Estos libros te provocarán alucinaciones
Advertencia: consuma estos libros con moderación

Los estados alterados de la conciencia siempre han sido un poderoso conductor de historias. Ya sea por una inmersión natural en el subconsciente o por la ayuda de sustancias externas, la mente humana se ha descubierto como un entramado complejo en el que afloran sensaciones, ideas y obras que expanden un poco más los límites de lo conocido. Charles Baudelaire, ayudado de alcohol, hachís y opio, reflejó en Los paraísos artificiales unos pensamientos que le permitieron llegar a, como el mismo expresó, “a cualquier lugar, con tal que sea fuera de este mundo”. Baudelaire se inspiró también en otro autor que se valió del opio, Thomas de Quincey. Sus Confesiones de un inglés comedor de opio ha quedado para la historia como uno de los tratados más reveladores sobre cómo el consumo de sustancias alucinógenas se mezcla con lo onírico y la memoria para acabar en los rincones más oscuros de la mente.La era psicodélica supuso un sinfín de obras de todo tipo que exploraban las posibilidades de otros tipos de drogas, en especial las alucinógenas. En su ensayo sobre el consumo de la mescalina Las puertas de la percepción, Aldous Huxley parte de una cita de William Blake para explicar como, según su criterio, ese tipo de drogas ayudaban a salvar los filtros que ejerce nuestra mente sobre todas las sensaciones que somos capaces de experimentar. En La historia del LSD, el científico y padre de esta droga Albert Hofmann explica los efectos de su invención y el impacto que tuvo en la sociedad y la cultura de su tiempo. El ácido, como se conoció al LSD, es un elemento fundamental en otras obras de los 60. En Ponche de ácido lisérgico, Tom Wolfe siguió al escritor Ken Kesey y su corte de “bromistas” en un viaje inspirado en la generación beat y regado por todo tipo de sustancias prohibidas. Algo parecido, pero contado en primera persona, inspiró uno de los clásicos de la literatura lisérgica: Miedo y asco en Las Vegas. El nivel de toxicidad, con su reverso oscuro, llega a cotas difíciles de superar en la obra de Hunter S. Thompson.Fuera de los alucinógenos, otros escritores han plasmado sus experiencias con las drogas, con resultados más estremecedores que recreativos. En Diario de un rebelde, Jim Carroll refleja su adicción a la heroína desde que tenía 13 años. Otro clásico, Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, muestra la caída a los infiernos que puede provocar la bebida, delirium tremens incluidos. En otras ocasiones, los estados alterados no provienen del consumo consciente de elementos externos: un vertido tóxico que afecta a los habitantes de una población universitaria es uno de los elementos que hacen que Ruido de fondo, de Don DeLillo, se convierta en una experiencia que trasciende nuestros sentidos habituales. Una advertencia final: consuma estos libros con moderación.
Estos libros te provocarán alucinaciones
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Despelote en inframundos mercantiles fronterizos donde el cuerpo nombra otros umbrales.
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También una crónica real que da lugar a un nuevo género del reporterismo, el “Periodismo gonzo”. Thompson y su abogado viajan a Las Vegas para preparar un reportaje, llevando consigo un brutal cargamento de drogas en el maletero del coche. Allí vivirán un sinfín de experiencias, cada cual más bestia, bajo los efectos del LSD, la cocaína y la mescalina. Miedo y asco en Las Vegas también llegó al cine en el 98 con Johnny Depp y Benicio del Toro como protagonistas."Odio abogar por drogas, alcohol, violencia o locura a alguien, pero siempre me han servido a mi" .
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Las puertas de la percepci¢n
Aldous Huxley
Editora y Distribuidora Hispano Americana, S.A.
Huxley para mí es uno de los grandes.
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Tom Wolfe se sube al autobús de los Merry Pranksters, una banda de jóvenes que recorre la geografía estadounidense pregonando los milagros del LSD (potente droga alucinógena), liderados por el autor de "Alguien voló sobre el nido del cuco", Ken Kesey. Es como la segunda parte de "En el camino" de Jack Kerouac, uno de esos libros que deberían leerse antes de los 25 (aunque nunca es tarde) para lanzarse sin miedo a la carretera y descubrirlo todo, sobretodo de uno mismo. En sus páginas volaremos a toda velocidad con Neil Cassady al volante (otra conexión con Kerouac), escucharemos la música de Grateful Dead y nos darán ganas de tomar ácido (no lo recomiendo pasados los 25) aunque hay páginas que colocan sin necesidad de tomar ninguna sustancia química.
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Ejemplo magno de la novela-como-idioma. En mi opinión, no sé si mejor (pero para mí mucho más disfrutable) que esa otra novela-como-idioma que también transcurre en un día: 'Ulises' de James Joyce.
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