La escritora

–¿Y la escritora? –pregunto–. ¿Cómo es? ¿Quién es? –No tengo la menor idea. –¿No lo sabes? –No. –¿No sabes nada de ella? –Nada, sólo que es una escritora muy buena, y que el editor que por fin se ha decidido a publicar sus obras, se está haciendo de oro. –¿Y hasta ahora nadie se había enterado de lo buena que era, que es? –Nadie. Ella, cada vez que terminaba una novela, la mandaba a distintas editoriales pero se las rechazaban siempre, hasta que un editor, un editor joven que acaba de montar una pequeña editorial, encontró, según me han dicho en el sótano del edificio en el que se había instalado y que había pertenecido a una gran editorial ya desaparecida, una de sus novelas manuscritas y, al leerla, se había quedado maravillado. Entonces buscó a la autora de la que consideró una obra maestra, la encontró, le publicó esa novela, y después, en vista del éxito obtenido, le está publicando todas las demás, todas las que la mujer ha escrito a lo largo de su vida y que seguían manuscritas. –La historia es bastante increíble –digo, escéptico a mi editor–. Creía que esas cosas ya no pasaban.