Libros que todos deberíamos leer al menos una vez en la vida
Más allá de los clásicos, seleccionamos obras fundamentales para todos los públicos.

Todo el mundo habla de la necesidad de leer los clásicos. Y es cierto, quien no se haya adentrado en la lectura de
La Divina Comedia,
El Quijote,
Hamleto
Guerra y pazse está perdiendo una parte fundamental de historia de la literatura. Libros que siempre estarán esperando ahí, listos para descubrir al lector nuevos mundos. Pero fuera de ese canon, de los clásicos, también hay un buen puñado de libros que todo el mundo debería leer alguna vez en la vida. Hoy en Librotea hemos preparado una estantería con títulos imprescindibles, obras que prometen horas de diversión. Demasiada felicidad, de Alice Munro, es uno de esos libros que transforman al lector. A la escritora canadiense, una de las grandes cuentistas vivas, le avala el Nobel de Literatura. Galardón que también ha obtenido recientemente Patrick Modiano, el gran retratista de París, universo literario que aparece concentrado en las páginas de En el café de la juventud perdida. Más conocidos pero no por ellos menos imprescindibles son
El coronel no tiene quien le escriba, de Gabriel García Márquez, y
La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa. Todo lector debería darse la oportunidad de disfrutar de
Amsterdam, de Ian McEwan, y de perderse en las páginas de
Desgracia, de Coetzee. De asombrarse con
Los diarios de Emilio Renzi, de Ricardo Piglia, y de alucinar con la prosa de Amelie Nothomb en
Metafísica de los tubos. La mejor lectura de la sociedad estadounidense actual la hizo Philip Roth hace un par de décadas,
La Conjura contra Américano ha hecho más que ganar vigencia. Apegos feroces, de Vivian Gornick, es otro de esos libros que no para de crecer conforme avanza el tiempo desde su publicación. La literatura española también está presente en esta selección,
Nubosidad variable, de Carmen Martín Gaite, es una lectura obligada. Y
El balcón en invierno, de Luis Landero, recoge la memoria de la historia reciente de nuestro país.
Libros que todos deberíamos leer al menos una vez en la vida
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La miseria como metáfora del hombre que ya no espera nada.
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A mí Modiano me gusta aunque se repita. Puede parecer un defecto, pero me parece una virtud en su caso. Esa forma de narrar, ese tono de flaneur, esa vuelta constante a las calles de París. Todo de Modiano me gusta. Y esta novela, más. El París de principios de los sesenta y el café Condé como protagonista. Bohemia literaria, universitarios, bla bla bla. Es una novela breve pero muy intensa. Adoramos a Louki sobre todas las cosas
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La perfección de la arquitectura novelística.
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Una de las escritoras que más me ha influido en los últimos tiempos. Los cuentos de Alice Munro, el modo en el que ella escribe de una manera tan limpia y al mismo tiempo tan intensa, y la manera en la que sabe concentrar largos periodos de tiempo en una narración breve. Demasiada felicidad me parece una de las obras literarias más intensas y arrebatadoras que conozco.
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Desgracia fue el primer libro de Coetzee que leí. Posiblemente sea lo más bello que he leído o al menos nunca disfruté y sufrí tanto al llegar a la última página.
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Este libro, de la misma manera que lo hace 'Sumisión', de Michel Houellebecq, describen lo frágil que puede llegar a ser lo que creemos tan sólido e indestructible, el sistema de libertades en el que vivimos. En realidad son libros de sociología política escritos maravillosamente.
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Lo recomendamos por la temática, por cómo la desarrolla, el apego y el desapego entre las relaciones de la madre y la hija
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El testamento literario de un Maestro. Recorrer su vida es vivirla.
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Landero es el mejor contador de historias. O de los tres o cuatro que hay. Ese inventario de recuerdos es necesario. Sí, autobiográfico. Como él mismo dice, yo también estaba saturado de ficción cuando me tropecé con la geografía de Landero. Es un libro desván que no me dejó indiferente.
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Uno de los libros que más he regalado. Se trata de una crónica familiar en la que el retrato del padre emerge con una fuerza y gracia especiales. Los Levi y su léxico han sido un faro para mí a la hora de escribir “La casa de los pintores”. La vida, la verdad, no necesitan de mucho engolamiento para ser contadas. Pero hay que tener la sabiduría de Natalia Ginzburg para escribir con tanta naturalidad.
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Adoro todo lo que ella representa y ese estilo suyo tan gozoso que reconozco también en Marta Sanz, otra autora que me encanta. Esta novela cuenta la historia de una amistad entre dos mujeres a través de relatos alternos. Es en realidad una novela epistolar, que anticipaba un enfoque muy concreto a la hora de retratar personajes femeninos, un tipo de honestidad que me cautiva.
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Un autor al que vuelvo constantemente, como mi autor de cabecera, es Kenzaburo Oé. Pero no porque yo me dedique a la novela negra, sino porque compartimos también la circunstancia de tener un hijo, en mi caso hija, discapacitado. Kenzaburo se volcó en entender su relación con su hijo y con la discapacidad
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Se menciona en el libro, aunque es cierto que en ella pesa más la figura materna, que es al fin y al cabo quien se suicida.
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