Diarios que son tan apasionantes como las mejores novelas, por Ignacio Peyró

El diario es un género particular dentro de la literatura. A medio camino entre el pensamiento íntimo, la divagación o el ensayo, en un diario los escritores se permiten cosas que no se permitirían en otro tipo de textos, por no mencionar que, en algunos casos, ni siquiera se escriben pensando en que lo lean los demás. Esa tradición del diarista, de la que hay una larga estela en la historia de la literatura, se ha ido perdiendo con el tiempo, en un mundo en el que contamos todo al instante mediante las redes sociales, pero ese espíritu todavía permanece.

Ya sentarás cabeza. Cuando fuimos periodistas (2006-2011) es la primera entrega de una serie en la que Ignacio Peyró recoge esa herencia. El director del instituto Cervantes en Londres, que ya dio muestras de su erudición en Pompa y circunstancia, un diccionario de la cultura inglesa, y del buen vivir en Comimos y bebimos, se retrotrae a sus años de corresponsal político en Madrid para dejar constancia de un tiempo y un lugar, y también un momento de formación fundamental en el que la vida va tomando un camino determinado.
Amante del género, Peyró ha seleccionado para Librotea una serie de diarios en los que se mezcla la indiscreción, la revelación íntima y, sobre todo, la pasión por la literatura desde un lugar de libertad.
Diarios que son tan apasionantes como las mejores novelas, por Ignacio Peyró
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Lleno de despellejamientos y con no poco de “Diez minutos” de la sociedad literaria de su tiempo, Morand -el gran estilista francés- tiene al mismo tiempo una maldad aguda, una capacidad ilimitada para el chisme y la verdad vital de quien muestra su decaimiento. Morand, que murió en 1970, pidió que no se publicaran estos papeles hasta el 2000.
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Le doy la palabra a José Carlos Llop: “Si alguien duda del valor de los diarios íntimos, se le puede argumentar que Samuel Pepys, el más extenso de todos los diaristas, escribió en el suyo sobre la peste del siglo XVII y el incendio de Londres”. Su libro, abandonado durante siglos en una biblioteca de Cambridge, tiene algo de mito justificado, como está justificado convertir a Pepys en el londinense por antonomasia.
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Hay magníficos diarios de mujeres, de Woolf a la Sontag. En los suyos confiesa Sylvia Plath que, para ella, haber nacido mujer tuvo algo de “tragedia” a efectos literarios. No es difícil pensar en alguna relación entre este sentimiento de Plath y que hayan llegado a nosotros menos diarios de mujeres.
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Hay una conexión cierta entre los diarios y los versos, y José Luis García Martín lo prueba, como también prueba lo libresco del género el hecho de que sea crítico: muchos diarios tienen algo de depósito de lecturas, y estos en concreto se alimentan a medias de la sensibilidad de su poesía y del filo de su crítica. Este diarista no bebe, no trasnocha, y apenas sale de los confines de una ciudad tranquila: para ser interesantes, unos diarios no tienen por qué ser los de Talleyrand o Mick Jagger.
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Los diarios de Trapiello son uno de los proyectos narrativos más importantes de la literatura española de las últimas décadas. El primer tomo fue El gato encerrado, pero lleva más de 10.000 páginas, muchas de ellas, antológicas.
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