Las dedicatorias más hermosas de la literatura
Cuando unas líneas sirven para trascender al agradecimiento.

Las dedicatorias son un arte. Hay muchos lectores que lo primero en lo que fijan la vista al abrir un nuevo libro es en esas pocas palabras en las que el autor agradece o dedica la obra. Detrás de esas pequeñas píldoras se esconde la vida real del escritor, el motor que alimenta su imaginario. Hoy en Librotea ponemos la lupa sobre algunas de las más hermosas y peculiares. “A ti sola, en cumplimiento de una promesa que habrás olvidado como si fuera tuya”, es la dedicatoria de El rayo que no cesa. El rayo de Miguel Hernández era Maruja Mallo. El poeta alicantino no es el único que ha usado esas líneas de agradecimiento a modo de carta de amor. Jonathan Safran Foer y Nicole Krauss se intercambiaron dedicatorias. En Tan fuerte, tan cerca Safran Foer estampa al inicio “Para Nicole, mi idea de lo hermoso”. Krauss responde en la dedicatoria de La historia del amor: “Para mis abuelos, que me enseñaron lo contrario de desaparecer. Y para Jonathan, mi vida entera”. En el proceso de escritura de una obra cabe una vida entera, algo así debió de sucederle a Neil Gaiman con Coraline: “Empecé este libro para Holly, lo terminé para Maddy”. Carmen Martín Gaite dedicó varios de sus libros a su hija Marta, fallecida antes de cumplir los treinta años. Abrir Nubosidad variable estremece: “Para el alma que ella dejó de guardia permanente, como una lucecita encendida, en mi casa, en mi cuerpo y en el nombre por el que me llamaba”. Charles Bukowski hace de Charles Bukowski en Pulp y suelta un “Dedicado a la mala escritura”. También Camilo José Cela se mantiene fiel a sí mismo en los agradecimientos de La familia de Pascual Duarte: “Dedico esta edición a mis enemigos, que tanto me han ayudado en mi carrera”. Igualmente maliciosa es la dedicatoria de Tobias Wolff en Vida de este chico: “Mi primer padrastro solía decir que con lo que no sé se podría llenar un libro. Aquí está”. Jorge Wagensberg escribió un agradecimiento a la altura de sus Ideas para la complejidad del mundo: “Dedicado a lo constantemente nuevo, a la duda metódica, a la timidez desafiante, al siempre es ahora mal que le pese al después, a la complejidad, en fin, dedicado a Alicia”. La dedicatoria de El Principito es tan célebre como larga. Y después está Gillyan Flynn, capaz de escribir Lugares oscuros, capaz de regalar luz: “¿Qué puedo decir sobre un hombre que sabe cómo pienso y todavía duerme a mi lado cada día con las luces apagadas?”.
Las dedicatorias más hermosas de la literatura
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Adoro todo lo que ella representa y ese estilo suyo tan gozoso que reconozco también en Marta Sanz, otra autora que me encanta. Esta novela cuenta la historia de una amistad entre dos mujeres a través de relatos alternos. Es en realidad una novela epistolar, que anticipaba un enfoque muy concreto a la hora de retratar personajes femeninos, un tipo de honestidad que me cautiva.
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Un mensaje mucho más real de lo que creen. Un legado para no perder el Alma de Niño, que es la única salvación.
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Me ayudó de dos maneras. Por un lado, remachó una vez más en mi cabeza la idea de narrar la familia, y al niño, sin grandilocuencias ni victimismo: contándolo como es, sin opinar. En segundo lugar, ayudó a arrancarme de encima, de una vez por todas, todos los tics pop y las inercias literarias que arrastraba de mi juventud. Frase limpia, y el párrafo que siempre termina dos frases antes de lo que dictaría la lógica. Siempre abierto. Mucho espacio. Nada de pirotecnia.
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Rober: Tuve mi época de fliparme con Kerouac, Burroughs y la generación Beat. Y compré este libro pensando que sería como la mayoría. Se lee en un ratito, parodia el género negro, es muy gracioso, muy divertido y se ve que ya está superada la tontería de beber, drogarse y ser un maldito, que con veinte años mola, pero ahora da más pereza.
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Camilo José Cela dedicó esta, su primera novela, a sus enemigos. Esta extraña dedicatoria nos advierte desde un primer momento del terreno en el que el lector está a punto de adentrarse: la historia de un hombre condenado a muerte que no se considera malo, sino forzado por las circunstancias a comportarse de forma reprobable. En sus páginas Pascual Duarte nos habla de cómo se ha desarrollado su periplo vital hasta el crimen que le lleva al fin de sus días. En manos del lector queda en qué grado se le puede condenar… o entender.
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