10 libros para educar en la diversidad

Un mundo tan rico y diverso como el nuestro requiere habitantes a la altura. En la infancia, momento en que se sientan las bases de la personalidad y el pensamiento del adulto, parece esencial educar a los niños en la aceptación de las diferencias. No se trata sólo de que aprendan que da igual ser gordo o flaco, moreno o rubio, español, dominicano, senegalés o chino. Se trata de que entiendan que las diferencias en nuestra sociedad son nuestra mayor riqueza. Los nuevos modelos de familia son cada vez más habituales y, afortunadamente, lo que antes era una curiosidad o una anécdota se ha convertido en una realidad habitual. Los niños y niñas hijos de parejas heterosexuales comparten aulas con otros que tienen dos padres o dos madres, como es el caso del protagonista de Aitor tiene dos mamás. Es importante que unos y otros acepten que cualquier modelo de familia puede ser tan bueno como otro, pero se trata también de que entiendan en un mundo heteronormativo que el amor no conoce de orientación sexual. Un gran ejemplo de esto lo encontramos en el libro Cada familia a su aire, en el que tienen cabida las familias monoparentales, homoparentales, recompuestas, etc. La grandeza que este aprendizaje aportará a la salud mental del niño es inmensa. Cuando crezca, si es homosexual, entenderá que sus sentimientos son perfectamente normales, porque habrá crecido con ejemplos de igualdad y respeto y habrá visto modelos de familia que le harán sentir que puede estar integrado en la sociedad en la que vive, que puede formar parte de ella sin esconderse. Para comenzar con esta educación en la diversidad, recomendamos 10 títulos que de un modo u otro abordan el tema de la diferencia como un valor y ayudan a los más pequeños a normalizar situaciones que deberían estar ya más que superadas. En este listado de libros recomendados encontramos títulos conmovedores como Con Tango son tres “la historia real de una singular pareja de pingüinos barbijo a los que el cuidador del zoo de Central Park, en Nueva York, Rob Gramzay, les dio la oportunidad-depositando un huevo en su nido- de tener una cría tras observar que incubaban infructuosamente una piedra”.