Los libros que han hecho de Juan Ramón Lucas una estrella de la radio
El autor de 'La maldición de la Casa Grande' y conductor del programa 'La Brújula' escoge sus f...

Los libros que han hecho de Juan Ramón Lucas una estrella de la radio
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Sus cuentos –recogidos en una edición que llevaba el título de uno de ellos, 'El Aleph'- me fascinaron en aquellos años de descubrimiento. Creaba universos imposibles, personajes irreales, jugaba con las palabras como con mis esquemas, para darles la vuelta y cambiarles de sentido o de impresión. Era y es imposible que no me conmueva profundamente su inteligentísima originalidad. Creo que es el mayor escritor del siglo XX
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Es la primera porque a través de ella descubro de adolescente el verdadero poder del hecho literario: su capacidad para atrapar, conmover y, sobre todo, agitar y revolucionar. Leer la prosa brillante y pulida de García Márquez, sentirme envuelto en la complicada trama de nombres e historias de la novela me dio una idea del efecto en el alma de la buena literatura. Desde entonces no he dejado de leer ni de envidiar a quienes eran capaces de provocar esa agitación en mí a través de la palabra precisa, la frase trabajada y la expresión brillante.
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Tan citado, como desconocido, el autor es uno de esos imprescindibles para todo aquel que busque en la literatura universos originales y mágicos. La combinación de fantasía y realidad, con descripciones magistrales de luz que atraviesa las ventanas en formas imposibles, o una casa que se va haciendo cada vez más pequeña, resulta sencillamente arrebatadora.
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Conviene volver a los clásicos, sobre todo cuando uno tiene dudas de lo que somos y de dónde venimos. La literatura nos describe mejor que la historia, y aprendemos más de nosotros mismos leyendo y releyendo a los clásicos –que lo son por describir la condición humana en lo que tiene de universal e invariable- que devorando tratados históricos o documentadas crónicas periodísticas. Quevedo es el cronista irónico y feroz de la España de ayer y de siempre.
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Lectura de adolescente. Me invita al viaje, a la aventura, y de ella creo que empieza a nacer mi afición al mar y a los barcos. Todavía, al evocarla, recuerdo el sabor a sal y a lo que imaginaba que era el ron que tardaría aún muchos años en probar.
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Insólita y valiente descripción de la realidad social de los mineros a principios del siglo XX. A pesar del estilo excesivamente barroco, cursi a menudo, es una obra imprescindible para conocer las condiciones de vida y las diferencias sociales en la España desorientada de entonces.
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De nuevo la radiografía de la condición humana. En este caso la decadente sociedad norteamericana de los años veinte en el sur del país. Gente fuera de tiempo y de sitio, universos ficticios plagados de pasiones reales, ironía al servicio del drama. Como en “Amanece que no es poco”, yo también soy muy de “Folner”.
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Mi último impacto literario. Con la apariencia de una obra “menor”, unos escritos con reflexiones personales sobre lo cotidiano, Aramburu construye una obra delicadísima, de enorme fuerza poética, y una belleza difícil de olvidar. Es su vida pero también la nuestra y a “sorbos lentos” nos va seduciendo y abriendo los ojos a nosotros mismos. De obligada presencia en mesillas y otros lugares de uso lector.
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