Un descanso espiritual
NOVELAS PARA MEDITAR SOBRE UNO MISMO

NOVELAS PARA MEDITAR SOBRE UNO MISMO Seamos sinceros: la Semana Santa es una fiesta religiosa que desde hace tiempo se espera como esa pausa que tenemos entre las vacaciones de Navidades y las del verano. Para los afortunados, una semana de relax, para los menos, cuatro días que se observan como cualquier cosa menos un calvario. Por eso queríamos hacer una lista que mezclara el descanso con lo espiritual pero no en su sentido religioso-católico. Para eso están las procesiones –algunas de gran belleza, no obstante- y las películas que, como todos los años, se pasarán por televisión. Asómate a esta propuesta de libros que permiten entrar en uno mismo (algunos fueron hitos de la contracultura), desde clásicos del existencialismo hasta propuestas más novedosas que llegan, sobre todo, de países árabes y asiáticos.
Un descanso espiritual
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Mientras lees Siddhartha se para el ruido y corre el aire. Cuando terminas de leerlo, te cuestionas por qué no dejarlo todo y volver a empezar. Al final lo haces o no, pero te lo has planteado y el “por qué no” te sigue rondando. Ese es el “efecto Siddhartha” y el principio de todos los cambios. Tan lejos de la tecnología y tan contemporáneo. Bello y necesario.
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Lo leí siendo muy joven y pensé que yo quería escribir algo así, porque Demian, de Hermann Hesse, integra una escritura honesta, que te mueve mucho sobre todo en la juventud.
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Después de leer ‘El guardián entre el centeno’, quise leer más cosas de Sallinger y este libro me gustó todavía más. Es más íntimo y tiene unos diálogos increíbles. Recuerdo que me tocó mucho la crisis personal que atraviesa Franny y me atrapó el retrato de aquella familia de niños genios echados a perder.
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El tercer libro que me marcó mucho, y que tuvo un gran impacto en mi manera de escribir. Es un poco el Kerouac californiano, un post beat, llega un poco después. Sus libros son muy refinados, y es uno de los primeros autores que me hizo comprender que la nobleza no viene del vocabulario ni de la gramática. Con cosas nimias podías hacer poesía extraordinaria. La poesía no es solo la puesta de sol o la aurora boreal. Brautigan pone lo épico en lo cotidiano, en las pequeñas cosas. De él aprendí a no mirar sino ver.
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Tan citado, como desconocido, el autor es uno de esos imprescindibles para todo aquel que busque en la literatura universos originales y mágicos. La combinación de fantasía y realidad, con descripciones magistrales de luz que atraviesa las ventanas en formas imposibles, o una casa que se va haciendo cada vez más pequeña, resulta sencillamente arrebatadora.
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Hace años tuve una librería y cuando la cerré era un bestseller mundial traducido a 30 lenguas en dos años. He tardado 20 años en cogerlo de la estantería y ahora he entendido porqué se convirtió en un fenómeno editorial. Es un libro maravilloso, mezcla de realismo mágico y novela negra clásica, a la vez que un manual imprescindible para entender la sociedad india, tan compleja como atractiva. Un clásico delicioso; perfecto para volver a creer en la narrativa como género.
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También una crónica real que da lugar a un nuevo género del reporterismo, el “Periodismo gonzo”. Thompson y su abogado viajan a Las Vegas para preparar un reportaje, llevando consigo un brutal cargamento de drogas en el maletero del coche. Allí vivirán un sinfín de experiencias, cada cual más bestia, bajo los efectos del LSD, la cocaína y la mescalina. Miedo y asco en Las Vegas también llegó al cine en el 98 con Johnny Depp y Benicio del Toro como protagonistas."Odio abogar por drogas, alcohol, violencia o locura a alguien, pero siempre me han servido a mi" .
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Un mensaje mucho más real de lo que creen. Un legado para no perder el Alma de Niño, que es la única salvación.
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Tuve un maestro inolvidable, Rogelio Ríos, quien fuera seminarista y después profesor. Llegó de Zacatecas y me dio clases de literatura en bachillerato. Nos empezó a hablar de los libros de la época y gracias a él llegué a La náusea, que abrió una puerta para seguir leyendo.
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El sol negro del dolor.
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Hay libros que recuerdo en qué momento exacto los leí. El túnel lo leí en 1994. Sábato había hecho un informe sobre la dictadura argentina y yo estaba haciendo Calígula en Buenos Aires. El peso valía un dólar, todo era carísimo. Era todo una locura, y en ese momento hacer Calígula allí era... Además era una versión que estaba situada en la Roma de Mussolini. Bioy Casares y Sábato iban todos los jueves a un restaurante en La Recoleta a comer unos raviolis. Sábato y Bioy ya me conocían, así que a veces comía con ellos. Un día le dije a Bioy: “Señor Bioy Casares, nunca he comido unos raviolis tan ricos”. Y él me dijo: “Ah, pero no sea usted ingenuo, cuestan 30 dólares. Por 30 dólares en mi casa le hacemos raviolis para un año”.
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Por lo mucho que me marcó cuando tenía la edad de la autora cuando lo escribió, y eso que ya era más joven que ella.
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Me hizo pensar en lo que nos pasa cuando nuestros padres, en este caso madre, dejan de estar en el mundo. Cómo el desarraigo te trae de vuelta lo que pensabas que ya no estaba.
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Me hizo pensar en lo que nos pasa cuando nuestros padres, en este caso madre, dejan de estar en el mundo. Cómo el desarraigo te trae de vuelta lo que pensabas que ya no estaba.
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