Una novela y doce libros de cuentos que tienes que leer, por Marcos Giralt Torrente

Marcos Giralt Torrente ha vuelto a la carga con un libro de relatos titulado Mudar de piel. Eso es lo que ha hecho Giralt Torrente en los siete años que han pasado desde su última obra, El final del amor. La paternidad ha transformado la vida del escritor que ahora regresa con un volumen de relatos que hablan de la familia, de esa institución capaz de construir afectos y desafectos. Hoy en Librotea Marcos Giralt Torrente evoca los libros que le han acompañado en el proceso de escritura de Mudar de piel. “La siguiente lista no se refiere a los volúmenes de cuentos más importantes de mi vida lectora. Si fuese así, habría tenido que empezar sin lugar a dudas por Henry James y a continuación seguir con Nabokov, Melville, Hawthorne, Borges, Cortázar, Bioy Casares, Ribeyro, Stevenson, Conrad, Saki, Somerset Maugham, Isaak Babel, Chejov, Carver, Karen Blixen, Leon Bloy, Ingeborg Bachmann, Thomas Hardy, Leo Perutz, Roald Dahl, Katherine Mansfield, Bernard Malamud, Saul Bellow etc...La lista se refiere únicamente a libros que o bien leí mientras escribía el mío y dejaron cierta huella en él, o bien a libros sobre los que volví a la búsqueda de un cuento determinado que se había quedado en mi memoria y con el que alguno mío guardaba concomitancias”.Una selección en la que se cuelan los Cuentos completos de John Cheever o Nueve Cuentos, de Salinger. Los cuatro primeros cuentos de Mudar de piel nacieron tras la lectura de Mi vida querida, de Alice Munro. Un libro en el que la premio Nobel esboza “pequeñas estampas de memoria que se reducen a menudo a un suceso puntual”. Otra fuente de inspiración para Giralt Torrente fue El ángel esmeralda, de Don DeLillo. Libros que comparten estantería con Tres desconocidos, de Patrick Modiano, o Gracias por la compañía, de Lorrie Moore.Y la única novela que está detrás de Mudar de piel es Montauk, de Max Frisch. “La razón primordial es que de él proviene la cita que encabeza mi libro Mudar de piel: ‘Nuestra culpa tiene una utilidad : justifica muchas cosas en la vida de los otros’”. Palabra de Marcos Giralt Torrente.
Una novela y doce libros de cuentos que tienes que leer, por Marcos Giralt Torrente
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El único libro de la lista que es una novela y no un volumen de relatos. La razón primordial es que de él proviene la cita que encabeza mi libro Mudar de piel: “Nuestra culpa tiene una utilidad : justifica muchas cosas en la vida de los otros”. Es una novela breve, mi preferida de Max Frisch, en la que un escritor en viaje de promoción por Estados Unidos se pierde durante unos días con la traductora que le ha asignado la editorial.
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La inclusión del libro de Salinger es un homenaje a uno de los escritores que mejor capturó la fragilidad adolescente, tema de algunos de mis cuentos. Lo incluyo, además, porque, como revela el título, son nueve cuentos y mi libro tiene, a su semejanza, nueve cuentos. Por esta última razón podría haber incluido también Primer amor y otras pesares, de Harold Brodkey, otro antecesor al que me acojo con gusto.
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En este libro Munro tiene cuentos más breves de lo habitual en ella, algunos autobiográficos, pequeñas estampas de memoria que se reducen a menudo a un suceso puntual. Los cuatro primeros cuentos que escribí de mi libro (Rendijas, islas; Un refugio imprevisto; Traición y Preserva mejor el recuerdo) surgieron de su lectura. Quise emular, en mi caso desde la ficción, el tono casual de un recuerdo que se hilvana casi solo y que sin embargo es capaz de proyectar toda la complejidad emocional del mundo más amplio del que proviene.
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Se publicó mientras escribía mi libro. En este volumen releí El escritor de la familia, al que en parte homenajeo en el cuento que da título a mi volumen, y leí por primera vez Wakefield, una revisitación del Wakefield de Hawthorne, en la que un hombre abandona a su familia, en el caso del de Doctorow para esconderse en el garaje. Me fascina esa vuelta de tuerca tan desinhibidamente rocambolesca. También yo he intentado forzar del mismo modo la verosimilitud en alguna pieza de mi volumen, como en mi preferido Baker y margaritas.
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DeLillo es un escritor muy inteligente y esa inteligencia a menudo pesa demasiado en sus cuentos, que no me encantan. Sin embargo, el volumen contiene uno magistral, Medianoche en Dostoievski, que arranca con el extraño juego de dos universitarios y termina con el proceso de emancipación de uno de ellos. Los paisajes nevados y las conversaciones en clave inspiraron mi cuento Lucía y yo.
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Me gusta de Ford esa anomalía que se instala sutilmente en interiores burgueses, a menudo en el seno de una pareja. Podría haber elegido otro de sus libros, pero en Pecados sin cuento hay un relato que me gusta especialmente: Cachorro, la historia de un matrimonio que adopta temporalmente un cachorro de perro y casi está a punto de zozobrar por su causa. Aunque el detonante es más dramático, mi cuento Sombras que reverberan transita por cauces similares.
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Aprecio de Lorrie Moore su versatilidad, que tan pronto pueda escribir, como en este volumen, un cuento de fantasmas y este no desentone con otros de raigambre más realista. Que al final sea el interior de sus personajes, sus mudanzas y crisis, lo determinante; no el envoltorio de la ficción. Con todo, el que más me gusta es el que da título al libro. Una madre acogotada por una rebelde hija adolescente que acaba bailando liberada en una fiesta. Creo que algún eco de esa fiesta se percibe en mi cuento Abrir ventanas.
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En este volumen hay un cuento, El mentiroso, que relaciono con El escritor de la familia, de Doctorow, y al que vuelvo casi por las mismas razones. Ambos retratan ese momento en el que la infancia termina y la inevitable aceptación de la edad adulta acaba sucediendo a consecuencia de una travesura.
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Un libro al que siempre vuelvo, la autobiografía de los años de formación de Michon. Mis cuentos no son autobiográficos y tienen una escritura menos densa, pero tratan también de la familia y, como en los suyos, la fórmula más habitual para referirse a los personajes pasa por la filiación: “Mi madre”, “mi tío”, “mi hermano”....
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Fleur Jaeggy no tiene nada que ver conmigo estilísticamente, pero aprecio en ella algo que yo también intento hacer por otros caminos: mirar de frente la condición humana, escribir desde dentro de ella sin maniqueísmos y sin atenerme al convencionalismo de un final cerrado. Me gusta que los finales simplemente pongan las cosas en otro nivel de comprensión.
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Sus cuentos y sus diarios forman un díptico en el que la teoría y la práctica se funden y complementan en una visión única del mundo. Para mí, por mucho, el más grande prosista norteamericano del siglo XX y de cuya mirada (sus novelas son igualmente imprescindibles) surgen otras maravillas como Las vírgenes suicidas de Jeffrey Eugenides, Música para corazones incendiados de A. M. Homes, La tormenta de hielo de Rick Moody, Lunar Park de Bret Easton Ellis, How the Dead Dream de Lydia Millet y La broma infinita de David Foster Wallace entre tantas otras. Y, claro, Mad Men.
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Salió cuando había concluido mi libro, pero lo incluyo porque hasta su muerte el año pasado Denis Johnson era uno de los mejores cuentistas contemporáneos. Cinco relatos crepusculares -otra vez un número impar- que nadie interesado en el relato debiera pasar sin leer.
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