Mariana Enriquez
Los libros de Mariana Enriquez
Lo que opina Mariana Enriquez
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Las familias, las propiedades, el niño huérfano díscolo y finalmente peligroso, el hombre endemoniado: algunos de los elementos de esta novela, una de mis favoritas, están presentes en la construcción de Juan, uno de los protagonistas de Nuestra parte de noche. Además como homenaje cité “haunt me”, el ruego de Heathcliff a Catherine para que vuelva a él como fantasma.
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Es uno de mis escritores favoritos y en este libro descubrí la leyenda de la Brujería de Chiloé, una secta antigua y muy cruel que desde esa isla del sur de Chile gobierna el mundo. La Brujería aparece de forma lateral en mi novela pero muchas de sus leyendas la sobrevuelan. Siempre me resultó sorprendente haber leído este mito en un libro de un autor británico antes de encontrarla en la de un autor latino.
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Es una de mis novelas favoritas de King y el capítulo de infancia de mis personajes es casi un homenaje a la niñez de los protagonistas de este libro, sin payasos, sin sustos, casi sin padres, pero sí con una casa terrible que los obsesiona y convoca, por ejemplo, entre otras referencias. Hay un capítulo en el que también se disecciona el verbo “haunt”, que es muy difícil de traducir, porque no es “embrujar” ni “hechizar”, ni “encantar”, es algo fantasmal e incansable, una propiedad de las personas y las cosas, casi una condena.
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Un poema de Dickinson le da título al libro, “Our Share of Night To Bear”. También usé otro verso como epígrafe. Es una de mis poetas favoritas y me costó muchísimo entenderla y disfrutarla, creo que la leí con mucha dificultad durante años hasta que algo se abrió y entendí por qué es maravillosa. Silvina Ocampo la tradujo pero debo reconocer que su versión no es de mis favoritas.
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La idea del andrógino en esta novela de Le Guin me impresionó mucho cuando la leí en la adolescencia, y también la amistad y la atracción que desborda las casillas de los géneros. Eso me impactó mucho más que la trama, las ciudades de la novela, el tema del poder que ella aborda con tanta inteligencia. Por eso, entre otras cosas, quise citarla en un título.
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La imagen de un padre de un hijo en la ruta con la que arranca Nuestra parte de noche surgió de leer esta novela. Aunque el viaje es muy distinto y el mundo recorrido también, la idea de la protección imposible y de criar un hijo para la muerte o un destino horrible se encontró con obsesiones propias que venía rumiando.
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Keats también sobrevuela la novela como uno de los poetas románticos que, de alguna manera, son presencias fantasmales. También están Byron y Shelley, pero hay algo en la muerte desolada de Keats y en el extremo sufrimiento de su cuerpo enfermo durante su corta vida que me obsesiona particularmente.
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El horror arquitectónico de una casa que por fuera aparenta una cosa y por dentro es un portal del infierno no es nueva, pero Danielewski la lleva al extremo de la ambición, cruzándola con otras historias y obsesiones, y esa desmesura me fascinó. Supongo que en mi obsesión por las casas también juega Shirley Jackson, que las usa como protagonistas en casi todas sus novelas (El reloj de sol, Siempre hemos vivido en el castillo, The Haunting of Hill House).
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Podría elegir varias novelas donde aparecen las clases dominantes latinoamericanas encaramadas en todo su poder feroz de dueñas de cuerpos, territorios e impunidad, pero quizá esta novela y también Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sábato, donde asoma la monstruosidad y la decadencia, sean las que más me influyeron. Hace al menos veinte años que no releo ninguna de las dos.
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El primer libro que leí en mi vida y que me impresionó mucho en el sentido de decir ‘yo quiero escribir’. Creo que para mí es el libro más importante y el que yo reescribo todo el tiempo.
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Yo soy muy fan de Stephen King. Tiene libros que dan mucho miedo, pero Cementerio de animales trata de uno terriblemente real, que es el miedo a perder a la gente que uno quiere, y qué hacer con el duelo. Son cosas de las que yo me di cuenta incluso cuando lo estaba leyendo, cuando era muy chica.
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También soy muy fan de William Faulkner, y si tuviera que elegir uno probablemente sea ¡Absalón, Absalón!
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Hay una escritora mucho más joven que yo, Irene Solá, y su libro Cantó yo y la montaña baila es uno de los pocos libros que he leído últimamente y que dije: ‘qué envidia me da, a mí me gustaría escribir de esta manera’.
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Me gusta mucho la poesía. Cuesta mucho elegir uno, pero tendría que ser Una temporada en el infierno, de Rimbaud, porque hay algo del momento en que lo leí, de la rebeldía, de ese texto que todavía no lo entiendo, que me obsesiono lo suficiente como aprender francés solo para leerlo.