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Nature writing: por qué cada vez se publican más libros con la naturaleza en el centro

Especial Nature writing: por qué cada vez se publican más libros con la naturaleza en el centro

Carlos Rey España /

Paradojas del mundo moderno: cuanto más cerca estamos de destruir el planeta, más leemos sobre él. En los últimos meses, han llegado a las librerías numerosos ensayos y libros de narrativa que tienen en la naturaleza a su protagonista principal. Es el caso de Un inmenso azul, de Patrik Svensson, y Laberinto mar, de Noemí Sabugal, ambos libros dedicados al mar desde distintas ópticas. O de Proscrito y salvaje, de Doug Peacock, libro autobiográfico sobre un activista medioambiental, y de Las bondades de la naturaleza, de Kathy Willis, ensayo sobre los efectos de la misma en enfermos de distintos tipos, pero hay muchos otros. Tanto es así que el término nature writing ya aparece con asiduidad en revistas y periódicos. Un interés creciente por la naturaleza que, pese a que no es nuevo, dice también mucho de nuestros miedos y nuestros anhelos.

El padre de todo esto, el nombre que viene a la mente cuando mencionamos los términos “literatura” y “naturaleza” es obviamente Henry David Thoreau, pero antes del autor de Walden ya hubo otros, en especial en el ámbito anglosajón, que hicieron de la unión y el entendimiento de la naturaleza su bandera. El párroco y naturalista británico Gilbert White o el explorador William Bartram fueron pioneros de esa observación y exaltación del entorno. Pero ha sido en la segunda mitad del siglo XX cuando hemos visto un mayor número de autores y autoras que nos hablan de la naturaleza no como escenario, sino como centro mismo de sus textos.

Literatura de la conservación y la aventura

A medio camino entre el ensayo, el diario y la narrativa, el nature writing se ha convertido en un género de pleno derecho, más allá de la divulgación o la arenga necesaria para evitar la destrucción del planeta. Libros como Una temporada en Tinker creek, de Annie Dillard, o Escritos sobre naturaleza, de John Muir, son un ejemplo: transitan entre la observación, la meditación, la filosofía y el relato autobiográfico. Que este género se haya abierto camino nos habla de la preocupación por el planeta, pero también de la necesidad de volver a un mundo más básico, sencillo y a la vez complejo, pero regido por unos ciclos que no los impone el hombre.

Dentro de esta inmersión en la naturaleza también puede haber un componente de aventura, o de probar los límites de cada uno. En España, un autor que lo ha llevado a la práctica es Gabi Martínez. En Un cambio de verdad, relata su experiencia como aprendiz de pastor en una de las zonas de clima más duro de Extremadura, mientras que en Delta hace lo propio tras pasar un año en el Delta del Ebro. Un componente que emparenta también con una estirpe de escritores viajeros como Bruce Chatwin o Paul Theroux, pero con una inmersión en la naturaleza más profunda.

Un deseo de escapar de lo urbano y de las lógicas capitalistas que, pese al desenlace cruel a Hacia rutas salvajes, sigue teniendo el mismo poder de seducción sobre los lectores. Una vía de escape para lo mundano, sí, pero también una idea de que vivimos de una manera que, en el fondo, sabemos equivocada.


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