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La literatura del cansancio: lo que los libros nos dicen del signo de nuestro tiempo

Especial La literatura del cansancio: lo que los libros nos dicen del signo de nuestro tiempo

Carlos Rey España /

Cada época tiene sus temas literarios, corrientes que atraviesan la obra de autores diversos para marcar lo que se ha denominado zeitgeist, el espíritu de los tiempos. Si el siglo XVIII fue el del romanticismo y el XX el del existencialismo, solo hay que revisar los libros que se publican para ver que, en esta oferta caleidoscópica y en la que los nichos son cada vez más grandes, hay un tema recurrente que nos habla mucho del tiempo en el que vivimos: el cansancio. De la novela al ensayo, de la autoayuda a la filosofía, el cansancio contemporáneo se nos presenta en las páginas en todas sus formas: del cansancio físico, la falta de descanso y el ansia de producir o consumir sin fin al cansancio vital, esa sensación de no tener un futuro que nos lleva a la apatía. Una constante que nos hace preguntarnos cómo hemos llegado hasta aquí y, sobre todo, cómo podemos salir de ahí.

¿Cuáles son los orígenes de este cansancio profundo, casi crónico? Depende del autor al que preguntemos. En su La sociedad del cansancio, el filósofo coreano Byung-Chul Han  señala a las secuelas de una sociedad capitalista en la que el individuo está llamado a producir de manera constante, confundiendo su valor con su trabajo, como la clave que lleva a esta sociedad de personas que se sienten vacías por dentro. Para la también filósofa Remedios Zafra en El entusiasmo, este cansancio es hijo de la precariedad, y la perspectiva de un futuro en el que el individuo no cree tener capacidad de acción, mientras que la creatividad es el único motor para combatirlo. De una manera similar, en No puedo más la periodista Anne H. Petersen apunta a una mezcla de esa exigencia de productividad y de la falta de perspectivas de futuro como el cóctel que ha provocado que la generación millennial se vea exhausta.

Mientras que el ensayo apunta a las causas, la ficción explora sus efectos, retratando lo que nos sucede a muchos y a muchas, y haciéndonos sentir identificados. No es casualidad que un libro como Mi año de descanso y relajación, de Otessa Moshfegh, la crónica de una apatía extrema pese a tener la vida resuelta, se haya convertido en un libro de cabecera de los últimos tiempos. Otras consecuencias de ese cansancio son la insatisfacción sentimental que vive la protagonista de Todo empieza con la sangre, de Aixa de la Cruz, o el desconcierto de la protagonista de Consumir preferentemente, de Andrea Genovart.

Ese devenir contemporáneo no solo queda reflejado, sino que también es combatido, de alguna forma, por autores y autoras que buscan entre el presente nuevas maneras de enfrentarse a ese vacío. Soluciones que pasan por vías muy distintas, desde subvertir con pequeños actos el sistema desde dentro, como nos propone Sara Mesa en Oposición, a mirarnos desde el futuro en forma de fábula como en El Jardín del diablo, de Iván Repila. Todo con tal de dejar de estar cansados.


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