César Pérez Gellida y los libros que se quedan grabados en la memoria
Con 'Nada bueno germina', el autor continúa su premiada 'Bajo tierra seca' con una historia negra ambientada en los comienzos del siglo XX.

Cuando llegó Bajo tierra seca, la novela con la que César Pérez Gellida ganó el Premio Nadal en 2024, nada hacía presagiar que los personajes de esa novela dura de crímenes rurales tuviera una continuación que lleva a sus dos personajes principales a otros lugares de España. Sin embargo, eso es precisamente lo que hace el autor vallisoletano en Nada bueno germina, con el que cierra un díptico en el que se ha sumergido en el comienzo del siglo XX en un thriller negro sobre pasiones y ambiciones que, además se inspira en algunos personajes reales. Hablamos con él de esta nueva obra y nos recomienda libros que impactan y se quedan grabados en la memoria.
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Confiesa César Pérez Gellida que no recuerda exactamente cuándo decidió que Bajo tierra seca merecía una continuación, en especial los personajes de Antonia Monterroso y Sebastián Costa. “Mi forma de escribir, de crear la historia, no contempla un guión previo ni una escaleta a la cual yo me tenga que ceñir conforme voy avanzando en la historia, sino que una escena me va llevando a otra”, explica. “Tenía muy claro cuando empecé a escribir Bajo tierra seca que el epicentro de la historia, el eje gravitacional, era el personaje de Antonio Monterroso. Pero en la medida en la que voy avanzando en la historia van surgiendo unos personajes que yo entiendo que son importantes para poder crear el resto de la trama y surgen personajes que van ganando importancia”.
Cuando estaba terminando la novela anterior, se abrió esa posibilidad. “Empecé a hacerme estos planteamientos: puede ser una novela conclusiva o puede tener una continuación”, recuerda. “En mi cabeza la primera opción era que fuera conclusiva y si tuviera una continuación en el futuro que no afectara al final de Bajo tierra seca. Para mí, el final de esa novela podría ser perfectamente conclusivo. Pero cuando llegué a ese final me di cuenta que podía existir una continuación con estos dos personajes, Antonia Monterroso y Sebastián Costa, en otra tesitura totalmente diferente”.

Sin embargo, desde el principio Pérez Gellida no quería hacer una continuación al uso. “La atmósfera tenía que ser diferente”, cuenta. “Bajo tierra seca se desarrolla en un ambiente evidentemente rural, en una zona muy golpeada por la pobreza, como es Extremadura a principios de siglo, y yo quería que la atmósfera cambiara completamente. Pasamos de una atmósfera hostil, muy ligada a la tierra, a una atmósfera también muy hostil, pero muy urbana. La fase de documentación de Bajo tierra seca me ayudó mucho para el contexto general de la época, pero luego nada tiene que ver la vida en la ciudad a principios de siglo con la vida en un pueblo como Zafra o Almendralejo. Y todo esto, a mí me supone siempre un incentivo”.
Desarrollo de los personajes
Así, los lectores que conocieron a Antonia Monterroso y Sebastián Costa en un pueblo de Extremadura asolado por la pobreza les verá ahora en otra tesitura, desde el Madrid del Ritz al Valladolid natal de Gellida. También verá a unos personajes que, en su relación, se van desenvolviendo de forma diferente. “Antonia es una gran manipuladora, una mujer que está acostumbrada además a manejar a los hombres y, de repente, se da cuenta que Sebastián Costa no es el hombre tipo que ella está acostumbrada a manejar”, explica el autor. “En el arranque de Nada bueno germina ya estamos viendo que esa relación es como muy ecuánime, que tanto monta, monta tanto y que la gran diferencia que tienen entre los dos es lo que les motiva a cada uno. Antonia está claramente motivada por la ambición. La ambición, el hecho de seguir subiendo en ese escalafón social a través de lo económico para poder dar el salto al otro continente y empezar una nueva vida. Sin embargo, a Sebastián lo que le mueve mucho es la lealtad y él tiene ese sentimiento de camaradería también muy regado con el sexo con Antonia, pero principalmente a él lo que le mueve es la lealtad y ha encontrado a su compañera de viaje en Antonia. Pero las normas ¿quién las pone? Esta es la cuestión, y por ese motivo empieza a surgir este enfrentamiento”.
