Engancharse por la portada (S Moda junio 2016)

Es lo primero que ves del libro, el envoltorio que hace que muchas veces sientas el impulso inicial de abrirlo para perderte en sus páginas. Reza la expresión que juzgamos un libro por su portada, pero dentro nos encontramos mucho más, como puede comprobarse en las siguientes novedades editoriales. A veces, universos enteros, con vida más allá de la Tierra, como en Astronautas (Impedimenta), de Stanislaw Lem, la primera obra del escritor de ciencia ficción polaco, editada ahora por primera vez en castellano. La cubierta de los dos tomos de Las manos de los maestros (Random House), de J. M. Coetzee sugiere un mundo interior especial, el que refleja el Premio Nobel sudafricano en esta serie de ensayos en la que repasa a quienes considera sus 'guías', de T.S. Elliot a William Faulkner o Gerald Murnane. La 'guía' de la británica Vanessa Tait en La casa del espejo (Roca Editorial) ha sido la correspondencia de su bisabuela, Alice Liddell: ella fue la niña que inspiró la Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carroll, y ahora su bisnieta repasa la historia de esta sorprendente relación en la Inglaterra victoriana. Otra novela que se sumerge en un mundo en el que nada es lo que parece es El enigma de Paola (Editorial Huerga y Fierro), de Cósimo de Monroy (el álter ego de Bruno Ruiz-Nicoli), un juego de máscaras contemporáneo en cuyo interior aguardan sorpresas: las ilustraciones del artista Abe the Ape. Más allá de su colorida portada, Las palabras y la cosa (Blackie Books), del actor y guionista francés Jean-Claude Carrière, invita al lector a descubrir un mundo de sinónimos y palabras prohibidas, jugando con el vocabulario como premisa, algo que el propio Carrière hacía con su amigo Luis Buñuel. Y ya desde su cubierta, 'Como si masticaras piedras' (Libros del KO), del periodista polaco W. L. Tochman transmite el desasosiego propio de la historia narrada por el autor en su viaje por Bosnia junto a la forense Ewa Klonowski para recordar a los olvidados de la Guerra de los Balcanes. Porque siempre queda mucho por descubrir una vez pasada la cubierta.