
Especial No lo llames novela negra ni ciencia ficción: una nueva era de la literatura de género
El último premio Booker, la novela de Samantha Harvey Orbital, transcurre en una misión espacial. El contexto, que en cualquier otro caso nos llevaría a una novela de ciencia ficción, sirve a la autora británica para enfrentar a sus personajes ante lo desconocido y replantearse su propia existencia. El pasado año, el ganador del Premio Nadal, decano de los galardones literarios españoles, fue César Pérez Gellida, autor conocido por su trayectoria en el thriller y la novela negra, con una obra sobre crímenes en la Extremadura empobrecida de principios del siglo XX. Dos casos dispares en temática, origen e intenciones, pero que sirven para demostrar que la literatura de género ha trascendido los márgenes definitivamente.
Tanto la novela negra como la ciencia ficción, la literatura de terror o la narrativa fantástica han sido durante largo tiempo relegadas a la categoría de “literatura de género”, un término que, salvo en contadas excepciones, les relegaba a igualarse a la alta literatura, aquella que pasa a formar parte del canon literario y que no se entretiene con asesinos en serie, naves interplanetarias o mundos imaginarios. Un juicio que también han sufrido autores consagrados, como Ana María Matute, con obras que fueron en su momento consideradas con literatura infantil solo por situarlas en mundos fantásticos. Una brecha que solo en la novela negra clásica, con Chandler, Hammett y algún autor más, se lograba superar.
La prueba de que algo ha cambiado en los últimos tiempos con la literatura de género la encontramos en cómo valoran la obra de Stephen King muchos de los grandes autores del presente. It o Cementerio de animales son algunas obras que son recomendadas con frecuencia en Librotea, sin ir más lejos. El autor de best sellers, conocido por crear mundos de terror y ciencia ficción, es para las generaciones más jóvenes un nombre que inspira el mismo respeto que autores intocables. Es, por ejemplo, uno de los referentes de Nuestra parte de noche, la novela de Mariana Enriquez ganadora del Herralde y un long seller que se ha convertido ya en una obra de culto.
Al igual que Enriquez, otros autores, pero especialmente autoras, han partido del terror para crear su propia voz, explorando miedos contemporáneos en los que lo físico y lo mental adoptan formas que salen de la realidad. Desde Mónica Ojeda a Samantha Schweblin, Layla Martínez o María Fernanda Ampuero, el terror o lo desasosegante son el punto de partida para explicar unos mundos, no solo para jugar dentro de los cánones de un género.
Ese cambio de perspectiva, que los géneros sirven para explicar cualquier cosa, es algo que varias generaciones de autores jóvenes han entendido de manera completamente natural. No solo a través de la literatura, sino del cine, han bebido de una mezcla de géneros que han hecho que separar la alta literatura del nicho no tenga sentido. Eso se traduce en universos propios, alejados del realismo canónico, y nuevas posibilidades narrativas.