Estos espías podrían saberlo todo de ti
Libros recomendados por José Carlos Somoza

El escritor José Carlos Somoza ha regresado al thriller con El origen del mal, la historia de un espía español en el norte de África en los años cincuenta. Somoza es también un gran seguidor de las novelas de espías y por eso para Librotea nos trae las siguientes. Si te gusta el género, son las que no te puedes perder. Palabrita del escritor. El espía que surgió del frío, de John Le Carré: “Releo esta novelita con frecuencia inusitada. En principio, nadie diría que la literatura de espías fuese propicia para releer. A fin de cuentas, juega con la sorpresa, como la policiaca. Pero aunque esta obra (que dio a su autor la fama mundial) contiene una sorpresa final inesperada -y, por tanto, muy esperada cuando ya la conoces-, es narrativamente tan perfecta que me apetece regresar a ella. No me sucede con ninguna otra novela. Raro”.El topo, de John Le Carré: “Para mí, la mejor novela de espías escrita nunca, incluso superior a El espía que surgió del frío, aunque no en la perfección narrativa. El topo es, a su modo, un “tópico”: ¿quién de nosotros es el traidor? Aunque explotado antes y después por otros autores, la sutileza con que lo borda Le Carré en esta historia es inolvidable”.La gente de Smiley, de John Le Carré: “Es la conclusión de la trilogía iniciada con El topo, y una extraordinaria narración por derecho propio. En ella, el gran enemigo de George Smiley, Karla, es al fin atrapado con la trampa en la que, obligadamente, caemos todos, seamos o no tan astutos como él: la emocional”.Chacal, de Frederick Forsyth : “Sin estar a la altura de las obras de Le Carré, es una gran novela de espías sobre todo por una curiosa razón: fue el primer gran best-seller de este género que utilizó una vasta y real documentación, suministrada con todo lujo de detalles, para aplicarla a un argumento de ficción. Desde cómo obtener un pasaporte falso hasta fabricar armas caseras, Forsyth, digamos, inauguró a su modo el reality show de las novelas, y desde entonces nadie se atreve a publicar nada sin hacer los deberes”.La isla de las tormentas, de Ken Follet: “Aunque Follet pareció pretender aprovechar la fuerte popularidad de Chacal, su novela tiene méritos propios, particularmente por el espía Die Nadel, que, a su modo, es otro Chacal, pero Follet tuvo el acierto de envolverlo en una trama emocional (de la que Forsyth libra asépticamente a su asesino) que gustó a muchos lectores”.Llamada para un muerto, de John Le Carré: “Le Carré tenía que regresar a mi lista con esta obrita, no tan maestra, ni de lejos, como El espía que surgió del frío, pero lo suficiente. Aunque tiene más de policíaca, ya su autor apuntaba maneras para crear el género de espías tal como lo conocemos. Smiley vuelve a intervenir, con un tópico genial: el del suicidio poco claro. ¿Por qué se suicida un hombre que había pedido por teléfono ser despertado después de su muerte?”Odessa, de Frederick Forsyth: “Merece estar en la lista aunque solo sea por su comienzo: ¿tienen relación el asesinato de Kennedy en Dallas y el suicidio de un judío desconocido en Hamburgo? A partir de ahí Forsyth detalla, con su usual documentación, los intríngulis de una organización real creada para ayudar a escapar a los nazis. Forsyth ya dominaba la forma narrativa documental que él mismo ayudó a inventar”.Ashenden o el agente secreto, de W. Somerset Maugham: “Yo leí esta novela -un verdadero ancestro genético y genérico de la novela de espías-, cuando todavía decir “agente secreto” atraía la atención y curiosidad del público. Maugham fue un agente secreto real y su obra está llena de experiencias y de una prosa muy sólida”.El factor humano, de Graham Greene: “El gran Graham Greene no es famoso precisamente solo por sus novelas de espías, pero a la larga resultó que era uno de los géneros donde mejor se movía su prosa sutil, de estilo aparentemente sencillo. El exitoso Ian Fleming (creador del delicioso pero artificial 007) estimuló a muchos de sus compatriotas a escribir lo que “de verdad” era ser espía, y Greene lo admitía así”. Goldfinger, de Ian Fleming: “Era difícil resistir la tentación de mencionar una de las mejores novelas del archiconocido, archifalso pero, pese a todo, archiexitoso James Bond. 007 no solo tiene licencia para matar: al parecer la tiene para seguir encandilando a los espectadores película tras película. Por desgracia o por suerte, no ocurre igual con las novelas, aunque se siguen vendiendo. Fleming, sin embargo, tiene un mérito más que suficiente como para no faltar en mi lista: es el autor que motivó a otros a recrear y mejorar el género hasta extremos incomparables. ¿Ser bueno o hacer buenos a los demás? Es un enigma sobre el que también podría hacerse una novela de espías”.