El lector de Nada bueno germina también apreciará un momento de ruptura, un giro en la historia de a su autor le costó varios quebraderos de cabeza, como reconoce en el epílogo. “El sentimiento que a mí me estaba preocupando cuando me acercaba hacia la mitad de la novela es que estaba perdiendo mucho el interés”, confiesa. “Estaba perdiendo el interés porque, si seguía por ese camino, nada de lo que ocurriese no era es algo que no haya leído ya un millón de veces. ¿Cómo salir de ese túnel en el que yo me estaba metiendo? Hay distintas opciones, unas más fáciles de desarrollar y otras más complicadas. Las opciones complicadas siempre tienen un peaje. El peaje que yo he tenido que pagar para desarrollar esa opción tan compleja ha sido muy elevado. Los lectores lo entenderán cuando lleguen a esa última parte del libro. Sin embargo, es una decisión que resulta a la postre muy acertada, que tiene unos resultados para mí excelentes en la novela porque da un giro muy grande, no tanto argumental, que también, pero sobre todo es un giro de perspectiva, porque introduces otros personajes”.
Esos personajes le llegaron a Gellida de su trabajo de documentación, y están basados en personas reales. “En el caso del comisario Fernández Luna, que yo lo tenía anotado y tenía su histórico vital desarrollado, aparece por necesidad”, indica. “En la medida en la que yo voy investigando sobre la figura histórica de Fernández Luna no he podido tener más suerte porque, los lectores lo entenderán, ocupa un vacío necesario. Es el gran investigador de toda esta historia y además con un perfil totalmente diferente a lo que estábamos leyendo anteriormente. Lo llamaban el Sherlock Holmes español porque utilizaba el método deductivo como método de investigación. Estamos hablando de 1918 y es absolutamente novedoso. Esto ya aporta en sí mismo un ingrediente fundamental a la trama”.
El otro personaje clave es el de Marte Richard, una espía. “Surge leyendo historias del hotel Ritz de Madrid. Encontré una publicación que hablaba de las historias de principios del siglo, qué personajes famosos acudieron a esas habitaciones y ahí me encontré con que España en el periodo de entreguerras el Ritz era un epicentro importante del espionaje de los dos lados, tanto para el eje como para los aliados. Ahí surgió el personaje de Marte Richard como una agente doble, francesa, que trabajaba para el servicio secreto francés, pero también estaba integrada del servicio secreto alemán, sacando muchos secretos de los alemanes, como hacían las buenas espías, a través de las relaciones amorosas. Ese personaje me sirvió también para rellenar otro vacío que se produce en la novela”.
Un cambio de camino que Pérez Gellida se alegra ahora de haber tomado. “Mi sensación cuando termino Nada bueno germina, incluso antes de escribir la última escena, es una sensación de orgullo que no he tenido en otras novelas”, asegura. “No recuerdo haber tenido esa sensación de decir qué buena decisión continuar con estos personajes, qué buena decisión complicarme la vida y qué buena decisión arriesgarme en el desenlace”. Esa sensación, ahonda, le lleva a plantearse otras preguntas. “Me planteaba explorar otros momentos históricos, hacerme fuerte en ese thriller histórico, lo que da muchísimo para escribir. Lo que pasa es que en mi trayectoria, si la analizas, suelo hacer justo lo que no espera el lector, lo que no espera la editorial, porque mi obligación está en complicarme a mí la vida. ¿Volveré a esta época? Puede ser, no lo sé. Pero ahora me he querido complicar la vida con otra historia todavía para mí más compleja, de la que no puedo hablar porque ahora mismo”.
César Pérez Gellida y los libros que se quedan grabados en la memoria
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Una novela que en su día me marcó mucho. Lo que me gusta de esa novela es que, a nivel descriptivo, te hace sentir mucho dolor a través del personaje que realmente está pasando hambre, unas dificultades muy grandes casi por voluntad propia. Eso me marcó mucho.
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Me marcó mucho también el túnel de Ernesto Sábato, que es una de las novelas que de las pocas novelas que he releído en mi vida, porque esa sensación que me dio el desarrollo de personajes, lo que hace Sábato con la estructura de la novela y, si lo sacamos del contexto histórico, me parece que es absolutamente brillante.
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La más reciente que me he leído, y la verdad es que la tengo que recomendar también porque es de mi amiga Dolores Redondo, me ha parecido que, para la trayectoria que tiene Dolores y la cantidad de retos que ha superado, la cantidad de lectores que tiene, ha subido un par de peldaños más en esa escalera infinita que está subiendo. Me ha impactado y el final, y eso que a mí es muy difícil sorprenderme, me ha dejado con el gesto torcido.
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Recuerdo haberla releído y me gustó en la segunda lectura descubrir a nivel descriptivo cosas que me habían pasado desapercibidas la primera vez porque no las había albergado en mi memoria. Disfruté muchísimo con esa segunda lectura. Lo contrario me sucedió con Crimen y Castigo, la sensación que yo tuve al leerla la primera vez no la volví a encontrar en esa segunda ocasión y para mí resultó un fracaso.