Libros que difuminan los límites entre realidad y ficción

El escándalo literario de la temporada en Francia (ese país en el que todavía la literatura puede provocar escándalos) viene de la mano de uno de esos escritores que atraen la polémica casi sin pretenderlo. En Yoga, Emmanuel Carrere se nutre de sus experiencias recientes, concretamente su depresión y una ruptura sentimental, para crear una novela que ha sido nominada para el prestigioso Goncourt. Sin embargo, su expareja le ha acusado públicamente de haber creado una autobiografía con buena partes de invención de manera que pueda presentarlo como novela y, de esa forma, poder optar a ganar un galardón que suele premiar a la novela en lugar de los textos autobiográficos.
La pregunta que suscita Yoga, no obstante, no es ni mucho menos nueva. ¿Dónde acaba la realidad y dónde empieza la ficción? Utilizar las propias vivencias como material narrativo, más o menos adornado por la ficción, es tan antiguo como la propia literatura, pero en los últimos tiempos hemos sido testigos de un auge de la propia experiencia para sustentar obras concretas y alguna que otra trayectoria al completo. La serie Mi lucha, del noruego Karl Ove Knausgard, en la que relata a través de seis volúmenes distintos episodios de su vida con una precisión difícil de creer, es el ejemplo más claro, pero hay otros casos en los que realidad y ficción se mezclan, se cruzan y se contaminan.
Una autora que suele basar sus obras en sus experiencia y recuerdos, siempre como punto de partida para la reflexión narrativa, es Siri Hustvedt. En Recuerdos del futuro, su llegada a Nueva York en la década de los 70 se mezcla con una intrigante vecina, material con el que teje una obra sobre la memoria y el papel de la mujer en la sociedad. Por su parte, el protagonista de En la Tierra somos fugazmente grandiosos comparte mucho de lo vivido por su autor, Ocean Vuong. Hijos ambos de inmigrantes vietnamitas, se enfrentan a la descomposición del entorno familiar y el descubrimiento de la propia sexualidad.
La familia, sus lazos y sus heridas, es un tema recurrente en la literatura, que muchos autores han utilizado también para reflexionar sobre su propia manera de relacionarse con el mundo. Ordesa, de Manuel Vilas, se nutre de los recuerdos de su autor para radografiar a unos personajes que son también testigos de su tiempo. En Iluminada, Mary Karr continúa su historia personal, marcada por una familia excéntrica y desestructurada, que desembocó en depresiones y problemas con el alcohol. En Honrarás a tu padre y a tu madre, la protagonista se llama como su autora, Cristina, y emprende un viaje para “buscar a sus muertos”, ahondando en las heridas de varias generaciones a raíz de la Guerra Civil y la posguerra. Por su parte, en No contar todo Emiliano Monge parte de las historias de su abuelo y su padre, ambos protagonistas de sendas huidas, para desentrañar una historia sobre el peso de las herencias sentimentales.
El descubrimiento de uno mismo ha impregnado muchas obras, en las que sus autores y autoras han expuesto su propio aprendizaje en un ejercicio de desnudez que, a menudo, logra provocar un impacto más duradero en el lector. En La lección de anatomía, Marta Sanz se convierte a la vez en autora y personaje, dejando el pudor a un lado. Mientras que en Las malas, Camila Sosa Villada expone su experiencia en una comunidad trans en Córdoba, Argentina.
Libros que difuminan los límites entre realidad y ficción
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El nuevo libro de mi madre es diferente a todo lo que ha escrito antes. Con una narrativa compleja, la novela examina a la artista como una mujer joven desde la perspectiva de su yo mayor.
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Es el último libro que me he leído y que me ha gustado. Me parece de una belleza que conmueve. Hacía mucho que no leía novela, cuando estoy trabajando me tiro más a otros géneros y leo más cosas de no ficción.
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'Ordesa' no tiene planteamiento. 'Ordesa' no tiene desenlace… 'Ordesa' es nudo.Nudo…El de tu garganta lectora, que queda un poco más abajo que tu garganta humana… Más cerca del corazón…'Ordesa' para mí, debo aclarar, es algo más que un libro. Vilas me lleva a lo que yo viví, es lo que tiene compartir con él el pueblo de nuestra infancia. En su libro habitan seres y lugares comunes que quise y quiero. Y esto, que en un principio puede parecer una ventaja para Manuel Vilas, es en mi caso un hándicap. ¿Y si el Barbastro que me muestra no es el Barbastro de mi infancia? Pero Vilas es un gran escritor, por supuesto. Vilas sabe lo que hace cuando nombra nuestros sitios comunes. Sabe poner cada palabra en su sitio para que yo sonría. Digo yo, sin ser 'Ordesa' para mí, pero con algo en sus páginas que me pertenece. Que nos pertenece a todos nosotros.Porque 'Ordesa' no es Barbastro. Ordesa no es el Valle de Ordesa. 'Ordesa' ni siquiera es solamente 'Ordesa'. Es algo más. La novela es una confesión tardía de alguien que puede ser Manuel, o Rita, o quizá tú. Es un acercamiento a la muerte ajena. A esa muerte que duele. A esa muerte que te desgarra por dentro y no sabes bien cuando va a sanar su herida. Tal vez no sane.Vilas sana su herida con el desahogo. Muestra su obra, para mí la mejor de este autor, la relación con sus padres, vista por los ojos de un niño que hoy es adulto. Muestra también su relación con sus hijos, vista por los ojos de un padre que un día fue hijo. Y no necesita gesticular ni hacer ademanes descontrolados para llamar la atención del lector. No hay excesos en Ordesa, solo hay sencillez. Palabras naturales para contar algo natural. No hay prosa rebuscada ni párrafos estudiados en exceso. 'Ordesa' busca contarnos una parte de nosotros mismos. De nuestras relaciones familiares, nuestras revueltas infantiles y nuestros viajes a la playa. 'Ordesa' escarba sin dolor. Destapa. Sí. Eso es. Esa es la palabra. 'Ordesa' destapa una parte de ti, de mí, de nuestros padres y de nuestra España. Entrar en 'Ordesa', Valle o Libro, es reflexión. Os invito a meditar. Conocerse un poquito mejor a sí mismo nunca está de más. Os invito, como cada semana, a leer. Se llama 'Ordesa', se llama Manuel Vilas. Leedle. Sin más…
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Mary Karr escribe a bocajarro, sin florituras, es cínica y descreída, posee un humor corrosivo. La escritora estadounidense ha hecho de su propia biografía su gran obra. Si en El club de los mentirosos exploraba su infancia en Iluminada sigue tirando del hilo, narra cómo esos primeros años y la relación con sus padres marcaron su adolescencia y su primera juventud. Karr es la chica que huye de la sombra de la madre alcohólica, que se casa con el chico de buena familia y acaba convertida en una esposa y madre alcohólica. Un viaje de ida y vuelta. Un descenso a los infiernos. Por las páginas de Iluminada desfila David Foster Wallace y la religión se presenta como una tabla de salvación. Mary Karr ha escrito la historia de la reconciliación consigo misma.
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Vale mucho la pena. Es duro pero luminoso.
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