Diez libros que nos hacen llorar de alegría

La literatura tiene, entre otras muchas virtudes, la capacidad de emocionarnos. Muchas veces, de maneras que son casi confusas. A veces, la felicidad y la tristeza se citan al leer un texto y nos conmueve de una manera en la que nos sorprendemos riendo y llorando a la vez. Una mezcla que solo algunos autores son capaces de crear, y que eleva su obra a un lugar reservado solo a unos pocos libros que permanecen en la memoria. Hoy en Librotea repasamos algunas de esas obras que son capaces de llevarnos de la alegría al llanto y que se quedan con nosotros para siempre.
Si hay una autora que ha destacado en las últimas décadas por su capacidad para contarnos con sutileza y sensibilidad historias cotidianas que nos emocionan profundamente, esa es Alice Munro. Maestra del género corto, sus relatos son ventanas por las que asomarnos a la vida de sus personajes, con sus anhelos, miserias, alegrías y decepciones. Algo similar se puede decir de Lucia Berlin, olvidada durante mucho tiempo y rescatada en los últimos tiempos, cuya trágica vida no evitó que fuese capaz de mostrar en sus relatos retazos de felicidad y una gran humanidad.
Hay otros autores que son capaces de conmovernos a través de sus recuerdos, de revisar su propia vida con una sutileza y emoción que hacemos nuestras. En Años luz, James Salter repasa décadas de amor, desencuentros, felicidad, decepciones y esperanzas con un estilo tan bello que nos llega como si estuviésemos leyendo experiencias que nos han sucedido a nosotros. Otra narradora superlativa es Joan Didion, en cuyo El año del pensamiento mágico asistimos a la manera en la que se puede vivir con la tragedia más absoluta, la muerte de los seres queridos, a través del recuerdo de lo que se ha vivido junto a ellos. Maryse Condé, en La vida sin maquillaje, nos ofrece otro de esos relatos autobiográficos, en el que somos partícipes de un periplo lleno de dificultades y la manera en la que se abre al mundo y a la vida una autora que tuvo que luchar para conseguir su independencia. Experiencias similares vivó Maya Angelou, quien en Yo sé por que canta el pájaro enjaulado nos relata su infancia como mujer afroamericana en un pueblo de Arkansas y las dificultades a las que tuvo que hacer frente para convertirse en la gran autora que llegó a ser.
No solo los libros de memorias son capaces de tocar esas teclas escondidas de nuestro estado de ánimo. En La única historia, Julian Barnes se plantea a través de sus personajes y del paso del tiempo la eterna duda entre amar y sufrir, sentimientos que muchas veces están tan unidos que es imposible separarlos. En Sigo aquí, Maggie O'Farrell consigue llegar a la emoción a través de las historias de personas que han estado al borde de la muerte por distintas causas y que han logrado evitarla, una obra que nos invita a reflexionar sobre la fragilidad de nuestra existencia.
Los relatos iniciáticos, por último, también tienen esa capacidad para hacer revolver en nuestro interior sentimientos diversos. En El bello verano, Cesare Pavese nos lleva a la época de los primeros amores, en la que todo se vive de forma más trágica por ser nuevo y que, leído con la perspectiva del tiempo, nos inunda de una extraña nostalgia. Y en Vozdevieja, Elisa Victoria nos presenta a una niña de nueve años que empieza a descubrir la vida y cuyo gran apoyo en la vida es su abuela, en una historia repleta de ternura y de inocencia que poco a poco se va alterando ante la perspectiva del mundo adulto.
Diez libros que nos hacen llorar de alegría
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Quizá lo más parecido que tendremos a una autobiografía suya, a ritmo (y silencios) de relato breve.
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Le preguntaron al gran Salter, ya en su madurez: “¿Por qué unas memorias?” Contestó: “Para recuperar aquellos años en los que uno dijo ‘Todo esto es mío’. Aquellas ciudades, amores, casas, días”. Pero ese impulso estaba ya en Años luz, que escribió todavía joven. Debo de haber leído esa novela (y Quemar los días, sus grandísimas memorias) al menos una docena de veces, y siempre aprendo algo.
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Una colección de tres novelas cortas de mi escritor italiano favorito. Nadie en lengua italiana escribe como él sobre la soledad, la barrera entre la vida urbana y la rural y la esencia mítica de las últimas etapas de la adolescencia.
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Coincide que en los últimos años se han publicado algunos libros excepcionales que tienen el dolor por la pérdida del ser querido como contenido protagonista. El de Didion, centrado en el fallecimiento repentino de su pareja, me lo regaló mi madre y es un libro maravilloso, igual que lo son en la misma línea pero centrados en la muerte del padre Tiempo de vida, de Marcos Giralt Torrente, y El olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince
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Todas las situaciones en las que la autora ha estado a punto de morir. Relato luminoso y vital de diferentes épocas de su vida. Te hace pensar en la propia vida, en lo frágil que es. Un canto a la vida, a querer aprovechar cada segundo.
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Me lo recomienda mi amigo Borja Álvarez con quien hablo mucho sobre este tema. Me cuenta como en el libro se ve muy bien como desarrollando un complejo de inferioridad consecuencia del abuso sexual y me dice que le recuerda a mi libro ‘Violación Nueva York’ no solo porque es una autobiografía de ficción sino por el lenguaje. Aún no lo he leído pero espero hacerlo pronto. Aunque el libro tiene un contenido "social" o sea un libro con mensaje, un libro es un libro, es decir lenguaje. A mí me interesa tanto el contenido como la forma.
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Vozdevieja me ha ayudado a recordar mi propia infancia sin esa tendencia a la idealización que imprime el paso del tiempo, y con la voz y el lenguaje precisos, que no son ni simples ni deficientes, sino llenos de ansia.
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