Libros melancólicos sobre el final del verano
Una selección de obras sobre el descubrimiento y la pérdida.

Oficialmente, el verano no se acaba hasta el día 22 de septiembre, pero esa sensación de que el calor y el asueto nos abandonan se instala ya a primeros de mes, cuando la mayoría vuelve al trabajo. Ese estado de cierta tristeza se acentúa a medida que los días se van haciendo más cortos y el tiempo más fresco. Pero, lejos de ser un ánimo que provoque rechazo, esta época es un momento que ha quedado reflejado en la literatura con su sabor agridulce. Por ello, seleccionamos algunos grandes libros melancólicos sobre el final del verano.
El verano como época de descubrimientos
El verano ha sido tradicionalmente una estación que en la literatura se asocia con la juventud o la adolescencia, el momento en el que se hacen grandes descubrimientos sobre la vida, tanto los placenteros como los dolorosos. Un ejemplo es Verano en English Creek, en el que Ivan Doig nos invita a seguir el momento en el que un niño de 14 años descubre la naturaleza, pero también empieza a notar que la vida a su alrededor cambia. De una manera similar, pero en un escenario completamente distinto, los adolescentes de La última película se enfrentan al momento en el que sus decisiones se vuelven cruciales, mientras intentan escapar del tedio de su pequeño pueblo estadounidense.


En otras ocasiones, esta etapa está marcada por el descubrimiento de la propia familia y su pasado. Eso es lo que nos propone Elena Ferrante en La vida mentirosa de los adultos, con una joven que indaga en la historia familiar, desmoronando la idea que se había creado de ella. Por su parte, en El último septiembre Elizabeth Bowen nos sumerge en una acomodada familia irlandesa que vive los últimos días del verano ajena a los tiempos turbulentos que se avecinan.


Libros sobre veranos crepusculares
El verano también puede ser una época que marca un contraste con la vejez, un diálogo entre el final de la vida y el florecimiento de todo lo que la rodea. En Cualquier verano es un final, Ray Loriga centra su relato sobre la amistad y la sensación de que todo se acaba en ese contexto. El contrapunto es Esto parece el paraíso, de John Cheever, en la que su protagonista se aferra al amor y a la amistad en sus últimos años de vida.

