Libros perfectos para los corazones rotos

Tener algo y perderlo o, peor aún, tener a alguien y que ya no esté. Ese sentimiento, uno de los más comunes en toda experiencia humana, nos sigue acechando una y otra vez. La marcha de un ser querido, ya sea por una ruptura o por la inevitabilidad del tiempo, es un tema literario que no tiene fondo. Todas las experiencias se parecen, pero cada una implica matices distintos. Por eso, hoy nos adentramos en el final del amor con una serie de libros que, advertimos, te romperán el corazón.
Libros sobre el desamor
Las rupturas sentimentales, por civilizadas que sean, no resultan nunca fáciles. Menos si la persona que decide poner fin a una relación es la que tenemos (teníamos) al otro lado de la cama. Vivir después de eso es un tema humano universal y, por lo tanto, literario. Siri Hustvedt lo exploró en El verano sin hombres, demostrando que una ruptura es también un momento para la autoexploración. También Elena Ferrante en los relatos de Crónicas del desamor, mostrando distintas perspectivas a lo que llega después del final del amor.
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Un día, después de treinta años de matrimonio sin fisuras, el esposo de Mia, un reconocido neurocientífico, le pide una «pausa». Una petición inesperada que en realidad significa que tiene una aventura con una colega más joven que ella y que hará que Mia sufra una crisis y sea ingresada en una clínica...
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Las tres piezas que encontramos en Crónicas del desamor tienen como protagonista a una mujer, y las tres indagan en el dolor femenino con mano firme, sin concesiones al sentimentalismo.
El paso del tiempo, en ocasiones, mitiga el daño pero no lo hace desaparecer. En Chesil Beach, Ian McEwan rememora un amor de juventud que se pierde por la inexperiencia y la torpeza. De igual manera, Julian Barnes echa la vista atrás en La única historia con la amarga sensación de lo que pudo ser y no fue. Y James Salter en Años luz rememora toda una vida, desde sus luces a sus sombras, en las que lo idílico va dejando paso a lo amargo.
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Florence es una chica de clase media alta, su padre es un exitoso hombre de negocios y su madre una activa profesora universitaria, y viven en una casa donde se comen quesos franceses y yogur.
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En la década de los sesenta, cuando tenía diecinueve años y regresó de la universidad para pasar el verano en casa de sus padres, Paul se apuntó a un club de tenis en el que conoció a Susan Macleod, de cuarenta y ocho años, casada no muy felizmente y con dos hijas ya mayores.
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Si Juego y Distracción —recientemente reeditada por Salamandra— supuso un paso de gigante en la incipiente carrera de James Salter, Años luz, publicada ocho años más tarde, en 1975, significó claramente su consagración como uno de los grandes maestros de la literatura norteamericana del siglo XX
Libros sobre la pérdida
Pero, si bien la pérdida del amor romántico es grave, no se puede comparar a la tragedia de la muerte cercana. El duelo, el recuerdo y cómo seguir viviendo cuando una parte de uno mismo muere es el tema de La ridícula idea de no volver a verte, de Rosa Montero. También de uno de los libros más sublimemente amargos que recordamos, Lo que no tiene nombre, de Piedad Bonnett.
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Cuando Rosa Montero leyó el maravilloso diario que Marie Curie comenzó tras la muerte de su esposo, y que se incluye al final de este libro, sintió que la historia de esa mujer fascinante que se enfrentó a su época le llenaba la cabeza de ideas y emociones.
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¿Hasta dónde puede llegar la literatura? En este libro dedicado a la vida y la muerte de su hijo Daniel, Piedad Bonnett alcanza con las palabras los lugares más extremos de la existencia.