Libros que son droga dura. Los favoritos de Rubén Pozo

Rubén Pozo (Barcelona, 1975) fundó Buenas Noches Rose siendo todavía adolescente. Este grupo supuso un revulsivo para el rock madrileño y generó un intenso culto durante la década de los noventa. Después, compartió el puente de mando de Pereza, una de las formaciones de mayor éxito en nuestra música pop durante el presente siglo. Tras la separación del dúo, ha firmado tres álbumes a su nombre. Y ahora se dispone a presentar en directo el EP Mesa para dos, confeccionado a medias con Lichis, el jefe de La Cabra Mecánica. Granada (10 octubre), Cádiz (11 octubre), Benidorm (12 octubre), Hospitalet (19 octubre), Burgos (26 octubre), Alicante (8 noviembre), Albacete (9 noviembre), Frankfurt (15 noviembre), Las Rozas (22 noviembre), Cerdanyola del Vallès (30 noviembre), Valencia (20 diciembre), Murcia (11 enero) y Elche (12 enero) son las primeras escalas de la gira.
Sencillo y castizo, no tiene reparos en admitir su adicción a la lectura. “El problema de los libros es que para mí son droga dura”, afirma. “Cuando una lectura me atrapa es como si me evadiera de la realidad. Y tan a gusto, oyes. Me encanta eso de ser otra persona y vivir en otro lugar. Tener otras circunstancias vitales y habitar durante unos días en otra época, pasada o futura, o en la misma pero siendo otro. U otra”. He aquí una breve selección de sus favoritos.
Libros que son droga dura. Los favoritos de Rubén Pozo
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No es el primer libro que me ‘hipnotizó’ pero sé es el primero del que me acuerdo de mi etapa preadolescente. Antes estuvo la colección ‘Barco de Vapor’ de color naranja: Terror en Winnipeg, Asesinato en el Canadian Express, Fray Perico y su borrico y así. Pero lo del Hobbit lo recordaré para siempre. Creía fuertemente en dragones y tardó un tiempo la realidad en ponerme en mi sitio con cajas destempladas. El Hobbit es un cuento maravilloso. Un mundo fantástico con personajes fantásticos. Me atrapó por completo cuando aún era niño. Recuerdo que me ponía música de Jethro Tull cuando lo leía –ventajas de haber tenido un padre con una generosa colección de discos en un tiempo en que no existía internet– y ahora cuando los escucho no puedo evitar cierta nostalgia de la Tierra Media, La Comarca, Bilbo y compañía. También leí El Señor de los Anillos, pero terminé esa trilogía por cabezota y, aprovechando que ahora no nos escucha nadie, diré que me parece un verdadero tostón. El Hobbit, para mí, es la gran obra de Tolkien.
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Del aprendizaje de la vida y la soledad.
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Me dan igual las borracheras, los polvos, las peleas, los intentos de suicidio, la miseria, las resacas, los trabajos embrutecedores, las carreras de caballos y los bajos fondos de Los Ángeles en el siglo XX. Hank escribe y yo no puedo dejar de leer. Tiene ese preciado don. Su prosa es automática. Su poesía también. También es automática y también es prosa. Toda la poesía ‘moderna’ actual es Bukowski. Por lo menos en su forma. Creo que este autor fue un hombre libre. Escribió su verdad independientemente de que a ti te parezca inmoral, poco ético o, incluso, ilegal. Fuera caretas y postureos. El arte debe ser libre, al igual que tu libertad de acercarte, o no, a ese arte. Pero más allá de los escenarios y vivencias de Bukowski –o de Hank Chinaski, su alter-ego– hay un ESCRITOR que ejerce como tal. Me alegro de que el tiempo le haya dado la razón y de que haya podido ver, mientras aún estaba vivo, cómo iba creciendo su gloria. He elegido Cartero porque es su primera novela, pero podría haberme decantado por cualquiera de las suyas con los ojos cerrados. Todas funcionan. Y ahí queda esa cita suya al principio del libro: ‘Esta es una obra de ficción y no se dedica a nadie’, a partir de ahí hasta la última página sus palabras entran tan naturalmente como respirar aire.
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