Ignatius Farray y los libros para llenar el vacío existencial
El cómico presenta 'El grito sordo', volumen que recoge sus tres libros hasta la fecha.
Cuando uno se sienta ante Juan Ignacio Delgado Alemany, nunca sabe bien qué se puede encontrar. Una conversación con el cómico más conocido como Ignatius Farray es tan imprevisible como sus monólogos, sus intervenciones en el ya extinto programa La vida moderna o el asunto que nos sirve de excusa para esta charla, El grito sordo, volumen que recopila sus tres libros publicados hasta la fecha. Uno puede pasar de las Meditaciones de Marco Aurelio a las razones por las que hay que regar una planta artificial. O de la experiencia liberadora que proporciona el escenario a su nuevo programa de televisión, en el que los niños son los invitados. Una conversación tan caótica como llena de rincones sorprendentes.
Video: entrevista y libros recomendados de Ignatius Farray
Explica Ignatius Farray, sin que parezca falsa modestia, que El grito sordo nace de la intención de tener un volumen sólido, un objeto bello entre las manos. De ahí que se unan en este libro sus tres obras anteriores, la suerte de memorias Vive como un mendigo, baila como un rey, el más inclasificable El bicho que se devora a sí mismo y los textos breves de Meditaciones. “Más que nada es lo bonito que es el tacto de tener algo más grueso”, cuenta. “Hicimos la broma con los otros tres volúmenes de que el libro no era para leerlo, sino era para calzar mesas o para utilizarlo para hacer apaños domésticos. Y yo creo que esta es una altura más que puede completar las medidas que a lo mejor no pudieron cubrir las otras”.
Pese a haber firmado esas tres obras, Ignatius se califica de “mal lector”, pero eso no significa que no disfrute de la palabra impresa. “Yo acumulo libros hasta el escombro, no me caben ya en las estanterías y luego los voy amontonando por el suelo”, confiesa. “Eso para mí es un placer. Y nunca he leído un libro entero, pero me gusta ir cotejando. Leo un trocito de uno y digo: ‘Había otro libro parecido’. Ese es mi entretenimiento, es un placer para mí. De repente surgió la oportunidad de reunir los tres libros en uno, ¿por qué no un libro más? Quiero decir, juntar libros para entullar. Para entullar el vacío existencial. Y no tener vergüenza de eso, sino que eso resuene. Como diciendo, asumimos que tenemos un vacío existencial y un escombro de libros es como una pila donde sacrificar lo que nunca pudimos ser”.
La tentación de existir
La carrera del Ignatius Farray autor nació por una mezcla de casualidad y de preguntarse ¿por qué no? “El primer libro fueron conversaciones que tuvimos durante la pandemia, videollamadas. Cada uno estaba en su casa, no podíamos salir, y nos hacíamos videollamadas. Sobre esas videollamadas, ellas [las escritoras Dinah Robledillo y Rosa Ponce] iban transcribiendo los capítulos. Luego yo, a lo mejor, volvía a reescribir también”, recuerda. “El segundo libro fue con historietas de cómic, ellas hicieron las historietas a las que luego Aroa les puso dibujos. Yo sí que escribí una historia bastante loca, como de ciencia ficción surrealista, que va entre historieta y historieta. Creo que eso fue lo que menos gustó del libro. Meditaciones es como una labor de recoger todo lo que yo pude decir en Twitter o en entrevistas. Dina y Rosa me ayudaron a rastrear eso, como si fueran meditaciones. Sinceramente, no había mucho premeditado, era el impulso de dejar eso, sin ningún método. Luego sí, le vas dando forma, según va avanzando la cosa. Pero era, bueno, la ilusión de, bueno, de dejar algo ahí, de no dejar la página en blanco. La tentación de existir, como diría Cioran”.
Para Farray, cualquier obra tiene algo de traición. “Nos deberíamos haber quedado sin hacer nada y en silencio, pero uno a veces cae en la tentación de tirarse los pedos más altos que el culo”, dice recurriendo a uno de sus clásicos. “Entonces, ese desbordamiento es al final lo que te lleva a hacer cosas y por consiguiente a traicionarte a ti mismo. Solo hay dos maneras de traicionarte a ti mismo: por las cosas que no haces y por las cosas que haces. Entonces, escribir un libro irremediablemente no solo es una tragedia, sino un claro fracaso. Porque además se quedan siempre cosas fuera”.
Sin embargo, Ignatius no concibe el arte con una manera de escapar de la realidad. “Cuando alguien abre un libro, o cuando alguien entra al teatro o a una sala de cine, me fastidia mucho cuando esa persona dice que se va a evadir”, confiesa. “Voy a coger un libro para evadirme. Voy a entrar a una sala de cine para evadirme. Voy a una obra de teatro para evadirme. Para evadirte ya tienes tu día a día intentando pasar por el aro en la civilización que te ha tocado vivir. Estamos en un Madrid como el actual, que el otro día lo comentaba con Héctor de Miguel, ahora Madrid es una estafa piramidal. Ese neoliberalismo que parece que a lo máximo que consigue aspirar es a tomarse dos cañas y unas bravas en una terraza y picamos todas y todos. Esa es la civilización que nos ha tocado vivir. Ahí es donde nos estamos evadiendo. Ahí es donde dejamos de ser nosotros mismos. Cuando abres un libro, no. Ahí te estás encontrando a ti mismo”.
