José Ángel Mañas

Una maravilla. Entra a la primera y aguanta todas las relecturas. Cuando alguien me pregunta ¿qué es escribir bien?, digo Salinger.

El glamour de la heroína. Un colocón literario.

La magia de lo cotidiano, la agudeza de la visión. La mejor prueba de que no hace falta vivir grandes cosas para escribir grandes cuentos.

En especial, el poema sobre el albatros. Todos los escritores tenemos algo de albatros. El poema define perfectamente el desajuste entre el mundo de la creación y la vida cotidiana.

El texto de Bernal Díaz del Castillo, soldado en la expedición de Hernán Cortés, es la mejor crónica de la Conquista española de América y un relato que puede leerse como una novela y que supera con creces a cualquier ficción.

La obra inmortal de Alejandro Dumas. A veces se nos olvida que la imaginación es la mejor manera de revisitar el pasado. Como es sabido, Dumas se inspiró en las memorias de un tal D’Artagnan, seguramente mucho más aburrido que el personaje imperecedero que él creó.

A Stevenson hay que leerlo y releerlo para darse cuenta de lo bueno que es. El arranque es uno de estos arranques de novela que a todos nos gustaría escribir.

Suele considerarse, y con bastante justicia, la mejor novela del Oeste americano. La lucha entre el sheriff y el juez de esta localidad imaginaria adquiere, en el texto, tintes épicos. La imposición de la ley en un territorio salvaje dio para mucha reflexión.

La recreación que hace Vargas Llosa de la guerra de Canudos me dejó en su día un magnífico sabor de boca. No he vuelto a releerla, pero sospecho que me volvería a enamorar. Tiene un lugar destacado, en mi memoria, entre las novelas de temática histórica.  

Es uno de las mejores novelas sobre Alejandro que yo he leído. Cuando escribí mi propia novela alejandrina (El secreto del Oráculo) era como una sombra casi opresiva. Me costó liberarme de ella.

Una de esas novelas que ha enamorado a muchas generaciones de lectores y cuya magia sigue funcionando hoy en día. No podía faltar en esta lista.  

El tono reflexivo que Yourcenar dio al emperador Adriano marcó uno de los hitos literarios del género histórico, que con esta obra adquirió una extraordinaria dignidad artística.