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Los libros de mi vida

Libros recomendados por Mara Torres

Los libros de mi vida
Los libros de mi vida
Mara Torres España /
La periodista Mara Torres acaba de publicar Los días felices, la historia de un hombre contada a través de sus cumpleaños cada cinco años. Con esta novela, la presentadora del espacio La 2 Noticias regresa al terreno literario después de La vida imaginaria, y en este listado repasa algunos de los libros de su propia vida (la real).- Palabra sobre palabra, de Ángel González: “Leí una edición de la Serie Mayor de Seix Barral, encuadernada en papel rugoso de color vainilla. Fue el descubrimiento de un poeta tan extraordinario que todo lo que digo de él me sabe siempre a poco. Regalé el libro (mi libro: subrayado, con anotaciones a lápiz, gastado) a un ex novio a ver si con el libro volvía su amor por mí. Nunca volvió y el libro tampoco, pero Ángel González se quedó”.- Por el camino de Swann, de Marcel Proust: “Es una parte de una de las partes de En busca del tiempo perdido. Lo leí a los 20 años y recuerdo que, al poco de empezar a leer, yo ya era Swann. Pasé de la indiferencia al enamoramiento, los celos, el desasosiego o el desprecio hacia Odette igual que Swann. Me introduje en los salones de los Verdurin como si fuera él y juraría que hasta aprendí de música”.   - Bella del Señor, de Albert Cohen. “Recuerdo la novela como un minucioso tratado sobre el mito del amor, desde los inicios de la seducción hasta la degradación absoluto​ del sentimiento. Un retrato agónico de la tormentosa relación entre el atractivo judío Solal y la aristócrata  y bella  Ariane; con el trasfondo del ambiente de la Sociedad de Naciones, narrado con un sarcasmo magistral”.- Casi cien poemas, de Luis García Montero: “Lo leí por primera vez en 1997, hace veinte años. En la poesía de García Montero encontré la calle, los amigos, los bares, los amores cotidianos, la memoria histórica, las canciones, los echar de menos, los recuerdos y el tiempo. Sus versos lo tienen todo”.- El robot humano, de Isaac Asimov y Robert Silvereg: “Todavía estoy alucinando, ahora más incluso que cuando lo leí, con sus tres leyes de la robótica que organizaban las relaciones entre los seres humanos y los robots.”.- El pianista del gueto de Varsovia, de Wladislaw Spilzman: “Lo leí en el año 2000, dos años antes de que Polanski la convirtiera en película. Spilzman hace un relato del horror de la guerra con la naturalidad del que la está viviendo en su casa, en su escalera, en su barrio, en la radio en la que toca el piano, entre su gente. Increíble del todo si no fuera porque lo que cuenta es real”.- Al sur de la frontera, al oeste del sol, de Haruki Murakami: “La primera novela que leí de Murakami m​e la regaló un amigo que me dijo: “Yo creo que este autor te va a gustar”. Es una narración deliciosa sobre un amor adolescente, perdido en el tiempo y reencontrado después. Desde entonces (2003) hasta ahora he leído casi todo lo que ha publicado el autor japonés”.- Sufrían por la luz, de Tahar Ben Jellon: “Lo leí en 2001. El relato sobre lo ocurrido en la prisión de Tazmamart  es​ casi  insoportable. Tuve que parar varias veces la lectura para coger aire  y seguir leyendo. Es uno de los ejemplos más lúcidos de la barbarie y del espíritu de resistencia del ser humano”.- Diez años con Mafalda, de Quino: “Me lo pedí de regalo a una vecina cuando hice la comunión. Tenía 9 años y todos los días lo leía un rato, me fascinaba el detalle del dibujo y me partía de risa con las viñetas. Muchas tiras no las entendía, pero lo leí durante tanto tiempo, tantas veces que acabé no solo entendiéndolas, sino aprendiéndomelas de memoria. Me dediqué el libro a mí misma imitando la letra de Quino, un delirio”

Los libros de mi vida

  • Palabra sobre palabra

    Palabra sobre palabra

    Ángel González

    Austral

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    Leí una edición de la Serie Mayor de Seix Barral, encuadernada en papel rugoso de color vainilla. Fue el descubrimiento de un poeta tan extraordinario que todo lo que digo de él me sabe siempre a poco. Regalé el libro (mi libro: subrayado, con anotaciones a lápiz, gastado) a un ex novio a ver si con el libro volvía su amor por mí. Nunca volvió y el libro tampoco, pero Ángel González se quedó.

  • Por el camino de Swann

    Por el camino de Swann

    Marcel Proust

    Alianza Editorial

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    Es una parte de una de las partes de En busca del tiempo perdido. Lo leí a los 20 años y recuerdo que, al poco de empezar a leer, yo ya era Swann. Pasé de la indiferencia al enamoramiento, los celos, el desasosiego o el desprecio hacia Odette igual que Swann. Me introduje en los salones de los Verdurin como si fuera él y juraría que hasta aprendí de música.  

  • Bella del Señor

    Bella del Señor

    Albert Cohen

    Editorial Anagrama

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    Recuerdo la novela como un minucioso tratado sobre el mito del amor, desde los inicios de la seducción hasta la degradación absoluto​ del sentimiento. Un retrato agónico de la tormentosa relación entre el atractivo judío Solal y la aristócrata  y bella Ariane; con el trasfondo del ambiente de la Sociedad de Naciones, narrado con un sarcasmo magistral

  • Al sur de la frontera, al oeste del Sol

    Al sur de la frontera, al oeste del Sol

    Haruki Murakami

    Tusquets Editores S.A.

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    La primera novela que leí de Murakami​ m​e la regaló un amigo que me dijo: “Yo creo que este autor te va a gustar”. Es una narración deliciosa sobre un amor adolescente, perdido en el tiempo y reencontrado después. Desde entonces (2003) hasta ahora he leído casi todo lo que ha publicado el autor japonés.

  • Sufrian por la luz

    Sufrian por la luz

    Tahar Ben Jelloun

    RBA Libros

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    Lo leí en 2001. El relato sobre lo ocurrido en la prisión de Tazmamart ​es​ casi  insoportable. Tuve que parar varias veces la lectura para coger aire  y seguir leyendo. Es uno de los ejemplos más lúcidos de la barbarie y del espíritu de resistencia del ser humano.

  • 10 años con Mafalda

    10 años con Mafalda

    Quino

    LUMEN

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    Me lo pedí de regalo a una vecina cuando hice la comunión. Tenía 9 años y todos los días lo leía un rato, me fascinaba el detalle del dibujo y me partía de risa con las viñetas. Muchas tiras no las entendía, pero lo leí durante tanto tiempo, tantas veces que acabé no solo entendiéndolas, sino aprendiéndomelas de memoria. Me dediqué el libro a mí misma imitando la letra de Quino, un delirio.

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