La persona y el personaje
Tanto en sus libros como en sus monólogos, Ignatius Farray entiende la comedia como un acto de sinceridad. “El título del primer libro creo que está en sintonía con eso: Vive como un mendigo, baila como un rey. Como diciendo, admite los límites que tienes alrededor”, cuenta. “Somos conscientes de esos límites, que es un empobrecimiento irremediable. Pero así es la vida. El artista es el que baila encadenado, decía Nietzsche también. Dicen que lo que niegas te somete y que lo que aceptas te transforma. Entonces aceptas esos límites y eres capaz de regar incluso plantas artificiales. Esa es la verdad de la libertad, más que dos cañas y unas bravas en una terraza. Una persona que riega plantas artificiales es una persona de la que nos debemos fiar, porque esas personas no hacen necesariamente las cosas por el beneficio inmediato.Y así debemos reconquistar lo que significa la palabra utopía. No porque eso tenga que suceder de verdad, sino porque es una manera de estar en la vida con la cabeza bien alta y mirando a un horizonte e imaginándonos una posible libertad con mayúsculas”.
Ahí entra la dicotomía entra Juan Ignacio e Ignatius, de la que también habla en sus libros. “Yo soy una persona cobarde en el sentido de que aquí me vengo arriba”, confiesa. “Me traigo el bombín, estoy hablando contigo, están grabando la cámara… Es como si entraras a un escenario y ahí te vienes arriba. Tú y yo no nos conocemos de nada, pero yo me atrevo a hacerme el guay. Si tú y yo nos conociéramos en la calle, fuera de esta circunstancia que hemos creado de repente, yo sería incapaz. Tengo pánico al malentendido. La gente me considera una persona amable, y no digo que yo no lo sea. Pero esa amabilidad es muchas veces cobardía en el sentido de que me falta atrevimiento para compartir con la otra persona algo que se salga del guión, por decirlo así. De repente, encuentro ese espacio chamánico que llamamos escenario. Y ahí veo que hasta me he podido ganar la vida con eso. Y he metido la pata un montón de veces. Podemos bromear sobre eso, pero claro que no se pasa bien cuando notas que te has pasado de la raya. Claro que hay los límites del humor, pero eso no significa que tengamos que dar un paso atrás. Pienso que lo tenemos que seguir intentando, porque si nos empobrecemos, fíjate en el movimiento de lo que se llama políticamente correcto, que por supuesto es más que legítimo tener ese respeto entre todas y todas. Pero si por miedo a meter la pata damos un paso atrás antes de atrevernos a hablar, es un empobrecimiento inevitable. Porque habrá algún lugar y habrá algún tono con el que yo pueda mirarte y compartir. Y que la comedia en vez de ofensa sea conciliación”, concluye.
Libros recomendados de Ignatius Farray
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Es un tema controvertido, pero precisamente lo bonito de este atrevimiento es que muchas veces somos los adultos los que tenemos prejuicios para hablar de los niños, o crear ese espacio de escucha. De repente decimos ‘con los niños no se puede hablar de ciertos temas y es ridículo’. Los niños tienen una capacidad no sólo de asimilar cosas sino de tener la mente abierta para hablar de lo que sea.
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Una vez tuve el gusto de poderle decir a Javier Marías quizás la mayor pedantería a la que yo he llegado a decir nunca. En un viaje de tren a Sevilla, de repente estaba Javier Marías en el mismo vagón, y yo esperé a que él bajara para propiciar el encuentro con él y poderle decir una frase: “Que sepa usted que su traducción del Tristram Shandy de Lawrence Sterne fue la mayor inspiración para mi comedia”, y me fui. Es un precursor del stand-up comedy, en el Reino Unido dicen que es esa novela porque tiene como muchas digresiones es como la manera de hablar de un cómico de stand-up hablando de lo mismo y no se sabe dónde va a parar el discurso. El propio Javier Marías decía que ese era su mejor libro.
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Antes te mentí, sí que terminé de leer un libro que fue La conjura de los necios. Fue el primer libro que yo leí, mi profesor de música y de ética en el instituto me lo recomendó y él mismo me prestó su ejemplar para leerlo y de ahí saqué el nombre de Ignatius.
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La última invitada que vino al programa de Un nuevo sendero hasta el manantial fue la poeta Berta García Faet que tiene un ensayo precioso acerca de lo que es la poesía que se llama El arte de encender las palabras. Es un ensayo precioso sobre lo que es la poesía o lo que puede significar para nosotros.