Estos espías podrían saberlo todo de ti
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Releo esta novelita con frecuencia inusitada. En principio, nadie diría que la literatura de espías fuese propicia para releer. A fin de cuentas, juega con la sorpresa, como la policiaca. Pero aunque esta obra (que dio a su autor la fama mundial) contiene una sorpresa final inesperada -y, por tanto, muy esperada cuando ya la conoces-, es narrativamente tan perfecta que me apetece regresar a ella. No me sucede con ninguna otra novela. Raro
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Para mí, la mejor novela de espías escrita nunca, incluso superior a El espía que surgió del frío, aunque no en la perfección narrativa. El topo es, a su modo, un “tópico”: ¿quién de nosotros es el traidor? Aunque explotado antes y después por otros autores, la sutileza con que lo borda Le Carré en esta historia es inolvidable.
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Es la conclusión de la trilogía iniciada con El topo, y una extraordinaria narración por derecho propio. En ella, el gran enemigo de George Smiley, Karla, es al fin atrapado con la trampa en la que, obligadamente, caemos todos, seamos o no tan astutos como él: la emocional.
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Sin estar a la altura de las obras de Le Carré, es una gran novela de espías sobre todo por una curiosa razón: fue el primer gran bestseller de este género que utilizó una vasta y real documentación, suministrada con todo lujo de detalles, para aplicarla a un argumento de ficción. Desde cómo obtener un pasaporte falso hasta fabricar armas caseras, Forsyth, digamos, inauguró a su modo el reality show de las novelas, y desde entonces nadie se atreve a publicar nada sin hacer los deberes.
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Aunque Follet pareció pretender aprovechar la fuerte popularidad de Chacal, su novela tiene méritos propios, particularmente por el espía Die Nadel, que, a su modo, es otro Chacal, pero Follet tuvo el acierto de envolverlo en una trama emocional (de la que Forsyth libra asépticamente a su asesino) que gustó a muchos lectores.
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Le Carré tenía que regresar a mi lista con esta obrita, no tan maestra, ni de lejos, como El espía que surgió del frío, pero lo suficiente. Aunque tiene más de policíaca, ya su autor apuntaba maneras para crear el género de espías tal como lo conocemos. Smiley vuelve a intervenir, con un tópico genial: el del suicidio poco claro. ¿Por qué se suicida un hombre que había pedido por teléfono ser despertado después de su muerte?
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Merece estar en la lista aunque solo sea por su comienzo: ¿tienen relación el asesinato de Kennedy en Dallas y el suicidio de un judío desconocido en Hamburgo? A partir de ahí Forsyth detalla, con su usual documentación, los intríngulis de una organización real creada para ayudar a escapar a los nazis. Forsyth ya dominaba la forma narrativa documental que él mismo ayudó a inventar.
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Yo leí esta novela un verdadero ancestro genético y genérico de la novela de espías, cuando todavía decir “agente secreto” atraía la atención y curiosidad del público. Maugham fue un agente secreto real y su obra está llena de experiencias y de una prosa muy sólida.
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El gran Graham Greene no es famoso precisamente solo por sus novelas de espías, pero a la larga resultó que era uno de los géneros donde mejor se movía su prosa sutil, de estilo aparentemente sencillo. El exitoso Ian Fleming (creador del delicioso pero artificial 007) estimuló a muchos de sus compatriotas a escribir lo que “de verdad” era ser espía, y Greene lo admitía así.
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Era difícil resistir la tentación de mencionar una de las mejores novelas del archiconocido, archifalso pero, pese a todo, archiexitoso James Bond. 007 no solo tiene licencia para matar: al parecer la tiene para seguir encandilando a los espectadores película tras película. Por desgracia o por suerte, no ocurre igual con las novelas, aunque se siguen vendiendo. Fleming, sin embargo, tiene un mérito más que suficiente como para no faltar en mi lista: es el autor que motivó a otros a recrear y mejorar el género hasta extremos incomparables. ¿Ser bueno o hacer buenos a los demás? Es un enigma sobre el que también podría hacerse una novela de espías.
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