Si has leído estos libros, naciste en la década de los 60
Obras que marcaron a una generación.

Si naciste en la década de los años 60, seguro que recuerdas muchas cosas sobre cómo se disfrutaba la literatura antes del cambio de siglo. Compraste libros en librerías, lugares en los que te dejabas aconsejar por una persona con la que se entablaba un vínculo. También los compartiste, pasando volúmenes entre familiares y amigos, en un momento en el que las novedades no se agolpaban cada semana en las estanterías. Incluso puede que notases los efectos de la censura, intentando hacerte con algunos de esos títulos que todavía estaban proscritos.Leer libros antes de la era de Internet y las redes sociales era una experiencia parecida a la actual, pero con algunas diferencias clave. Las distracciones, en un mundo con menos canales de televisión y por lo tanto más tiempo útil, permitían sumergirte a fondo en la literatura. Los libros tenían una vida comercial más longeva, sin las ataduras de mantener un ritmo de lectura frenético para estar al tanto de todo lo último. Y, por supuesto, están los propios títulos, aquellos que han marcado a toda una generación.Algunos fueron publicados antes de los 60, pero su impacto y prestigio no hizo sino crecer con el tiempo, instaurándose como un elemento característico y sentimental de aquellos años. Es el caso de Nada, la obra con la que Carmen Laforet ganó el Premio Nadal en 1945 y retrató un tiempo y una generación. O de La familia de Pascual Duarte, una de las obras clave de la literatura española de posguerra, cuya onda expansiva llegó hasta bien entrada la segunda mitad del siglo.Otras irrumpieron entrada ya la década y, por motivos diversos, quedaron instauradas en el subconsciente de millones de lectores. Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos, refleja los cambios que estaba experimentando la sociedad en aquellos años, y ha acabado por convertirse en una lectura de referencia. La Barcelona de los 60 también esta marcada por otro nombre propio, Juan Marsé, y el Pijoaparte de Últimas tardes con Teresa ha quedado grabado como un símbolo de un tiempo y un lugar.Los 60 también fueron, por supuesto, los años del boom latinoamericano. Los nombres de Vargas Llosa, García Márquez o Julio Cortázar se convirtieron en lo más parecido a estrellas del rock en el panorama literario. Obras como El coronel no tiene quien le escriba o Tres tristes tigres, de Guillermo Cabrera Infante, pertenecen a esa gran ola de autores que produjo un impacto que todavía resuena en nuestros días.La década, finalmente, también tuvo espacio para obras llegadas fuera de nuestras fronteras que fueron ganando adeptos. Algunas fueron publicadas mucho antes, pero su verdadero impacto se fraguó en aquellos años, como París era una fiesta, de un Hemingway que se había convertido en leyenda. También fue el momento en el que muchas mentes se abrieron a otros tipos de literatura, como el teatro del absurdo que representa Esperando a Godot. Y la generación de los 60 llegaría a la edad adulta presenciando el nacimiento de nuevos tótems literarios, como un Milan Kundera que despuntaba con La insoportable levedad del ser. ¿Cuáles fueron para ti las obras que marcaron a esta generación?
Si has leído estos libros, naciste en la década de los 60
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Me enganchó desde la primera escena y me maravilló esa historia de búsqueda, de descubrimiento.
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Es una de las mejores novelas españolas del siglo XX. También es, a su manera, una historia de extraterrestres: la de una chica que llega a Barcelona en la posguerra para instalarse en la casa de su familia, llena de marcianos.
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Me apasiona el buen oído de Martín Santos para el habla popular.
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Camilo José Cela dedicó esta, su primera novela, a sus enemigos. Esta extraña dedicatoria nos advierte desde un primer momento del terreno en el que el lector está a punto de adentrarse: la historia de un hombre condenado a muerte que no se considera malo, sino forzado por las circunstancias a comportarse de forma reprobable. En sus páginas Pascual Duarte nos habla de cómo se ha desarrollado su periplo vital hasta el crimen que le lleva al fin de sus días. En manos del lector queda en qué grado se le puede condenar… o entender.
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La miseria como metáfora del hombre que ya no espera nada.
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Mientras lees Siddhartha se para el ruido y corre el aire. Cuando terminas de leerlo, te cuestionas por qué no dejarlo todo y volver a empezar. Al final lo haces o no, pero te lo has planteado y el “por qué no” te sigue rondando. Ese es el “efecto Siddhartha” y el principio de todos los cambios. Tan lejos de la tecnología y tan contemporáneo. Bello y necesario.
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Escrita cuando su luz ya se apagaba, en el ocaso de una existencia plagada de alcohol y literatura, esta novela narra la vida que Hemingway llevaba en París allá por los años veinte, cuando la capital parisina era un hervidero de artistas. Como toda fiesta, esconde una dosis de alcohol ineludible, que marcará los comportamientos de genios como el propio Hemingway, Fitzgerald, Pound o Joyce.
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Otro de esos libros que me marcó en el momento en el que lo leí.
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El lenguaje luchando por volver a nacer, después de toda la intoxicación y la sustracción del sentido de las palabras. Ese subrisus, la sonrisa secreta.
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Recuerdo que tenía momentos amargos pero a la vez me resultó muy interesante y peculiar.
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