Elvira Navarro

Los libros de Elvira Navarro
Las estanterias de Elvira Navarro
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Libros olvidados
Ir a la estanteríaEl Sur seguido de BeneAdelaida García MoralesTocarnos la caraBelén GopeguiHacía un ruido. Frases para un film políticoMaría Fernández SalgadoLa vida periféricaRoxana VillarrealSubmáquinaEsther García LlovetDirección nocheCristina GrandeLos combatientesCristina Morales -
Islas literarias soñadas, por Elvira Navarro
Ir a la estanteríaHeladaThomas BernhardCuentos orientalesJoaquín DHoldan LemaProyectos de pasado LRAna BlandianaEl perseguidor y otros cuentosCortázar Julio Cortázar JulioCuentos reunidosClarice LispectorEl libro de los amores ridículosMilan KunderaRelatos de lo inesperadoRoald DahlOutside.Roberto García de MesaLos amores difícilesItalo Calvino -
Libros de familia
Ir a la estanteríaLéxico familiarNatalia GinzburgCarta al padreFranz KafkaDesgracia impeorablePeter HandkeRelatos autobiográficosThomas BernhardLa invención de la soledadPaul AusterEL DESIERTO Y SU SEMILLA (NE)JORGE BARON BIZA JORGE BARON BIZANada se opone a la nocheDelphine de ViganTiempo de vidaMarcos Giralt TorrenteEl viaje a pie de Johann SebastianCarlos PardoEl amanteKan TakahamaEl amanteMarguerite Duras
Lo que opina Elvira Navarro
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Me encanta
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Encontrar una voz propia en la escritura tiene algo del llanto desgarrado, único y extraño del recién nacido. Nunca volvemos a sonar así, con la inconsciencia e incertidumbre a partes iguales, y también con la fuerza de quien necesita irrumpir en la vida. Todo ello está en Dog Café, estupenda primera novela de la jovencísima y talentosa Rosa Moncayo Cazorla, que va de soledad gozosa y agobiante incomunicación (no hay sol sin sombra), y sobre todo de nombrar por vez primera, es decir, de saber mirar.
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Outside es una selección de artículos de Duras. En uno de ellos se afirma que no había mapas de la banlieue parisina, donde yo viví seis meses, y que dio lugar a “París Périphérie”. Digamos que experimenté, en todos los sentidos, la ausencia de mapa.
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Este es uno de los mejores libros de cuentos que he leído jamás. Blandiana es muy atmosférica, no teme a la descripción ni a la potencia de lo onírico. Me reconozco en ella.
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Mis cuentos no se parecen un carajo a los de la Yourcenar; sin embargo, en algunos de ellos (pienso en “Myotragus”) sí traté de que la escritura tuviera un regusto tan clásico como el de la escritora belga.
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Emparento “Notas para una arquitectura del infierno” con este relato largo de Cortázar. Los protagonistas quieren saber a toda costa qué secreto guardan los perseguidores.
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Aunque mi prosa está en las antípodas de Lispector, no olvido la lección que me dio, básica y obvia, y que durante un tiempo olvidé: que escribir es, ante todo, un acto de libertad.
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A veces tengo la impresión de que todo lo que escribo tiene un único fin: parecerse a las lecturas importantes que hice en mi adolescencia. Y con este me pasa igual que con Los amores díficiles, de Calvino.
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Un libro también se define por lo que no logra. Me habría encantado que La isla de los conejos se pareciera a Relatos de lo inesperado, en especial al cuento “Edward, el conquistador”, donde una mujer se convence de que un gato es la reencarnación de Liszt. Adoro el humor inteligentísimo y la locura de este relato.
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A veces tengo la impresión de que todo lo que escribo tiene un único fin: parecerse a las lecturas importantes que hice en mi adolescencia. Esta es una de ellas.
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La sordidez de esta novela, su tono ambiental, fue una música de fondo durante la escritura de “Las cartas de Gerardo”, el relato que abre La isla de los conejos.
