Kilómetros de páginas
Los libros que recomienda Jesús Cañadas

JESÚS CAÑADAS para LIBROTEA: "Quien me conoce de cerca sabe que soy muy viajero. Llevo quince años fuera de mi Cádiz natal, y desde entonces, ya sea gracias a becas de estudio o por culpa de puestos de trabajo, he vivido en Madrid, Barcelona, Granada, Valencia, San Sebastián, Venecia, Osaka, Frankfurt o Berlín. Mi madre siempre dice que no sabe de dónde me ha salido esta wanderlust, aunque ella prefiere usar una nomenclatura más acertada: picor de culo. Yo sí que lo sé: este picor de culo me lo ha dado la literatura. Desde el primer libro que cayó en mis manos, El pequeño vampiro de Angela Sommer-Bodenburg, o probablemente de forma más consciente desde El Hobbit, siempre he entendido las historias como viajes, y los libros como el medio de transporte que usamos para embarcarnos en ellos.Quizá por eso me gusta tomarme los libros con la calma que necesita un viaje. Me agobian las listas, el ansia por leer ochenta, cien, ciento veinte libros al año. Un viaje se hace poniendo un pie delante de otro. Yo prefiero disfrutar del paso lento de los kilómetros, que son páginas, y que no se van a ninguna parte. Me encanta paladear los libros, llevarme una semana larga con cada uno, a darle vueltas a lo que he leído. En la literatura, como en los viajes, como en la vida, quiero que prime la calidad sobre la cantidad.Aquí os recomiendo diez viajes que yo ya he hecho, en algunas ocasiones más de una vez. Algunos son viajes antiguos y otros recientes, muchos de los que en su día me despertaron este picor de culo y otros que lo mantienen vivo. Ojalá os hagan lo mismo que a mí y os aviven las ganas de seguir viajando, es decir, leyendo."
Kilómetros de páginas
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Si te has quedado alguna vez embobado mirando un paisaje extranjero desde un tren, si te has preguntado adónde vas y por qué, éste es tu libro. Kapuściński hace una reflexión sobre el viaje como forma de vida; tanto el viaje en el espacio como en el tiempo como el interior, compartiendo sus vivencias y reflexiones de sus propios años de picor de culo. Y encima, acompañado de un pensador griego. ¿Qué más quieres?
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Todo el mundo sabe que la obra maestra absoluta de Stephen King es Tommyknockers. Aún así, yo prefiero embarcarme cada par de años en este viaje costumbrista y terrorífico a una América que está más presente que nunca y cuyo un eslogan aquí conocemos muy bien: pueblo pequeño, infierno grande.
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De vez en cuando llega una artista que nos tapa la boca a todos, nos pone firmes y nos hace darnos cuenta de que nos hemos estado durmiendo en los laureles demasiado tiempo. Mariana Enríquez es esa artista y Las cosas que perdimos en el fuego es el ejemplo perfecto de género fantástico que te cala por dentro y que te llevas contigo mucho tiempo después de cerrar el libro. Si no te gusta, es que no tiene alma, o quizá te la haya robado alguna de las cosas que se arrastran por estas páginas.
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Bradbury es un maestro, y los maestros enseñan. Este libro en concreto me enseñó que la forma en que cuentas una historia es tan importante como la historia que estás contando, y que el tópico no podría ser más falso: ni mil imágenes pueden competir con una palabra, cuando es la palabra justa.
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Atención, va una perogrullada: los viajes tienen su edad justa; no es lo mismo ver Roma con dieciocho años que Nueva Orleáns con treinta y cinco. Con los libros pasa igual. Hoy en día, puedo decir que si la edición de Alianza de Los mitos de Cthulhu no hubiera caído en mis manos a la edad en la que lo hizo, jamás me habría dedicado a escribir. Dejando aparte polémicas estúpidas de gente con demasiada culpabilidad por sus privilegios, Lovecraft y su círculo cambiaron radicalmente el modo en que se hacía literatura de género hasta la fecha e influenciaron a todas las generaciones de autores que vinieron tras ellos. Muchos y muchas sueñan con hacer lo mismo. Y jamás lo conseguirán.
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Phillip K. Dick decía que su sueño era que alguna frase de sus novelas plantase una semilla en la cabeza de un lector, y de esa semilla surgiese otra historia completamente diferente y sin embargo emparentada con las suyas. Esta idea se ajusta como un guante a los cuentos de Angela Carter, que han hecho germinar en mi cabeza todo tipo de ideas siniestras. Quizá en la tuya pase lo mismo. Quizá no te guste lo que surja.
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Es muy complicado que algo escrito en una página te haga sentir miedo de verdad. Los fans del género lo sabemos. Como mucho, si te interesan estos temas, puedes llegar a sentir fascinación, a apreciar cómo se plantea o se desarrolla una historia de terror. Toda esta reflexión se va a tomar viento con Junji Ito. Este cómic da miedo. Tened cuidado con él.
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Suena muy cursi decir que un libro es una delicia, pero en el caso de La mujer del viajero en el tiempo, es cierto. Esta novela también es un prodigio de estructura, de empatía con los personajes, de trama bien hilada. Y todo ello alrededor de una historia romántica que yo, al menos, jamás habría creído que me impresionaría tanto. Embarcaos en él sin dudarlo.
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La virtud que siempre ha tenido el género fantástico es la de aprovechar su carácter alegórico para ponernos un espejo delante y, mediante historias situadas en los lugares y tiempos más increíbles, hablarnos secretamente de nosotros mismos. Siempre he visto en esta novela de ciudades que chocan desde dimensiones paralelas (¿o no?) un reflejo de nuestra sociedad actual. Un reflejo crudo, descarnado y duro como las verdades que te impactan en plena cara.
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Aunque de la literatura se puede aprender mucho, yo personalmente me niego a rechazar su componente lúdico. Los libros, como los viajes, están para disfrutarlos. Diría que esta novela es un placer culpable, pero tal cosa no existe. Este libro de conspiraciones, películas endemoniadas, secretos oscuros arrastrados a través de los años y venganzas desde la tumba es un placer, y punto.
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