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Traducciones literarias: el arte de trascender fronteras

Traducciones literarias: el arte de trascender fronteras. Getty.
Traducciones literarias: el arte de trascender fronteras. Getty.
Nina Schleich España /

¿Alguna vez te has detenido a pensar en quién está detrás de las palabras de ese libro que te ha atrapado y que, aunque fue escrito en otro idioma, puedes leerlo como si hubiera sido hecho para ti? La magia de las traducciones literarias está en eso: en transformar lo extranjero en algo íntimo, como si el autor hubiera conocido tus experiencias y emociones.


Entender la lengua

Detrás de cada línea traducida en un libro hay un traductor o traductora que no es el autor original, pero que ha interpretado y revivido cada palabra toparon con traducciones que incluían palabras misteriosas y coloquiales como “tío”, “pijo” o “guay”, como en los libros de Charles Bukowski, que leíamos sin tener ni idea de lo que querían decir. Así, la traducción se vuelve no solo un puente de palabras, sino de significados y emociones entre culturas.

Este es el reto diario del traductor literario: captar la esencia de una obra y darle vida en otro idioma sin que se pierda ni un ápice de la calidad y profundidad literaria del original. Para eso, no basta con conocer el idioma, sino que es fundamental entender la cultura, el contexto y las sutiles diferencias que puede tener una palabra aquí y allá. El traductor no solo debe ser fiel al texto, sino también encontrar el tono, el estilo y el ritmo que hagan que la obra cobre vida de nuevo en otro idioma. Este trabajo es una mezcla compleja de técnica y creatividad que en muchos casos lleva años de práctica y aprendizaje.

Por esta razón, en cada país de habla hispana, e incluso en distintas regiones, los textos se traducen con su propio toque local, para que todo tenga sentido en el lugar donde se va a leer. Los matices culturales, las expresiones idiomáticas y las referencias locales se adaptan al contexto del lector o se mantienen con explicaciones breves. De este modo, un lector de América Latina y uno de España pueden conectar con el mismo texto y disfrutarlo sin perder la autenticidad de la obra. La traducción literaria es un trabajo en equipo: el traductor trabaja en colaboración con editores y revisores que se aseguran de que el resultado final fluya y mantenga la coherencia del original.

En México, el arte de la traducción tiene una historia fascinante que comienza con los misioneros en el siglo XVI. Ellos tradujeron textos religiosos al náhuatl y a otras lenguas indígenas con fines evangelizadores. Siglos después, en el XX, figuras como Alfonso Reyes se encargaron de traducir poesía inglesa y francesa, además de escribir ensayos sobre la importancia de las traducciones para enriquecer la cultura mexicana. Actualmente, la traducción en México abarca múltiples géneros y lenguas, y con instituciones como la UNAM y la Secretaría de Cultura apoyando proyectos de traducción, tanto de literatura extranjera al español como de lenguas indígenas al español, este trabajo se ha convertido en una herramienta fundamental para conservar lenguas originarias y darles espacio en el ámbito literario.

Un poco de historia mundial

La traducción ha sido una herramienta de comunicación desde los primeros tiempos. Si nos vamos a los inicios, encontramos que los egipcios, griegos y romanos ya traducían para compartir conocimiento. Uno de los primeros registros de traducción es el poema épico Gilgamesh, que, desde su idioma original, el sumerio, fue traducido al acadio, lo cual facilitó su difusión en la región mesopotámica.

Así, los textos traducidos se convirtieron en un medio para transmitir cultura y filosofía a pueblos de distintos orígenes. Otro ejemplo muy antiguo es la traducción de textos religiosos, como la Biblia. En el siglo III a.C., 72 traductores trabajaron en Alejandría para traducir el Antiguo Testamento del hebreo al griego, creando la famosa Septuaginta. Gracias a esto, el judaísmo y el cristianismo encontraron nuevas audiencias en pueblos de habla griega.

Durante la Edad Media, en la ciudad de Toledo (España), hubo un importante centro de traducción donde judíos, musulmanes y cristianos colaboraban para traducir textos griegos y árabes al latín. En Bagdad, la famosa Casa de la Sabiduría hizo un esfuerzo similar al traducir textos científicos y filosóficos del griego al árabe. Todo esto permitió que el conocimiento se mantuviera vivo y accesible hasta el Renacimiento, cuando se redescubrieron muchos de estos textos.

