastián Bach y a Wagner, nada que ver”.

Compositor por accidente

Así, Manuel Alejandro creció con la influencia de la música clásica por parte de su padre, compositor él mismo, pero también con la música popular que le rodeaba en su Jerez de la Frontera natal. “A la hora de escribir canciones, me fui por la influencia que tenía de ese Bach y ese Wagner en las melodías. Sin embargo, en las letras seguí o perseguí lo que me rodeaba en Jerez de la Frontera, que era el barrio de gitanos donde yo vivía, donde oía cada día los cantes flamencos con esas letras trágicas. Seguramente de ahí vienen mis apasionadas letras”, cuenta. “He mamado desde pequeño esas letras tan bonitas y tan trágicas que cantan en esos cantes flamencos del martinete, de la soleá y tantos cantes que oí desde pequeño y hasta los 20 años prácticamente todos los días. Ahora, imitar al flamenco, la melodía flamenca, eso no se puede. Para eso hay que ser gitano. Raro es cuando sale alguien cantando bien flamenco que no es gitano”.

Sin embargo, componer canción popular fue un accidente, motivado por una lesión en el brazo cuando era adolescente. “Si no me llego a fracturar el brazo derecho, yo no creo que hubiese escrito una canción”, recuerda. “Hubiese seguido estudiando la sonata de Beethoven y composición en el Conservatorio, y hubiese seguido la obra que también como sinfonista hizo mi padre. Hubiese tenido la canción a lo mejor como aficionado, pero nunca me habría dedicado a ella. Mi padre llegó un momento que me presentó a unas oposiciones a directores de bandas de música de la Armada, porque él lo había sido antes. Y yo no pude presentarme o me descartaron en el primer examen porque era necesario haber hecho el servicio militar, que no hice precisamente porque tenía el brazo fracturado. Entonces, ya empezamos a ver si hacía alguna cátedra del Conservatorio, de armonía, de fuga… Pero yo ya me había metido por la canción, empecé a escribir canciones una detrás de otra, y ya no había quien me parara”.

En ese cancionero, Manuel Alejandro también advierte que cultivó un tipo de composición distinta. “Seguí el estilo de la canción de España de otra manera, yéndome a cómo lo hacían los franceses y los italianos”, apunta. “En España, lo que estuvo de moda fue la copla, la canción española, En aquella época, los cantantes que iban a América y que triunfaban cantaban canciones más bien folclóricas. Eso yo lo fui adaptando a la canción nueva, a la canción italiana o francesa que se hacía en Europa”. También señala otro factor importante: “Los cantantes me han hecho escribir canciones. Hay cantantes, en el caso de España de Rocío Jurado, que le escribí canciones a ella por la imagen que ella daba. A lo mejor, si ella no llega a existir, hubiese escrito otro tipo de canción. Pero todos los cantantes que he tenido alrededor me han determinado el estilo de canción que he hecho.

La filosofía como constante

Al accidente que dio origen al Manuel Alejandro compositor también hay que culpar de otra de las pasiones del músico, la filosofía. “Yo me formo en ella accidentalmente”, explica. “Cuando me fracturé el brazo, tocaba cosas escritas para la mano izquierda, lo primero que me puso mi padre cuando tuve que dejar a los 16 años de tocar el piano con las dos manos, fue una obra de Ravel, que era el Concierto para la mano izquierda. Ese concierto estaba dedicado a Paul Wittgenstein, hermano de Ludwig Wittgenstein. Mi profesor me explicó que era un gran filósofo en aquella época, y leí una obra suya, que no entendí en aquella época, que se llamaba el Tractatus. Y el Tractatus me llevó a obras más sencillas y más genuinas y más antiguas: a los sofistas y luego a otros filósofos. Siempre, toda mi vida, estuve leyendo algún filósofo, a algún sofista, humanista”.

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