Libros de relatos que permanecen en la memoria, por Juan Gabriel Vásquez

Dice Juan Gabriel Vásquez que hay una manera en la que él distingue si una idea se va a convertir en un cuento o en una novela. “Para mí lo, que lo determina es el tamaño de la emoción”. El escritor colombiano, que conoce ambos géneros a la perfección, se ha decantado recientemente por el relato corto en
Canciones para el incendio, una colección de historias en las que lo que no se dice es tanto o más importante que lo que sí aparece impreso. “La máquina del relato funciona por sus requisitos de economía, construye significado con lo que no se dice”, explica. “En mis novelas eso no funciona así. Yo considero que la novela y el relato son géneros absolutamente distintos, sus intereses son distintos. “El cuento es una máquina muy precisa, maravillosa para capturar ciertas emociones, revelaciones sobre la condición humana, que son tan pequeñas y tan efímeras que se escaparía si tratamos de plasmarlas en una novela”, argumenta. Quizás por eso, Vásquez cree que el relato “está más emparentado con la poesía que con la novela, sobre todo el relato en la familia del cuento realista, que es la que yo trato de escribir”. En
Canciones para el incendio, además de esa economía de la narración, la sombra del pasado es muy alargada, ya sea en la forma de soldados que abandonaron el frente y deben vivir con su mentira a cuestas, o por una mentira que sus protagonistas se empeñan en convertir en verdad hasta que les explota en la cara. “Es una obsesión recurrente en todos mis libros, también en las novelas: esa inquietud terrible del pasado para quedarse con nosotros, para volver para descarrilarte la vida. La supervivencia de los fantasmas del pasado siempre me ha interesado”, explica. “En todos estos cuentos de alguna manera hay ese problema. En ese sentido, sus relatos sirven de “intento de exorcizar esos fantasmas”. Para acompañar la lectura de
Canciones para el incendio, Vásquez quiso hablarnos de algunos de los relatos que le han causado un mayor impacto como lector. “Mi tradición empieza con Borges, Onetti y Rulfo, son como mis abuelos, pero mis padres literarios son García Márquez, Vargas Llosa y Fuentes. Es una relación que pasa por la gratitud, por ese legado fantástico”, comenta. Estos son algunos de sus descubrimientos a lo largo de su vida.
Libros de relatos que permanecen en la memoria, por Juan Gabriel Vásquez
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Todos los cuentos del maestro ruso en la cuidada edición de Paul Viejo. Textos nuevamente traducidos, textos que estaban inéditos. Chéjov completo. Y aun así esto no es lo más importante: tal vez lo mejor que tendrá el lector en sus manos es toda la narrativa breve del ruso ordenada cronológicamente para que de una vez por todas conozcamos qué escribió antes y después. La catedral de Páginas de Espuma.
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El cuento tal y como lo conocemos nace con Edgar Allan Poe a mediados del siglo XIX. Los crímenes de la calle Morgue fue uno de los primeros que me impresionaron.
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Tenía 18 años cuando leí Bola de sebo, y lo leí solo porque lo recomendaba Cortázar. Para mí los escritores del boom eran mis prescriptores, yo iba a leer todo lo que me dijeran ellos.
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Mi descubrimiento del género del cuento pasa por García Márquez y Cortázar, cuentos que empecé a leer con 15 años. La siesta del martes me impresionó mucho.
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Una de las escritoras que más me ha influido en los últimos tiempos. Los cuentos de Alice Munro, el modo en el que ella escribe de una manera tan limpia y al mismo tiempo tan intensa, y la manera en la que sabe concentrar largos periodos de tiempo en una narración breve. Demasiada felicidad me parece una de las obras literarias más intensas y arrebatadoras que conozco.
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Me pareció un libro demoledor. Convertirte en insecto y que no te comprendan. Muy significativo.
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La última página de Los muertos de Joyce, esos tres párrafos en los que hay un recuerdo del amante muerto de la mujer, son una revelación.
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