En América Latina, la traducción literaria comenzó con la llegada de los colonizadores. Los españoles trajeron consigo obras religiosas y literarias que misioneros tradujeron al náhuatl, al quechua y al guaraní. Sin embargo, el propósito de estas traducciones no era tanto preservar las culturas indígenas, sino evangelizar. Fue más adelante, ya con la independencia, cuando comenzaron a traducirse al español obras de otros autores. Así llegaron Victor Hugo, Shakespeare y Goethe a México, Chile y Argentina. En el siglo XX, autores como Jorge Luis Borges y Julio Cortázar también fueron traductores; gracias a ellos, América Latina tuvo acceso a la literatura contemporánea de autores como Kafka, Faulkner y Proust, consolidándose como una región lectora y traductora a la vez.

Algunas traducciones se han vuelto tan importantes como las obras mismas. La Divina Comedia, de Dante Alighieri, por ejemplo, fue traducida al español en el siglo XV por Enrique de Villena, mientras que el Quijote de Cervantes fue traducido al inglés por Thomas Shelton en 1612, marcando su entrada en el mundo anglosajón.

En México, una de las traducciones emblemáticas es el Hamlet de Shakespeare, traducido por el poeta Salvador Novo, cuya versión es un referente en la literatura mexicana. Asimismo, la traducción de Ulises, de James Joyce, al español por el argentino José Salas Subirat causó gran impacto en el mundo de habla hispana. México es uno de los países donde más se ha estudiado esta obra. La traducción al inglés de Cien años de soledad por Gregory Rabassa dio a Gabriel García Márquez una relevancia global, conectando el realismo mágico con lectores anglosajones.

La traducción de lenguas minoritarias

A lo largo de los años, se han traducido también lenguas poco conocidas o minoritarias, como el sánscrito, el tibetano y el finlandés. Las epopeyas de la India antigua, como el Mahabharata y el Ramayana, han sido traducidas al español, y con ello los lectores hispanohablantes han tenido acceso a estos textos fundamentales de la cultura india.

En este lado del mundo se han traducido obras de lenguas africanas como el suajili, así como del sudeste asiático, como el tagalo y el vietnamita. Estas traducciones son infrecuentes y suelen hacerse en el ámbito académico o como parte de proyectos de preservación cultural, con el objetivo de fomentar la comprensión intercultural y enriquecer la literatura en español.

La traducción de lenguas originarias es especialmente importante en México, donde el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas se ha dedicado a traducir documentos legales y literarios a lenguas como el náhuatl, maya, mixteco y zapoteco. Este esfuerzo no solo busca preservar estas lenguas, sino también visibilizarlas y permitir que sus literaturas se integren al panorama nacional. Algunas autoras indígenas como Nadia López García y Yásnaya Elena Aguilar han contribuido a esta labor al escribir en lenguas originarias y en español, llevando la literatura indígena a un público cada vez más amplio. Aunque aún quedan retos, como la falta de traductores especializados y recursos, este esfuerzo sigue avanzando.

Hoy en día, algunas editoriales están comenzando a colocar el nombre del traductor en la portada de los libros, reconociendo su papel en el acercamiento de historias extranjeras al público local. Y es que el traductor y la traductora no son simplemente intermediarios: cada palabra que eligen para expresar lo que el autor original quiso decir nos permite entrar en un universo literario y cultural que de otra forma sería inaccesible.

El futuro

El futuro de la traducción literaria parece estar entrelazado con la tecnología. Aunque herramientas de traducción automática como la inteligencia artificial están avanzando, el ojo y el oído humanos siguen siendo indispensables en el mundo de la literatura. La precisión y el alma que un buen traductor imprime en cada página aún no pueden ser replicadas por una máquina. Y es que, si bien la tecnología puede ser útil en ciertos aspectos, la esencia del trabajo literario está en las manos de quienes se dedican a traducir desde el conocimiento profundo, la empatía y la sensibilidad cultural.

Así, la traducción literaria continuará evolucionando, pero siempre de la mano de quienes dedican su vida a convertir el arte de un idioma en una experiencia universal.





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