Las mejores historias de boxeo, por Eduardo Halfon

Publicada originalmente en 2008, El boxeador polaco se ha convertido no solo en una de las obras más aclamadas de Eduardo Halfon, sino también en uno de los títulos más aclamados de la literatura latinoamericana reciente. Ahora Libros del Asteroide lo reedita, más de una década y traducciones a 10 idiomas después, en la versión que concibió el autor guatemalteco inicialmente.

Es afilado, inquieto, fronterizo en su concepción de la literatura: si le dicen que Halfon ha escrito una novela, desconfíe. Son cuentos. Cuentos magistrales.
Aprovechando esta nueva edición, Halfon ha querido compartir con nosotros sus historias favoritas sobre boxeo. Por esta selección se asoman Hemingway, Cortázar, Jack London u Onetti. Todos ellos nos recuerdan, como el propio escritor nos advierte, que el boxeo es solo una manera más de contar las cosas. En sus propias palabras, “Porque el mejor boxeo, siempre, es aquel que no tiene nada que ver dos hombres golpeándose en un ring”.
Las mejores historias de boxeo, por Eduardo Halfon
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La magia de lo cotidiano, la agudeza de la visión. La mejor prueba de que no hace falta vivir grandes cosas para escribir grandes cuentos.
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Es impresionante cómo Hemingway consigue dominar una historia. Muchas de ellas están ambientadas en España, como Colinas como elefantes blancos, una historia que aborda el tema del aborto. Su estilo ha influido mucho en mi escritura.
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Es el primer libro de relatos que leí de Cortázar, cuando yo aún era estudiante, y todavía recuerdo esa alegría que produce penetrar en un territorio nuevo, descubrir posibilidades que ni siquiera habías imaginado que existiesen.
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“Battle Royal”. Unos jóvenes negros, vendados, se baten a puños ante un público de viejos blancos. Brutal y conmovedor. Ellison luego convirtió este cuento en el primer capítulo de su gran novela El hombre invisible.
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El protagonista de este cuento está basado en Joe Rivers, el seudónimo de un boxeador llamado José Ybarra, quien, con sus ganancias del boxeo, compraba rifles para la revolución mexicana. El verdadero Joe Rivers, al jubilarse del deporte, trabajó como repartidor de hielo en El Paso, Texas.
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