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Un libro que tenía muy presente escribiendo Las voces de Adriana. En él, la autora italiana reproduce las voces de su familia y lo tengo muy presente en la primera parte de la novela, donde está reproducida la voz del padre.
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Un libro maravilloso, también vinculado con Las voces de Adriana. Habla sobre los espacios silenciosos, en concreto su lugar silencioso era el váter. Hace toda una reflexión sobre sus estancias en distintos váteres, a veces incluso durmiendo en el suelo de uno. Amo Handke y es un libro que tenía muy presente escribiendo Las voces de Adriana.
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Me parece que es muy recomendable de leer siempre porque es una obra maestra. Narra la II Guerra Mundial y la descomposición europea. Malaparte tiene un estilo absolutamente único, y creo que viene muy bien leerlo ahora con la guerra en Ucrania.
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Un libro que me encanta. Se vendió como una novela, pero cada vez que lo leo tengo la sensación de que es un libro de cuentos. Es un libro fabuloso sobre la propia vida de la protagonista, contada a través de cuadros de pintores célebres. Es un libro muy peculiar por su composición y por cómo va mezclando la vida de algunos pintores con la propia vida. Muy, muy recomendable.
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Para mí es un libro de cabecera, siempre lo digo. Me encanta Dostoyevski, y si tuviera que quedarme con un solo escritor, me quedaría con él. Creo que en Dostoyevski ya está prefigurado todo el siglo XX. Para mi, Kafka ya está en Dostoyevski, en el absurdo, en lo grotesco, en situaciones que podríamos denominar kafkianas. Y tiene una penetración psicológica como rara vez se encuentra y una comprensión del alma humana espectacular.
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Voy a recomendar un libro de cuentos que, desde mi punto de vista, no tuvo el reconocimiento que merecía. Es maravilloso y muy desconocido: Réplica, de Miguel Serrano Larraz, un escritor maño. Es un conjunto de relatos que publicó en su día Candaya, que son maravillosos y de primerísimo nivel. Por los motivos que sean, no escucho que se hable de él, y se debería seguir hablando.
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También recomiendo Nostalgia de otro mundo, de Otessa Moshfegh, un libro de relatos brutal sobre la descomposición de la sociedad norteamericana actual. Es salvaje y buenísimo, mucho mejor que Mi año de descanso y relajación, el libro que le dio más fama.
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Y voy a recomendar dos "chuletones". Uno es un libro que me leí este verano con motivo del centenario de Ana María Matute: Los hijos muertos. Es una de sus primeras novelas —ya llevaba publicadas unas cuantas, porque empezó a escribir muy joven—. Los hijos muertos es una novela brutal sobre la Guerra Civil y la posguerra. Ahora que hay idiotas que se están animando a ir a la guerra, con esta mentalidad que parece que el pacifismo sea una imbecilidad —y no lo es—, creo que se nos han olvidado las consecuencias de lo que viene después, que también es horroroso. Los hijos muertos es una obra maestra absoluta que debería estar en los libros de texto, junto con grandes novelas de la posguerra como La colmena, pero es muy desconocida. Cuenta la vida de varios personajes de una misma familia. La escritura de Ana María Matute es maravillosa, poética, con una fuerza... Explora todo: la exterioridad, la interioridad, todos los silencios. En fin, es una obra maestra absoluta que hay que reivindicar.
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El otro "chuletón" que recomiendo, aprovechando que también es el centenario de Ignacio Aldecoa, es de este autor. Creo que es el cuentista español más reconocido. Tiene cuentos maravillosos, como El corazón y otros frutos amargos o Los pájaros de Baden-Baden. Ignacio Aldecoa combina el costumbrismo más pedestre con la poesía; son dos elementos muy difíciles de unir y él los maneja de manera soberbia. Así que, ya que se cumple el centenario de Ignacio Aldecoa y de Ana María Matute, recomiendo un "chuletón" y tres "platitos" maravillosos —que en realidad son "platazos" estos libros de cuentos—.