Especial Los libros del morbo: reyes, socialités y otros reclamos editoriales
Sucede pocas veces, pero sucede: hay ocasiones en las que una novedad editorial pasa de las páginas de cultura de los periódicos a las de sociedad. El destino ha querido que dos de esos casos tengan lugar en apenas unos meses de separación. El pasado mes fueron las memorias de Isabel Preysler, Mi verdadera historia, y el mes que viene lo hará Reconciliación, el libro con el que Juan Carlos I repasa su vida. Casos atípicos ambos por lo enorme de su popularidad que comparten un interés que se escapa de lo meramente literario para adentrarse en algo más visceral y, por tanto, más cercano a cualquiera: el morbo.
Las memorias y las biografías, autorizadas o no, son un terreno resbaladizo. Unas veces resultan ajustes de cuentas, otras una manera de tratar de imponer un relato, y muchas otras una forma de monetizar la fama en una época de la vida en la que el trabajo (si se ha realizado alguna vez) comienza a escasear. En los casos anteriormente mencionados, no parece que el factor pecuniario sea el principal, sino más bien esa intención de dejar una imagen al mundo cuando uno se va acercando ya a lo que se supone que es el final. En el caso de la socialité, tras una vida siendo el objetivo de la prensa del corazón. En el del rey emérito, para intentar reponer una imagen que ha quedado resquebrajada.
Sean cuales sean las intenciones de sus autores, o los equipos editoriales que han armado estos libros, el interés de su público es distinto. Detalles, se buscan detalles. Escabrosos, reveladores y cuanto más íntimos mejor. Quizás por ese interés, aparecen menos de lo deseado. Pero, cuando aparece, rebosa de tal manera que no es necesario abrir el libro para conocer los detalles. Así sabemos cómo fue la ruptura por carta de Preysler y Mario Vargas Llosa (llamándole maleducado) o empezamos a conocer, un mes antes de que se publique en España, que el rey emérito está efectivamente dolido con su hijo, mantuvo una relación como poco distante con la reina Letizia y le preocupa que nadie le haya dicho nada todavía sobre cómo será su funeral.
Intentar meter la nariz en las vidas de los famosos no es, por supuesto, nada nuevo, pero toma una nueva dimensión cuando son estos los que dejan que se asomen a su vida privada desde las páginas de un libro. Por mucho producto de marketing orientado a las ventas que sean, y lo son mucho, el formato de hacerlo en un libro (y no en una entrevista o un documental) tiene mucho de simbolismo. Si está en un libro parece más respetable, parecen pensar sus protagonistas. El papel sigue siendo así el medio que le confiere un aura de importancia al relato que se quiere imponer.
Los resultados, sin embargo, suelen estar lejos de esos propósitos. En la mayoría de casos, el morbo aparece con cuentagotas, en ejercicios calculados de auto hagiografías en las que se enseña un poco pero se adorna mucho más. Una táctica editorial, la de explotar la vía de lo revelador cuando es lo que más escasea, que sigue funcionando, pese a todo. Un asunto muy distinto es que quienes consumen estos títulos sean reincidentes. En el vicio de la lectura, no en el del morbo.