La novela negra también ríe: diez títulos entre el misterio y la carcajada

La novela negra ha sido tradicionalmente un género que ha tendido a la gravedad, a llevarnos a los rincones oscuros de la mente humana y, en muchos casos, a la crítica social. El humor, en principio, parecía un terreno vedado. Al fin y al cabo, ¿qué hay de divertido en un asesinato? Sin embargo, el noir es como una esponja que absorbe elementos de todas las procedencias, y varios autores han añadido, en mayor o menor medida, elementos humorísticos a historias de crímenes y misterio. Desde la fina ironía hasta perspectivas más paródicas, hacemos un repaso a algunas novelas negras que pasan de la tensión a la carcajada.
Antecedente claro del humor en el misterio actual, el padre Brown es esa figura creada por G. K. Chesterton que, desde su apariencia de ingenuo párroco de provincias, se desvela a través de los relatos cortos como un agudo analista de la condición humana y, por lo tanto, descubridor de muchos de sus secretos y fechorías. Chesterton dotó a sus casos, además, de un fino humor británico que hacía aún más deliciosas sus peripecias. Otro británico, Edmund Crispin, continuó esta tradición en la que el misterio no nos evita esbozar más de una sonrisa en novelas como La juguetería errante, en la que un poeta y un profesor de literatura son los encargados de investigar un crimen imposible en una historia repleta de personajes excéntricos y situaciones hilarantes.
Eduardo Mendoza, autor que ha dado muchas muestras de cómo utilizar el humor en la literatura, se ha cruzado también con el género negro en la trilogía de ese improvisado detective salido de un manicomio en libros como El laberinto de las aceitunas, que nos proporciona una buena ración de misterio, carcajadas y momentos surrealistas. En Los viejos seductores siempre mienten, Juan Bolea mezcla una historia detectivesca con el mundo de la novela rosa con escenas cargadas de humor. Más recientemente, y desde otra perspectiva, Eduard Palomares nos presenta en No cerramos en agosto a un becario que tiene que ocuparse de una agencia de detectives durante las vacaciones de verano antes de verse inmerso en la investigación de una desaparición.
Dentro de este cruce entre noir y humor, hay dos autores recientes que se han destacado por crear universos personales dentro de la novela negra actual. En Francia, Sophie Hénaff y su detective Anne Capestan insuflan grandes dosis de comedia al género gracias a los personajes de una brigada policial que consiguen un contrapunto humorístico a las tramas criminales en títulos como La brigada de Anne Capestan y Aviso de muerte. El estadounidense Josh Bazell es conocido por un estilo más duro, en el que introduce buenas dosis de humor negro, que consigue que Burlando a la parca y Wild Thing vayan del escalofrío a la risa nerviosa. Por último, Christopher Brookmyre nos presenta en El bendito arte de robar la historia de la atracción entre un ladrón y la detective que le sigue la pista.
La novela negra también ríe: diez títulos entre el misterio y la carcajada
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En sus obras, aunque escritas a comienzos del s. xx, Chesterton ahonda en esa brecha entre ser humano y tecnología, introduciendo una nueva clave para los misterios: la espiritualidad. Su padre Brown, de glorioso recuerdo, resuelve los misterios apelando también al espíritu, a la ética, a la ideología y no solo a la razón. Sus cuentos son extraordinarios y escritos con una prosa diáfana.
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