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Cuando escribir es cuestión de clase (social)

Especial Cuando escribir es cuestión de clase (social)

Carlos Rey España /

Las coincidencias editoriales son, algunas veces, más que coincidencias. Si hay temas que se repiten, de una forma u otra, en textos de muy diferente origen, lo más probable es que estemos ante algo que se remueve. En los últimos meses, eso mismo ha pasado con tres obras que hablan, cada una a su manera, sobre la clase social, el desclasamiento y su relación con profesiones que tienen en común la escritura. 

El más reciente es el ensayo Nadie me esperaba aquí, en el que la periodista Noelia Ramírez aborda a través de su experiencia personal todo lo que sucede cuando se llega a determinados lugares desde un origen de clase obrera. Cómo funciona el desclasamiento, qué papel juegan las personas que llegan a los medios desde la periferia y cómo muestran (o no) su origen de clase desde su trabajo son algunos de los puntos que toca un texto que, entre otras cosas, muestra un elefante en la habitación: la escritura, ya sea en los medios de comunicación o a través de la literatura, es a menudo un campo de juego para las clases privilegiadas.

Esta cuestión, extrapolada a la poesía, es una de las que afronta Yolanda Castaño en Economía y poesía: rimas internas, otro ensayo. Castaño, Premio Nacional de Poesía 2023, pone ciertas cartas sobre la mesa que suelen permanecer guardadas, en especial en entornos de creación artística: ¿Por qué se espera que un escritor o escritora haga ciertos trabajos a cambio de nada? ¿Hasta qué punto la visibilidad puede ser una moneda de cambio? y, lo que entronca más con la cuestión con la que hemos empezado, ¿si solo pueden dedicarse a la escritura quienes no tienen que vivir de ella, qué representación del mundo nos llega a través de la literatura?

La tercera obra que nos habla de clase y de lo que supone superar las barreras de la misma es una gran novela, tanto en extensión como en alcance. En El principio del mundo, Jeremías Gamboa se basa en su propia experiencia vital para contar, entre muchas otras cosas, qué pasa cuando alguien que, por extracción social no estaba destinado a la vida académica, se abre pasa hasta llegar a una Universidad de prestigio en EE UU. El protagonista de la obra de Gamboa sufre el desclasamiento extremo de alguien que olvida sus orígenes porque desde la propia familia le han empujado a que los supere y no vuelva la vista atrás. Una experiencia, que, como nos contaba el propio autor, también han vivido otros autores como V. S. Naipaul.

El asunto sobre la conciencia de clase y el desclasamiento llega, aunque podría parecer paradójico, en un momento en el que hay creciente representación de autores y autoras en la literatura que llegan desde lugares precarizados. En los últimos tiempos hemos asistido al éxito, o al menos la gran repercusión, de nombres como los de Alana S. Portero, Camila Sosa Villada, Juarma y Óscar García Sierra, todos llegados desde entornos alejados al privilegio. El riesgo es que se conviertan en la excepción, que sean lo exótico entre un panorama literario en el que la clase trabajadora está infrarepresentada. Porque, de otra forma, la literatura seguirá siendo un lugar para clases acomodadas y el mundo que nos describen, solo el suyo.


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