Herederos de Carmen Martín Gaite

Carmen Martín Gaite era una asidua a la Feria del Libro de Madrid. Una presencia colorista a la que le gustaba rodearse de los lectores y que estuvo al pie del cañón casi hasta su muerte en el año 2000. Y, ahora que se cumplen cincuenta años de la concesión del Premio Nadal a su novela Entre visillos, la Feria le rinde homenaje, y nosotros también.La escritora Jenn Díaz, autora de novelas como Madre e hija, y  que en más de una ocasión ha confesado sus influencias de Martín Gaite ha reunido para Librotea a estos autores que, de alguna manera, son dignos herederos de la escritora salmantina. Como la propia Díaz sostiene, “me cuesta mucho que sean herederos del estilo y la prosa, pero sí pueden ser herederos de la forma en que CMG analiza y desarma las relaciones personales, los personajes psicológicos. En todos los libros hay un conflicto con el otro, y una manera de razonar el conflicto a través del personaje principal, con más psicología que acción”.La primera novela es Por si se va la luz, de Lara Moreno, en la que, según Díaz, “aísla a sus personajes para sacarlos de quicio, ponerlos contra las cuerdas, para que se vuelvan salvajes, primitivos, y nos muestren lo mejor y lo peor de la condición humana”.De los cuentos de Anatomía de las distancias cortas, de Marta Orriols, destaca que “hablan de los conflictos más cotidianos, de aquello que nos hace tambalear el día a día. En sus historias, la autora sacude a sus personajes para despertarlos”.Otro autor con estilo Martín Gaite es Unai Elorriaga con Vredaman: “La sencillez de Vredaman es tierna y está llena de matices. Más que el cuento, como decía CMG, hay que estar atento a cómo nos lo cuentan, y el estilo de Unai Elorriaga es atrayente”, afirma Díaz.También escoge autoras que no escriben en castellano, pero que estarían en su misma estela, como Leslie Jamison, con El armario de la ginebra. “El conflicto con el pasado y los lazos familiares, una huida hacia delante. Los personajes femeninos de El armario de la ginebra son débiles y, aún así, o quizá por ellos, resultan heroicos”, reconoce Díaz; El show de Gary, de Nell Leyshon, que “es una experta jugando con la literatura. En su primera novela, con el lenguaje y el estilo. En la segunda, con unas memorias divertidas pero difíciles. Gary es un personaje contradictorio, pero muy cercano”; De buena familia, de Cynthia D’Aprix, donde “los fragmentos de interior de la familia han saltado por los aires por culpa o gracias a una herencia. Eso va a provocar en los hermanos un altibajo emocional que los hará sentir más culpables, pero más libres”; La vieja Tierra, de Dörte Hansen, porque “si CMG estuviera viva todavía, le gustaría saber que hay un personaje femenino de una novela enigmático y solitario, pero también una versión muy bien moldeada de lo que significa ser mujer hoy”; Departamento de especulaciones, de Jenny O’Fill, porque, aunque “las relaciones de pareja y sus conflictos han sido siempre uno de los temas preferidos en la literatura, en este caso se presentan con crudeza, sin adornos. La vida en su vulgaridad, contada con maestría”, y La piedra de moler, de Margaret Drabble, donde cuenta la historia de “una joven valiente decide seguir adelante con su embarazo, y se convierte en madre sin haberlo previsto. Una versión extranjera de cualquier mujer que quiere irse de casa”.Por último, una autora catalana, Cèlia Suñol con Primera part. “Cèlia Suñol es la Juan Rulfo de la literatura catalana, y habría podido encontrar en CMG una gran lectora. Su historia, autobiográfica, tiene lo mejor y lo peor de una vida llena de obstáculos y de amor”, constata Díaz.