Especial Vargas Llosa, la obra antes del autor
El fallecimiento de Mario Vargas Llosa, la triste noticia literaria del año, ha generado una infinidad de obituarios, artículos y columnas de opinión sobre el que se considera casi unánimemente como uno de los grandes escritores en español de finales del siglo XX y comienzos del XXI. En los últimos días, hemos leído sobre sus novelas, sobre Conversación en la catedral, La ciudad y los perros o La fiesta del chivo, y su influencia no solo como obras literarias, sino también como instrumentos para explicar la historia reciente de Latinoamérica.
Pasados unos días, por aquello de que la muerte de alguien es la mejor manera de que se le halague, han comenzado también a aparecer textos y comentarios sobre la otra parte de Vargas Llosa, la del intelectual que se acercó al poder, que ejerció de opinador desde tribunas de gran alcance y que manifestó adhesiones y rechazos a gobiernos y gobernantes. En especial en sus últimos años, el escritor peruano desempeñó frecuentemente ese papel, incluso si sus opiniones fueron recibidas por algunos de sus antiguos lectores como un desengaño o una pequeña traición.
Nos lo explicaba hace unos años El gran Wyoming cuando nos recomendaba algunos de sus libros favoritos: “Me impresionan mucho escritores con los que no tengo nada que ver, como puede ser Vargas Llosa. Creo que Conversación en la catedral es una obra maestra de la literatura”. En una época en la que la polarización se acentúa cada vez más, y en la que la opinión política de alguien puede hacer que su trabajo sea rechazado de pleno, el caso de Vargas Llosa nos recuerda eso de lo que tanto se habla y pocas veces lo vemos realizado: se puede separa a la persona de su obra.
Esa separación, sin embargo, no evita tampoco que se pueda recordar, incluso después de su muerte, que un autor que estuvo cerca del poder y se dejó tentar por él (recordemos sus elecciones perdidas en Perú en 1990), tuvo también unas adhesiones públicas que pueden ser tachadas de cuestionables. Lo recordaba hace poco Martín Caparrós: “Los tiranos a los que se opuso el paladín Vargas últimamente fueron Lula, Boric, Pedro Sánchez; en cambio apoyó a Bolsonaro, Kast, Uribe, K.Fujimori y, faltaba más, Javier Milei. Así que mejor hablemos de libros”.
También ha resonado en los últimos días aquella sentencia que dejó Mario Benedetti: "A Vargas Llosa hay que leerlo, no hay que oírlo". Que podamos decirlo y, al mismo tiempo, recordar la importancia de su obra es algo cada vez más raro y por eso mismo cada vez más importante.