Un psicoanálisis vitalista, por Lorenza Escardó Zaldo

¿Qué es la lectura sino algo similar a la terapia? ¿Y no es un escritor alguien que, al igual que psicoanalista, se adentra en la mente de otros a través de preguntas y de interpretaciones. Los libros pueden ser un complemento perfecto para saber más de nosotros mismos, reflexionar sobre nuestros actos y nuestros anhelos e, incluso, ayudarnos a superar momentos difíciles.
Lorenza Escardó Zaldo, investigadora en psicoanálisis, nos propone una serie de libros que, por distintas razones, nos sirven para reflexionar sobre la experiencia de otros y revelarnos algo más del funcionamiento de la mente.
Un psicoanálisis vitalista, por Lorenza Escardó Zaldo
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¡Una autentica oda a la juventud! Si por algún momento pensaste que tu juventud fue excesiva, demasiado salvaje, hedonista o despreocupada… aquí tienes el perfecto antídoto de la reconciliación. Para Finnegan el surf, sus viajes, la búsqueda y la aventura fueron su camino hacía la madurez.
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En él la escritora y poeta narra como para enfrentar la reciente pérdida de su padre y atravesar ese duelo decide adscribirse a la milenaria tradición de la cetrería como una forma domar su pena. Libro duro y a la vez lleno de poesía, que nos muestra el valor creativo de los duelos, cómo una vez concluidos nos devuelven un amor renovado por la vida.
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Kay Redfield Jamison y su mente inquieta fue un gran descubrimiento para mí. Brillante e intimo testimonio que la psicóloga, académica y escritora americana nos ofrece sobre su propia enfermedad maníaco depresiva. Un libro interesante para acercarse a “esta única, extraña y finalmente profunda relación denominada psicoterapia.»
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Que tu madre adoptiva diga de ti “El demonio nos llevó a la cuna equivocada” debe marcar bastante. Un libro tan brutal como maravilloso y triste. Me encanta esta mujer.
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No tiene nada de original recomendar uno de los libros más promocionados de su año, pero para mí tiene un valor inaudito porque jamás he visto un partido de tenis ni sé siquiera cómo se juega. Sin embargo, la maestría de Moehringer –verdadero arquitecto del libro que, en un alarde de modestia, no quiso aparecer como autor– es tal que no despegué los ojos de sus páginas hasta acabarlo. Sentí la tensión de los partidos como jamás me la hubieran despertado en el mismo campo. Para mí, el mejor ejemplo de que un tema siempre me interesará si saben hacérmelo atractivo.
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Cuando la ensayista Susan Faludi recibe una llamada de su padre de setenta años, al que lleva años sin ver, comunicándole que ha cambia de sexo y ahora se llama Geraldine, se inicia este libro amargo, turbio y fascinante, del que se puede sacar mil conclusiones. O ninguna.
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Me interesan mucho las relaciones de amistad entre escritores pues tienen para mi algo de heroico. Una de las primeras que descubrí fue la de Foster Wallace y Jonathan Franzen que aparece en esta biografía como una de las relaciones más duraderas y estables que mantuvo este turbulento escritor. Y a modo de epílogo recomendaría el texto de Frazen “David Foster Wallace” (en Más afuera)
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