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Miedo femenino: así están redefiniendo las autoras la literatura de terror

Especial Miedo femenino: así están redefiniendo las autoras la literatura de terror

Lucía Rojas España /

La sustancia no es solo una de las películas más celebradas de 2024, que ahora está en plena temporada de recibir premios, sino también el fenómeno más visible de una nueva forma de hacer terror. Su directora, Coralie Fargeat, se ha convertido con esta película en la punta de lanza comercial de una generación de creadoras que parten desde los postulados del terror para tratar temas contemporáneos y ancestrales con una visión alejada a la hegemónica, y entre las que también se encuentran cineastas como Julia Ducournau, Rose Glass o Ariane Louis-Seize.

Pese a que sus efectos en la cultura popular no son tan masivos, la literatura reciente también ha vivido un proceso similar en el que, partiendo del género del terror, un buen número de autoras se apropian de los mecanismos del miedo para afrontar temas personales que van más allá de lo que nos han mostrado los cánones tradicionales. Una visión del miedo en el que lo físico, lo social, lo patriarcal o los lazos familiares actúan como los resortes de aquello que nos aterra. Una oleada de autoras, con distintas perspectivas, que también coincide con la reivindicación de otras clásicas del género como Shirley Jackson, Charlotte Riddell o Joan Lindsay.

Nuevo terror latinoamericano

Quizás no sea coincidencia que Latinoamérica reúna la mayor concentración de autoras que incluyen en sus narraciones elementos de terror, o bien que parten de él para transformarlo en un reflejo de la vida en distintos rincones acosados por la violencia. El éxito de Nuestra parte de noche, de Mariana Enriquez, así como sus libros de relatos, es la parte más visible, pero hay muchas otras autoras que aportan miradas completamente personales. Muchas de ellas, además, pertenecen a una generación (o generaciones) que ha crecido con el cine de terror como influencia casi al mismo nivel que la literatura, y que ahora subvierten algunos de sus dictados clásicos en sus obras.

La violencia, o su sombra que puede acechar a cualquiera, pero especialmente a las mujeres, está presente en la obra de tres autores ecuatorianas que reunimos recientemente. Los miedos juveniles, la fascinación por las teorías que se propagan por internet y las relaciones familiares alimentan Mandíbula, de Mónica Ojeda, que en su novela más reciente transita otros géneros. Del terror, pero también de la fantasía, se sirven los relatos de Natalia García Freire, de una manera más cotidiana y con el trauma de fondo. Y del más puro cine slasher vienen las influencias de María Fernanda Ampuero, quizás la escritora que bebe más directamente del audiovisual.

Visiones del horror

En otras latitudes, otras autoras han tratado el miedo y el horror de maneras diferentes. Algunas acercándose más a las estructuras narrativas de la novela negra, o de la literatura criminal, pero cercanas al horror. El caso de Ottessa Moshfeg, buscando una profundidad psicológica y generar un desasosiego que han seguido otras autoras, como nos contaba recientemente Virginia Feito. Moshfegh tiene otros precedentes, especialmente en autoras que tratan la violencia (moral y física), como Joyce Carol Oates, capaz de penetrar en la mente de asesinos en Zombi o Carnicero.

Todas ellas, de una manera u otra, explorar el miedo de una forma distinta, dando nuevas perspectivas al terror, pero sobre todo conectándolo con los miedos cotidianos, que solo ellos conocen.


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