Eva García Sáenz de Urturi

Si existen unas novelas en las que el lugar se erige como indiscutible protagonista, sin duda hablamos de las obras de Rutherfurd. Londres desde antes de la aparición del hombre. Londres invadido por Roma. Londres medieval. Londres decimonónico. Cada capítulo nos muestra la ciudad como un bebé que crece y evoluciona hasta convertirse en la vieja dama que es hoy.

La Argelia colonial de los años treinta es la protagonista absoluta de una novela que habla de la desintegración de un grupo de amigos a lo largo de unas décadas. A veces la causante será una mujer, otras la propia guerra.

La efervescencia y vacuidad de una Nueva York en los locos años veinte. Una historia de amor truncada por esa luz verde al final del embarcadero que siempre se nos escapará por mucho que estiremos el brazo.

La Venecia del comisario Brunetti nos muestra el esplendor y el barro que se esconden tras la cortina de gondoleros y turistas de la única ciudad que verdaderamente es única en el mundo.

La aridez de la estepa define el pueblo de los escitas. Guerreros y orfebres reputados, descubrí esta maravilla mientras me documentaba para escribir La saga de los longevos.

Cómo olvidar esa aldea de veinte casas de barro y cañabrava y su río con piedras pulidas como huevos prehistóricos. La novela fundacional de Latinoamérica por excelencia.

La Cartago del siglo III antes de Cristo descrita por un autor decimonónico obsesionado con la documentación y los escenarios. Cuando los críticos de Flaubert lo acusaron de poco verosímil, el autor respondió: “ Si describo la luz cálida del atardecer sobre las piedras, créanme. He estado allí”.

Salvaje Biblia de los dioses que la nación americana fue importando y fagocitando como propios a lo largo de su breve historia. Cien por cien América. Cien por cien Gaiman.

La ocupación de los nazis en las islas del Canal de la Mancha y el poder sanador de los libros. La insularidad y los efectos del aislamiento se reflejan en esta deliciosa novela epistolar.

Es muy intimista, deliciosa y refleja muy bien las idas y venidas de una etapa imprescindible.

Desgarradora, a veces fría. Casi documental.

El eterno viaje del exiliado, el síndrome de Ulises, el abandono de la patria que no guarece y los peligros del camino.

Una historia preciosa, breve y magistral de una renuncia y de la inconsciencia.

La efervescencia y vacuidad de una Nueva York en los locos años veinte. Una historia de amor truncada por esa luz verde al final del embarcadero que siempre se nos escapará por mucho que estiremos el brazo.